TERCER ACTO

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Narrado por: Lena Luthor

(Un viaje al pasado hace que Lena sienta el mismo temor de un peligro antiguo acechando su presente)

***

Nueva York, 2009

El bullicio de las personas a mí alrededor me hace estremecerme con la ansiedad. Necesito llegar a mi apartamento-estudio lo más rápido posible.

"Vamos, Lena, respira. Inhala, exhala. Piensa en la meta", escucho a mi voz interior animarme. Los grandes letreros del Times Square iluminándome me recuerdan por qué estoy aquí y cuál es mi propósito.

Algún día. Algún día ese será tu lugar. En enormes pantallas presentando el cartel de una obra conmigo dirigiéndolo.

Con las energías renovadas, tomo el mapa de la ciudad en mis manos y mis maletas, y camino hacia mi futuro con pasos decididos.

Tengo miedo, pero no puedo dejar que el miedo me domine y me gane. Estoy aquí porque luché por estarlo, porque me lo merezco, porque...

—¡Perdón!

La disculpa no es suficiente para amortiguar el golpe de mi trasero en la firme acera donde aterrizo después de haber sido abruptamente empujada.

—Está bien —le resto importancia. Lo último que necesito es molestarme con una desconocida por un accidente.

—Déjame ayudarte —escucho su delicada voz decirme.

Cuando alzo la vista para observar a la culpable de mi desgracia, la respiración se me entrecorta porque es exquisita.

No puedo decir que es una chica porque sería una mentira desproporcional. La persona frente a mí es una mujer hecha y derecha. Lleva un atuendo que me hace pensar que pertenece en una sala de juzgado. Con esa falda de lápiz gris, sus piernas parecen infinitas. Y la blusa beige de seda con un botón desabrochado me lleva a lugares inapropiados.

¡Espera! ¿Qué?

—¿Estás bien? —Su pregunta me saca de mi ensoñación. Mis mejillas se tiñen de rojo al darme cuenta de mis pensamientos.

—Todo bien —me aclaro la garganta para evitar que mi voz suene titubeante.

—Lo siento mucho. Voy tarde a una reunión y no te vi en el camino.

—No hay problema. En serio —reafirmo cuando ya estoy de pie. —Fue mi culpa también. Yo venía distraída.

La desconocida alza una ceja ligeramente con una expresión de intriga y sus ojos se desvían hacia las cosas despilfarradas a mi alrededor. Sus brillantes ojos azules se detienen en el mapa en mi mano.

—¿Nueva en la ciudad?

—¿Tan obvio es?

Ella se ríe. Y es un sonido tan dulce que se convierte en una adicción para mí al instante.

Esa debió ser mi primera señal de advertencia.

—Te diré algo... —su voz suena ligeramente más suave y con un toque seductor. —Tú y yo. Esta noche. En Tonic Bar. A las 7 PM. Ya sabes, para disculparme apropiadamente por el accidente.

No es una pregunta. No es una sugerencia. Su voz es comandante y no hay lugar para refutar su orden.

Esa debió ser mi segunda señal de advertencia.

La mujer me observa por unos segundos, como si estuviera reafirmándose que me acaba de invitar a salir.

—¿Acaso invitas a todas las mujeres con las que te chocas a salir contigo? —No puedo evitarlo. Me da curiosidad su actitud llena de seguridad y confianza en sí misma.

COMO LAS LUCIÉRNAGAS | SUPERCORPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora