Otto estaba en la cocina charlando con Solange, ansioso como era de costumbre, esperando la llegada de Luna. Comentaban sobre el director de la escuela que vivía incomodando a los profesores.
— Es un pesado. Cuando estoy explicando la mejor parte de la materia, entra en el aula y me interrumpe.
— Conmigo es lo mismo... — reafirmó Otto sonriendo. – Una pena que no haya remedio contra la pesadez.
De repente, Luna llegó y se saludaron, cuando ella apareció en la puerta de la cocina.
— Me gustaría felicitar a nuestra cumpleañera. Qué sus caminos sean siempre iluminados por la sabiduría.
— Gracias señor Otto.
— ¿Tu madre ya te ha contado sobre el regalo? ¿Podrías ir a buscarlo a tu cuarto para enseñarte cómo funciona? Ya es un poco tarde...
De repente, Solange tosió poniéndose la mano sobre la boca.
— ¿Está todo bien, mamá? – Luna la sujetó por el brazo, mientras ella se esforzaba por carraspear.
— Todo bien, hija. Esto es común con la quimio; mis mucosas se quedan doloridas.
— ¿Quieres que busque alguna medicina para aliviar el dolor?
— De momento, no necesito nada. Después me haré una infusión para mejorar. Busca el notebook para Otto, cariño.
— Si queréis dejarlo para otro momento, por mí no hay problema. Debéis estar cansadas.
— Nada de eso, señor Otto. Estoy muy ansiosa por ver cómo funciona.
— Es algo muy importante que te va a cambiar la vida.
— También me he sentido curiosa con esa historia – dijo la madre prestando la máxima atención.
Luna fue a su cuarto, ingirió un analgésico para aliviar un dolor de cabeza, debido al cansancio que intentó disimular. Trajo el objeto tecnológico sujetándolo con mucho cuidado. Lo puso sobre la mesa del comedor y lo abrió dejando al holograma manifestarse.
— Si esta cosa me ayuda en mi investigación sobre el Eternal, me sentiré muy satisfecha.
Otto miró hacia el lado de reojo no gustándole lo que había oído. A fin de cuantas, lo último que él quería era el descubrimiento del Eternal. En verdad, su deseo era que el objeto tecnológico persuadiera a Luna a no crear el medicamento de longevidad. Para eso, quería mostrarle a ella cómo sería el mundo polucionado del futuro. Necesitaba concienciarla y a los demás envueltos en la investigación sobre los efectos nocivos de la superpoblación.
En ese instante, Solange cogió algo de la nevera; un pastel de cumpleaños. Le puso una velita encima y la encendió.
— ¡He traído una sorpresa!
Empezaron a cantar el feliz cumpleaños para alegría de Luna. Ella sopló la velita y comieron algunos pedazos de pastel.
— Eres increíble... No tenías que haberte preocupado conmigo. Es de fresa, ¡mi favorito! ¡Gracias, mamá!
— No es preocupación, hija. Es amor de madre.
Todos sonrieron felices, cuando Otto se acercó al aparato: un ordenador cuántico de alta tecnología.
— Siento mucho interrumpir un momento tan agradable, pero el tiempo no perdona. Me gustaría hacer la demostración del funcionamiento.
Ellas asintieron.
Entonces él dijo la contraseña despacio.
El dispositivo tenía una memoria casi infinita de datos. Su batería era capaz de durar varios años, producida con la más alta tecnología alimentada a base de fotones de energía solar.
ESTÁS LEYENDO
Luna y el Elemento Eternal
Science FictionPremisa: Una farmacéutica afrobrasileña hipocondríaca y desconfiada, que lucha contra el tiempo para descubrir un medicamento que le ayude a curar la enfermedad de su madre, no imagina que tendrá que enfrentarse a la codicia desenfrenada de sus supe...