COMO LAS LUCIÉRNAGAS | SUPERCORP

ACTO IV: Escena III

⚠️TW: Enfermedades terminales

Narrado por: Kara Danvers

(En el apartamento de Alex, Kara se hunde en la depresión sin entender cómo debería sentirse con su relación con Lena)

Midvale, 2008

El estridente sonido de la máquina del hospital es lo único que retumba en mis oídos. Es como un pequeño ruido que me martilla la cabeza y me deja sin espacio para respirar. Sin espacio para existir. Sin espacio para pensar. Bip, bip, bip.

Debería estar haciendo algo más. Pero lo único que he visto en los últimos días han sido dispensadoras de golosinas, pasillos de hospitales, ropa de cama blanca. ¿Por qué los hospitales son tan descoloridos? ¿Será porque el blanco es más fácil de limpiar? ¿O porque tiene menos bacterias?

Debería estar haciendo algo más. Pero el olor a medicina, alcohol etílico, desinfectante, me distrae. El aroma en el ambiente es el mismo que probablemente todo hospital tiene. Como si hubieran pasado un paño con cloro y alcohol por todas las superficies visibles del lugar para quitar el olor a muerte. ¿La muerte tiene olor? ¿O es solo una ideología cimentada en la asociación de la muerte con los hospitales?

Debería estar haciendo algo más. ¿Pero qué era? ¿Sacar la basura? No. No he estado en casa desde hace tres días. Alex dijo que lo haría. ¿Comer? No. No. Sí comí antes de entrar a la habitación. Hace algunas horas. Creo. ¿Dormir? No. No. Nadie podría dormir con los sonidos y los olores de un hospital.

¿Qué debería estar haciendo?

¿Debería siquiera estar haciendo algo distinto a lo que he estado haciendo desde hace tres días?

Velando el sueño de mamá. Esa es la única respuesta correcta.

Los días, las horas, los minutos, el tiempo se mezcla con lo infinito. No puedo distinguirlo. No recuerdo la última vez que comí bien o que me duche. Alex no tardará en llamarme la atención al respecto. Como si tuviera algún derecho sobre mi bienestar. Como si yo fuera su responsabilidad.

No, yo no soy la responsabilidad de Alex. Soy la responsabilidad de mamá. Pero... mamá no puede cuidarme desde la cama de un hospital. Por eso yo debo cuidarla a ella. Por eso yo debo velar su sueño.

Mi mente invoca a mi hermana porque solo segundos después de pensarla, ella entra a la habitación sosteniendo una bolsa de papel con el logo de Big Belly Burger.

¿Cuándo fue la última vez que comí algo que no fuera comida rápida? ¿Hace días? ¿Meses? ¿Años? No, no pueden ser años. Esta situación no ha sido eterna. Pero así se siente.

Alex se acerca a mí tentativamente, como si yo fuera un perro rabioso o un animal en cautiverio que se asusta con facilidad y ataca a la primera. Quizá no es una comparación errónea. Si me siento aterrada, pero no atacaría a mi hermana.

—¿Kar? —susurra. Su voz es una pluma que se lleva el viento. Suave y ligera. —Te traje comida.

—Gracias —respondo. Mi voz es ronca. Como si tierra se hubiera atorado en mi garganta y ahora estuviera intentando deshacerme de la sensación de aspereza que me dejó.

—Tienes que ir a casa.

—No.

—No es opción. Si no lo ha... —comienza Alex, pero se detiene de golpe. Mi mirada intensa es una provocación. Una incitación a que termine su oración. Mi hermana sabe que detesto cuando me habla como si fuera mamá. No soy su responsabilidad.

—¿Si no qué? —insisto con veneno.

El silencio se agudiza y me martilla la cabeza de nuevo. Alex retracta su oración anterior y en su lugar, comenta: —Tienes que descansar. Y debes darte una ducha. Apestas.