En Brasil, se invertía cada vez más en energía solar. La región Noreste, donde ventaba mucho, pasó a utilizar fuentes eólicas en gran escala, lo que suministraba una energía constante y renovable. Fabio vio a los clientes aumentar mucho y, consecuentemente, los lucros de las acciones ambientales.
Radiante de felicidad con el estruendoso éxito de su empresa, llamó a Luna para salir y celebrarlo. También quería darle una sorpresa. Cuando terminaron de cenar, Fabio la miró a los ojos y se quedó inmóvil por algunos segundos pensando en las palabras exactas que pretendía decir.
— Por el amor de Dios, ¿tú estás bien? – Luna se extrañó con el silencio.
Él sonrió, en lo que ella le miró aún más curiosa. Inspiró el aire y la tomó de la mano.
— Sí que parezco un chaval ansioso. Salimos juntos hace pocos meses y estoy sin palabras para preguntar algo que si me dices que sí, seré el hombre más feliz del mundo.
Luna continuó mirándole, impaciente.
Él sacó una cajita roja de terciopelo del bolsillo, la abrió y allí estaba el anillo de compromiso amarillo con un diamante incoloro.
— Sabes, Luna, yo soy un tipo que vive solitario como este diamante. Lo que me haría sentirme más valorado, sería que tú lo aceptaras como símbolo de nuestro compromiso. ¿Quieres ser mi prometida, mi futura esposa?
Lágrimas resbalaron de los ojos de ella cuando vio lo inesperado, para lo cual el corazón nunca está listo.
— Me parece un poco precoz en este momento y tú ya lo habías comentado el otro día – ella pensó por algunos instantes cómo sería estar lejos de su madre.
Se quedó estática mirándole a los ojos. Imaginó que casada, ella siempre encontraría la manera de estar cerca de Solange. Sabía que Fabio era un hombre agradable y que le gustaba la futura suegra.
— ¿Y qué? – El corazón de él aceleró en la expectativa de la respuesta.
— Claro que quiero, mi amor. Tú eres la persona más estupenda que he conocido en toda mi vida.
Fabio se levantó y puso su silla más cerca de la de Luna; el dorso de su mano tocó la piel suave del rostro de ella, apartó un poco los cabellos ondulados prendiéndoselos sobre la oreja y los dos tocaron los labios. La pareja se besó, enamorada. Después le puso el anillo en el dedo junto con la alianza de compromiso que había traído. Ella también se la puso a él en el dedo anular y estaba sellado el compromiso.
Ambos se miraron por algunos segundos.
El camarero se quedó de pie cerca de ellos porque traía algo y carraspeó avergonzado.
— Aquí está la cuenta. Perdónenme...
Pagaron la cuenta más felices que cuando la pidieron. Después de salir, Fabio la dejó en la puerta de casa.
Luna entró radiante y Solange le preguntó curiosa:
— ¿Qué ha pasado? ¿Has visto pajaritos verdes?
— ¡Mira, mamá! – Dijo enseñando el anillo. — ¿No te lo dije? Él quiere casarse conmigo.
— Me siento feliz por vosotros, querida mía. Quiero que seáis muy felices juntos.
Luna miró el pañuelo manchado de sangre que Solange, esta vez, olvidara esconder.
— ¿Qué es eso, mamá? Creo que es mejor que vayamos al hospital ahora.
— Forma parte de mi problema; hace meses que me pasa, hija. No me gusta que lo sepas para que no te preocupes. Vive tu felicidad, pues la juventud es una de las mejores fases de la vida.
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Luna y el Elemento Eternal
Science FictionPremisa: Una farmacéutica afrobrasileña hipocondríaca y desconfiada, que lucha contra el tiempo para descubrir un medicamento que le ayude a curar la enfermedad de su madre, no imagina que tendrá que enfrentarse a la codicia desenfrenada de sus supe...