VII - La Ecuación del Tiempo

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FUTURO – FINAL DEL SIGLO XXI

En el laboratorio de Física, después de muchos estudios cuánticos y gravitacionales, Otto consiguió calibrar su máquina del tiempo y la testaba una vez más. El objeto creó ondas electromagnéticas y distorsionó el espacio tiempo. El científico accionó los brazos robóticos y puso ratones para que atravesaran la singularidad.

Los cobayas fueron absorbidos y dieron un salto temporal. Él empezó a hacer cálculos matemáticos que le permitieran teóricamente explicar el fenómeno científico que estaba creando en aquel momento y, sobre todo, encontrar el punto del otro lado del túnel del tiempo.

Al lado de la bella científica, Bárbara, que trabajaba con él, no sabía precisar hacia cual época los animales de teste habían viajado. El científico entusiasmado miraba los registros del ordenador y su colega se aproximó observándolo todo con admiración.

Ella tenía los labios gruesos y provocantes, principalmente, cuando se los contornaba con su pinta labios color rosa.

— Otto, me parece que presenciamos una nueva Era en la Física; un campo gravitacional distorsionado.

— Estamos casi realizando el sueño de descubrir el viaje en el tiempo.

— ¡Ya lo has descubierto! – Entusiasmada le puso la mano en el hombro.

— Necesito calcular hacia dónde fueron los ratones. Sería un modo de traerles de vuelta. Sin la ecuación del tiempo, no sabemos adónde ir y sería un suicidio usar la máquina.

— Entiendo... Tienes razón.

Él intentaba concentrarse en la investigación, aunque aquella mujer fuera capaz de sacarle del enfoque, carente después de años sin tener a nadie tras la muerte de su esposa.

Bárbara usaba una cola de caballo sobre el cuello de su bata blanca, y las gafas de montura cuadrada le daban un aire de sensualidad e inteligencia, que prácticamente hipnotizaba.

— Antes de cualquier cosa, tengo que construir un modelo matemático para esa teoría.

— Lo sé, doctor.

— Puedes llamarme Otto. Trabajamos juntos hace tanto tiempo... Podemos dejar las formalidades a un lado.

— Está bien, Otto – ella sonrió y le miró a los ojos.

El científico se sintió avergonzado con el modo en que ella le encaró, pero disimuló mirándola indirectamente por el espejo de la pared.

— Si mandamos un humano a otra época, sin perfeccionar los algoritmos, puede ser transportado, por ejemplo, dentro de una montaña o una construcción de cemento armado, o incluso fuera de la atmósfera de la Tierra. ¡Sería desastroso!

— Pero las ecuaciones necesarias son un desafío para los matemáticos hace décadas. ¿Cómo pretendes resolver eso?

— Un amigo me dijo una vez que las matemáticas son como una sinfonía. Las notas musicales son los números, y los sentimientos del músico son la inspiración para poner cada acorde en el lugar correcto.

— Estoy segura de que lo vas a conseguir. ¿Por qué no salimos esta noche para celebrar el descubrimiento?

Bárbara era una mujer madura y sexi; su mirada seductora dejó a Otto desconcertado. Con sus 34 años podía ser considerada una joven científica para los patrones de la Física.

— No sé... Desde que Celine se fue, nunca más tuve ánimo para salir.

— Otto, tú necesitas vivir. Ya hace cinco años que estás viudo. Sé cuánto ella era importante, pero vamos a disfrutar un poco, la vida continúa... — Dijo Bárbara persuasiva.

Luna y el Elemento EternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora