El lunes, el jefe de Luna, Heitor, comía con la familia en su casa cuando la hija le llamó.
— ¿Papá, me prometes que vas a volver temprano esta noche?
— Sí, hija. Te lo prometo.
Isabela, en la adolescencia, fue acometida por una enfermedad que la hacía envejecer de un modo precoz y Heitor bebía para olvidarse de eso. También sentía un gran dolor por haber perdido a la esposa en un accidente fatal.
La hermana, Carla, vivía con él e Isabela. En casa, ella era su brazo derecho. Desde que los padres de Heitor habían fallecido, él cuidó de la hermana desde niña incluso pagando su universidad. Ella se sentía en la obligación de retribuir el cariño del hermano cuidando de la sobrina.
La enfermedad de la hija era un motivo a más para que el padre quisiera la fórmula del medicamento Eternal, junto con la fama que conllevaría.
Aquel día, en el trabajo, pasó por todas las mesas confiriendo las investigaciones en los microscopios. Después fue a su sala, donde también intentaba avanzar en el estudio del fármaco que todos querían descubrir.
Se acercó a la mesa de Luna y se dio cuenta de que ella hacía algunas anotaciones en su Tablet.
— Entonces, Luna. ¿Qué es lo que tiene para ofrecernos tu equipo? Parece que tú estás más adelantada en relación a los otros.
— Mira, Heitor – ella estaba entusiasmada y quería dividir lo que descubría. – He hecho un estudio de artículos científicos sobre los animales más longevos de la naturaleza. Observa el tejido del molusco que está en mi microscopio. Es una especie del Océano Atlántico Norte. Estoy estudiando su ADN. Todo indica que tiene una proteína modeladora que regula la telomerasa.
— Muy bien, Luna – dijo él mirando sobre la mesa de ella para conferir si había señales de uso de medicamentos que pudiera criticar. – Así que tengas alguna fórmula, quiero ser el primero en saber.
Después de percibir algunos comentarios maliciosos de Heitor con los colegas de trabajo, con el fin de degradar la imagen de ella, Luna estaba guardando sus medicinas dentro de su bolso personal para que ni él ni nadie la criticaran.
La busca de Heitor por fármacos era una excusa para cuestionar la genialidad de la joven, en caso de que ella descubriera el Eternal. De alguna forma, él sabía que Luna conseguiría encontrar la respuesta, cuando ella estuviera bien cerca de la línea de llegada, él la acusaría de ser hipocondríaca para intentar descalificarla y usurpar sus descubrimientos.
Después de observar las miradas investigativas de él, ella dijo:
— He sabido que la Titán está cerca de encontrar la cura del cáncer. Imagina el Eternal prolongando la vida juntamente con terapias inhibidoras de proliferación tumoral, como quimioterapéuticos y radioterapia. Si la persona sobreviviera hasta la llegada el tratamiento completo para la enfermedad, salvaríamos millares de vidas.
— Esta es tu motivación. Todos aquí saben sobre el problema de tu madre. También tengo un pretexto fuerte, tal vez un día te lo cuente.
A ella le parecieron extrañas las palabras. ¿Qué secreto guardaba su jefe?
— Cualquier avance comunícamelo. Tengo que reportárselo al Doctor Paulo Sottyo. Está ansioso por respuestas.
— Claro que sí, Heitor. Mi equipo está trabajando arduamente en eso.
Luna sabía que si dividiera los resultados, también sumaría esfuerzos con los otros del laboratorio creando una sinergia de conocimientos. Ella no quería fama. Lo que deseaba era la cura de su madre.
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Luna y el Elemento Eternal
Science FictionPremisa: Una farmacéutica afrobrasileña hipocondríaca y desconfiada, que lucha contra el tiempo para descubrir un medicamento que le ayude a curar la enfermedad de su madre, no imagina que tendrá que enfrentarse a la codicia desenfrenada de sus supe...