Luna volvió a su apartamento en compañía de Fabio, que quería protegerla, después de haber oído toda la historia sobre la persecución de los bandidos. Aquella noche, reanudaron su amor.
El muchacho, después de disculparse por sus errores, descubrió que ella ya le había perdonado y sólo quería un tiempo más para pensar. Pero todo había cambiado. Solange había partido, así como Otto.
La pareja se besó, apasionadamente, y él la invitó a vivir en su casa, mientras el peligro aún rondaba la vida de Luna. Ellos sabían que si Otto había dicho la verdad, habría personas capaces de cualquier cosa para conseguir la fórmula del Eternal. La prueba era que el profesor había pagado con la propia vida.
Ambos merendaban y conversaban:
— Creo que aún es peligroso que te quedes en tu casa.
— Pero Paulo también murió en aquella explosión.
— No sabemos si había alguien más, interesado en tu investigación.
— Eso yo lo sé: Heitor. Creo que él no es capaz de hacer ninguna atrocidad para conseguir la fórmula.
— En cuanto a eso, no sé. Tú me dijiste que invadió tu ordenador algunas veces de manera extraña.
Ella abrió su bolso de medicamentos durante la conversación.
— Dicen que bebe mucho y tiene una hija que padece de senilidad juvenil, un síndrome raro.
— No sé qué decir. Pero tú decides y puedes quedarte en mi casa cuanto quieras.
Él la abrazó de modo acogedor. Luna puso la bolsa con los comprimidos sobre la mesa.
— Iba a tomar un ansiolítico ahora, pero me he acordado de que tú y mi madre siempre me ayudasteis a buscar otras maneras de lidiar con las situaciones. Ya había conseguido disminuir las dosis, pero ocurrieron tantos problemas que no he podido resistirme. Perdí el empleo, mi madre e incluso a Otto, a quien empezaba a tomar cariño. En cuanto a nosotros, terminamos la relación y tú me gustas de verdad.
— Perdóname, cariño. Yo te amo y sentí mucho tu falta – él se retractó una vez más.
— No necesitas disculparte de nuevo. La vida está llena de altos y bajos y lo importante es que estamos juntos.
Luna cogió sus pertenencias más importantes en su apartamento y ambos fueron a casa de Fabio.
Sintiéndose un poco más seguros allí, volvieron a conversar, cuando él miró los medicamentos que la joven puso sobre una mesa en el cuarto. Viéndole observar, ella dijo:
— Lo voy a conseguir. No tomaré más esos comprimidos.
— Pero no puedes parar de inmediato. Tienes que hacer un desmame disminuyendo la medicación por la mitad durante dos semanas. Después reduce la dosis por el mismo periodo y alterna los días con las dosis bajas durante las semanas siguientes hasta eliminar la ingestión. Así tu organismo no sentirá más falta del fármaco y no correrás el riesgo de tener un síndrome de abstinencia.
— Ya lo sé. ¿Te has olvidado de que soy farmacéutica?
— Perdona. Sólo quería reforzar la idea. Estaré siempre a tu lado para ayudarte.
— Gracias, amor mío.
— ¡Te amo, Luna! Yo recordaba los momentos que vivimos todas las noches sintiéndome carente de tu piel suave, de tus labios calientes.
Ella le puso la mano en los labios para que parara de hablar y le acercó el rostro besándole fervorosamente, saciando las ganas que tenía de estar más próxima de su amor.
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Luna y el Elemento Eternal
Science FictionPremisa: Una farmacéutica afrobrasileña hipocondríaca y desconfiada, que lucha contra el tiempo para descubrir un medicamento que le ayude a curar la enfermedad de su madre, no imagina que tendrá que enfrentarse a la codicia desenfrenada de sus supe...