Luna y Fabio se divertían aquella noche. En un clima de romance, charlaban contándose sus vidas el uno al otro.
— Las acciones que negocio en el mercado son las de empresas que invierten en el medio ambiente, como las de industrias que actúan con energía solar, reciclaje de basura, reforestación y asuntos afines.
— Me parece estupendo actuar en el nicho ecológico. ¿Fue idea de tu tío?
— No. Él me dejó la empresa ya estructurada y con gran capital. Yo siempre quise luchar por un mundo mejor y vi en la herencia la oportunidad perfecta para eso.
— Admiro mucho a las personas que piensan de esa manera. ¿Pero y el psicoanálisis? ¿Lo abandonaste definitivamente?
— Puedo volver algún día. ¿Quién sabe? El problema es que mi tiempo está cada vez más escaso y administrar una empresa no es fácil. Hice algunos cursos para aprender más sobre el asunto. A largo plazo, quiero aumentar el capital de la empresa. Pero háblame más sobre ti.
— Soy una farmacéutica recién graduada. Me gusta más el área académica, ya he hecho pasantía en algunos laboratorios, incluso en Titán y siempre he querido trabajar allí. Ellos están haciendo investigaciones de punta en oncología y longevidad. Mi mayor deseo es crear un medicamento que aumente el tiempo de vida de las personas y siento que lo voy a conseguir.
— ¡Qué magnífico! Es una idea maravillosa y espero que lo consigas.
Los ojos de ella estaban lacrimosos, pero no quiso comentar en ese momento sobre el problema de su madre. Aún no confiaba en él al punto de compartir sus mayores dolores.
De repente, Luna miró la hora. Después se puso el dedo índice sobre la arteria carótida en el cuello. Sentía un poco de taquicardia y quiso palpar sus latidos. Abrió el bolso, cogió un ansiolítico y lo ingirió rápido con agua mineral. De alguna forma, no quería que él lo notara, pero como Fabio había trabajado muchos años en la profesión médica, no había manera de que aquella situación pasara desapercibida. Con delicadeza le preguntó:
— ¿Está todo bien, Luna? ¿Puedo ayudarte de alguna forma?
Ella cogió un pañuelo y se secó el sudor mojado de la frente. Respiró hondo intentando superar la crisis.
— Me sentí ansiosa. Cuando me pasa esto, tomo un medicamento que me ayuda.
— Ya me he dado cuenta. No te olvides de que lidié por muchos años con esos problemas y puedo ayudarte, si quieres hablar al respecto. Sería muy bueno que hicieras análisis.
— Te agradezco el consejo, Fabio. En mi profesión aprendí a dosificar las medicinas. Sigo al pie de la letra las posologías de los prospectos. Ya hice tratamiento psicoanalítico hace algún tiempo, pero me siento mejor con los medicamentos.
— Cada persona es diferente, Luna. El psicoanálisis existe para mapear los conflictos y llevar la mente al estado más saludable posible. Decir que alguien pasó por esta pandemia, sumada a los problemas que cada uno enfrenta en la vida, sin sentir alguna alteración psicológica es casi imposible.
— Tienes razón – dijo ella apoyando su mano sobre la de él.
Él le masajeó los dedos.
— Creo que estoy mejor, pero tenemos que irnos. Está haciéndose tarde – ella se tocó la carótida para conferir los latidos una vez más intentando disimular en vano.
— Como quieras. Me han encantado estos momentos contigo.
— A mí también.
Se besaron una vez más antes de pedir la cuenta e irse.
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Luna y el Elemento Eternal
Science FictionPremisa: Una farmacéutica afrobrasileña hipocondríaca y desconfiada, que lucha contra el tiempo para descubrir un medicamento que le ayude a curar la enfermedad de su madre, no imagina que tendrá que enfrentarse a la codicia desenfrenada de sus supe...