COMO LAS LUCIÉRNAGAS | SUPERCORP

ACTO III: Escena III

Narrado por: Lena Luthor

(La vida de Lena comienza a tomar un giro interesante después de su primer encuentro con la acróbata)

***

California, 2012

—¿Las estrellas? —repite para asegurarse de que me escucho bien.

—Sí, las estrellas.

—¿Por qué? —se acomoda sobre su brazo derecho para verme mejor.

—Porque son astros interesantes. Es decir, se ven diminutos desde nuestro punto de vista, cuando en realidad son inmensas —explico con sencillez.

—Amo tu mente —sonríe con ese gesto que me vuelve loca.

—¿Sí?

—Claro que sí —me afirma antes de cerrar los ojos y dejar que la brisa del océano le refresque el rostro.

Es nuestro viaje anual a California para visitar a su abuela. Es la única vez al año que podemos disfrutar de la compañía de la otra sin tener que preocuparnos por ser vistas juntas en público.

Es la única vez al año cuando puedo comportarme como su novia. Bueno, como su pareja sin la etiqueta porque Pamela jamás me lo ha preguntado y yo jamás me la he presionado para que me lo pregunte.

—Entonces, ¿Rocky o Iván? —cuestiona después de un largo silencio.

Su pregunta me saca de mi ensoñación por lo aleatoria que parece. Sin embargo, para la pelirroja y para mí no es tan aleatoria. Es más bien un chiste privado.

Algo muy suyo y mío que hace referencia a nuestra primera cita oficial. Cita que tuvo que ocurrir después de largos y desastrosos meses que ocurrieron al inicio de nuestra relación cuando Pamela recién se enteró de mi edad.

—Len, esto no va a funcionar. —Pamela tiene una expresión seria en su rostro. No hay ni un rastro de una sonrisa ni un gesto cariño discreto como los que le encanta regalarme.

Por un momento, me congelo en mi lugar. ¿Qué? Creí que ya habíamos pasado por la etapa de inseguridades de nuestra relación.

La mirada de Pamela no titubea. Todo tendría lógica, si no fuera por el firme agarre de su mano entrelazada con la mía. Cuando trato de soltarme, ella lo aprieta.

—¿De qué diablos hablas? —pregunto nerviosamente. Muerdo mi labio inferior y Pamela ladea la cabeza analizándome.

Nuestro silencio se extiende por unos momentos más que parecen eternos. Lo que solo aumenta mi ansiedad. ¿Está terminando conmigo una relación que ni siquiera hemos categorizado como noviazgo?

—¡No puedes, en tu sano juicio, elegir a Iván Drago sobre Rocky Balboa! —exclama finalmente. Luego, me da una sonrisa brillante que me regresa el alma al cuerpo. No sabía que estaba reteniendo la respiración hasta que escucho sus ridículas palabras.

—¡Estúpida! Me asustaste —me quejo. Cuando me detengo abruptamente a la mitad de la calle, Pamela se para frente a mí y toma mi rostro entre tus delicadas manos.

—Te quiero —susurra antes de inclinarse y darme un beso lento. Sus labios se mueven sobre los míos con una delicadeza que me derrite el corazón. Pamela tiene una dulzura para besarme que siempre me deja con ganas de más. Como si no fuera suficiente.

Cuando se separa de mí, veo la tenue luz en el ambiente golpeando su espalda de forma etérea. La acera es iluminada únicamente por los faroles de la vía pública y la luna, pero sus ojos jamás se habían visto tan brillantes como en este momento. Como si estuviera intentado poner todo lo que siente en una mirada.