𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒐𝒄𝒉𝒐

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Miles y Roxanne ya llevaban un buen rato caminado y está de más decir que el camino había sido tortuosamente silencioso e incómodo para ambos, la pelirroja seguía confundida por los repentinos cambios de humor del contrario y por supuesto que quería saber la razón. Por otro lado, Miles no podía sacarse de la cabeza los papeles que había encontrado con Violet en la habitación de Esme Miseria.

¿Qué si quería reclamarle a Rox por haberle ocultado la verdad aun cuando él había confiado en ella al contarle que su papá era el Conde Olaf? Claro que quería, pero la manera en la que había obtenido esa información era mucho peor que el hecho de que ella le estuviera mintiendo, era cuestionable y no planeaba reclamarle algo a Rox cuando no tenía la moral para hacerlo.

Pero por supuesto que Rox no iba a quedarse callada, Miles tenía que decirle las cosas y tenía que dejar de estarla confundiendo, ¿por qué de la nada podía estar bien con ella y segundos después tratarla como si fuera la persona más insignificante en la tierra? ─y no era que estuviera celosa de que solo se pusiera a actuar extraño cuando Violet le lanzaba miradas de "no hables con ella"─ simplemente, necesitaba saber si Miles la apreciaba a ella tanto como ella a él.

Así que decidió dar el primer paso... aunque no de la mejor manera.

─He notado las miradas entre tú y Violet. ─aseguró Rox, haciendo que el ruloso a su lado frunciera el ceño y volteara a verla con confusión. ─¿Ahora en vez de perro de Polainas eres chapulín del Doctor Milagro?

─¿Qué dices, Roxanne? ─preguntó Miles mientras se detenía por unos segundos y al ver que la contraria lo imitó y volteó a mirarlo, ladeó la cabeza mientras entrecerraba los ojos, poco tiempo después, soltó un pequeño bufido y volvió a caminar. ─Sea el perro de Carmelita o el chapulín de Gilbert, creo que no te debo explicaciones. Después de todo, no somos absolutamente nada,o, espera,éramos amigos, pero eso también lo echaste a perder.

Obviamente las palabras de Miles se habían encajado como cuchillos en el corazón de Rox, y es que, Miles nunca había hablado con tanta frialdad cuando se trataba de ella y mucho menos le había mostrado tal indiferencia. Y lo peor, es que, a pesar de eso, la pelirroja no pudo evitar ir tras Miles para tomar su brazo.

Ni siquiera le importaba mostrarle lo mucho que la habían afectado sus palabras, solo quería saber que le había hecho al mayor para que la tratara así.

─La explicación comenzaste a debérmela desde el momento en el que comenzaste a tratarme como si fuera la peor escoria que ha pisado el planeta. ─replicó Rox, haciendo que Miles volteara a verla a los ojos y que, por un momento, solo por un momento, esa fachada de chico frío que había comenzado a tomar con la menor se esfumara y él pudiera abrazarla, pero tampoco podía flaquear solo por un par de ojos y palabras bonitas ¿no? ─Y lo peor es que me duele no saber por qué estás tratándome de esta manera porque te quiero, maldita sea.

Claro que esas palabras habían alterado los pensamientos de Miles de alguna manera u otra, pero también le habían recordado que, así como Rox había mentido sobre lo que le había pasado a su madre, podría mentir sobre lo que sentía con respecto a él. Por lo que, tomando toda la fuerza de voluntad que logró encontrar muy dentro de sí mismo, Miles se soltó bruscamente del agarre de Rox. Recordó todas y cada una de las mentiras que su propia madre le había dicho a lo largo de los años y eso solo hizo que un enojo inexplicable comenzara a crecer dentro de él.

─¿Dices quererme? ¿Que acaso no eres la peor escoria de este planeta después de decir mentira tras mentira aun mirándome a los ojos? ─inquirió Miles como respuesta, haciendo que fuera el turno de Rox de fruncir el ceño, acción que hizo que Miles soltara una pequeña risa nasal antes de rodar los ojos.

𝐀𝐋𝐓𝐄𝐑𝐍𝐀𝐓𝐈𝐕𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora