BELO HORIZONTE – BRASIL – SIGLO XXI
Luna, una joven universitaria despertó en el apartamento sencillo de dos cuartos donde vivía con la madre. Como era de rutina, oyó a Solange llamarla:
— ¡Luna, ya es la hora!
— Ya voy, mamá.
Al llegar a la cocina, su madre puso un vaso de zumo de naranja sobre la mesa y una infusión de camomila.
— Hija, te he preparado una infusión.
— Ya sabes que no me gustan las infusiones. Ya tomo mis medicamentos para relajar...
— Las terapias alternativas dan un buen resultado.
— Estoy casi graduándome farmacéutica. Sé bien cómo administrar mis medicinas.
— Está bien, Lu. Pero ten cuidado para no exagerar en las dosis. Bébete por el menos el zumo de naranja; frutas naturales hacen mucho bien.
Después de comer algunas torradas con mantequilla y tomar la bebida preparada con cariño, la joven subió a su cuarto para arreglarse. Se cepilló los dientes y se peinó el cabello, tras vestirse. Abrió el cajón de la cómoda repleta de cajas de medicinas.
Cogió algunos comprimidos y los sorbió con un trago del agua que había en un vaso lleno sobre el armario.
Ya estaba casi saliendo del cuarto cuando se acordó de su ritual matutino. Cogió un medidor de presión digital y se lo envolvió a la muñeca, después abrió una axila y se puso un termómetro para medir la temperatura.
De repente, miró hacia la puerta. Solange estaba parada como una estatua observándola.
— No necesitas eso. Tienes buena salud. Cualquiera que te mire se da cuenta de que eres una joven saludable.
— Ya lo sé mamá. Pero me gusta mantenerme así. Por eso, lo controlo todo hasta el mínimo detalle. Soy desconfiada con todo, hasta con mi salud. Si quieres, también puedo ver tus señales vitales.
Solange hizo un gesto con la mano para que parase, como si estuviera desistiendo de aquella charla.
— Está bien. Vete ya, que es la hora de tu clase.
Ella le dio un beso en la cara a su madre y se despidió.
Mientras bajaba las escaleras, Solange le dijo:
— Te he puesto un sándwich natural en la mochila. Puedes sentir hambre durante la clase.
— ¡Vale! Eres la mejor madre del mundo.
Al llegar a la universidad, Luna se dirigió al pasillo, entró en el aula y se sentó cerca del profesor. Con atención, empezó a oír la clase que había empezado hacía pocos instantes.
— Todos necesitan cumplir la carga horaria de las pasantías como exigencia para la graduación – decía el profesor Raúl, que se rascaba la perilla gris observando la reacción de los alumnos.
La joven levantó la mano para preguntar:
— Puede hablar, Luna.
— Profesor, necesito una carta de recomendación para una plaza en el Laboratorio Titán. Están haciendo una investigación sobre longevidad humana; ¿Es eso posible?
— Sí, Luna; Ellos alcanzaron grandes adelantos en la medicina y en la farmacología genética. Todos oyeron hablar de su investigación sobre la cura de varios tipos de cáncer. Salió una entrevista, la semana pasada. Los científicos también están empeñados en una fórmula para la longevidad. Conozco al investigador jefe y voy a recomendarte.
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Luna y el Elemento Eternal
Science FictionPremisa: Una farmacéutica afrobrasileña hipocondríaca y desconfiada, que lucha contra el tiempo para descubrir un medicamento que le ayude a curar la enfermedad de su madre, no imagina que tendrá que enfrentarse a la codicia desenfrenada de sus supe...