Yo también pienso lo mismo. Y como con todo en este relato, no tengo una respuesta. ¿Por qué diablos escribo sobre mí mismo si me voy a delatar de esta manera? Estoy dañando mi imagen, puedes estar diciendo mientras te ríes de mí. Porque claro que te estás riendo de mí. Eso o genuinamente estás preocupado, desconcertado; agenamente avergonzado. Discute con tales argumentos y no te voy a quitar la razón. La tienes.Pero no me importa.
¿Saben algo? No, mejor hablaremos sobre ello en otro capítulo, cuando llegue la parte de Katerine. Tengo que aprender a organizar mi mente cronológicamente. Créanme que es complicado cuando escribes en base a recuerdos y no imaginación.
Y bueno, eso de exponer mi intimidad de tal manera es mi forma de hacer de este un libro justo. Si voy a estar siendo perjudicialmente sincero contra mis compañeros de trabajo y la compañía, más que bien debería de perjudicarme a mí de algún modo, ¿no? Para que si esta gente lee esto y me quieran colgar poder decirles que vayan al capítulo cinco, versículo ocho, primera de Corintios y como sea que los pastores ordenan a sus hermanos a indagar en la Biblia, y se topen con que, efectivamente, yo también soy un humano imperfecto. O un cabrón lleno de mierda, tómalo como quieras.
Nah, no voy a ser tan hijo de mi abuela. Voy a serlo, sí, pero no me voy a enfocar tanto en ustedes. Ustedes mis co-trainees, mis compas de clases, los que fueron reclutados en la misma tanda que la mía y por ende cayeron, junto a mí, bajo el mismo entrenador.
-Yuwonimoh.
-¿Qué? -inquirí yo.
-Yironimoh.
Mi cara de what the fuck -espero- no es tan obvia delante de terceros, pero sí notoria. Terminó diciendo, ante mi confusión, Jerónimo, así como se pronunciaría en español; tal y como Abraham, pero a ese sí le entendí sin necesidad de una traducción.
Geronimo -así es como en realidad se escribe- era un hombre negro, flaco y menudo cuyo concepto físico es la primera referencia al tremendo escuadrón de película que conformaba el salón de clases del dieciseis de agosto.
A partir de aquí estaban supuestos a leer una especie de escena exagerada estilo pasarela. Así conocían a todos. Pero editando caí en la
cuenta de que era demasiado. Resumiré que hay un gordo llamado Douglas, un acneíco llamado Moises, una fuma hierba llamada Kwan Yin, una loca que dijo "orgasmo mental" de la nada en el primer día llamada Jenipher, un calvo del Bronx -o del Brooklyn, da igual, es la misma vaina- llamado Francis. Elian, un maldito cuero del diablo.Esperen que me escribió Alaska. Estamos hablando de Katerine. Sobre ellas dos ya les cuento ¿okay? No se me desesperen, ya llegaremos ahí. Ahora estamos con Aimee ¿verdad? Sí, con Aimee. Hm. Me hace gracia ahora que retomo eso.
Sí me gustó Aimee al principio. Resaltó para mí como para un niño resalta otro niño en esas típicas juntas de los padres los jueves. Supongo que lo disimulé bien. Mi interés va como el poder de los personajes tipo combustión de Avatar: La Leyenda de Aang: primero es una línea de aire, silenciosa y cautelosa... y luego se abre y explota, fuerte y caótica. Un Big Bang. Un águila que se abisma en picada hacia su presa y de repente abre sus alas para amortiguar la caída y sus garras para clavar y atrapar. Son emociones que se intensifican a través del día, cuando no está conmigo la persona que las provocó, especialmente.
Geronimo nos va a llevar arriba. Me faltó quizá un tercio del grupo. Luiny de León, un cabrón que se parece más a Post Malone que Post Malone; Ángel Asencio, padre de dos o tres hijos o algo así, su inglés también es muy bueno; Vladimir, un haitiano políglota que parecía caerle las mil maravillas al entrenador; Emma, prácticamente la versión femenina de Ángel y... Como iba el moto de un sabio por ahí: «Si no me acuerdo, bien podría importarme dos huevos y medio.» (Yo me inventé esa vaina).
Decía.
Yiwonimoh, el entrenador de bermuda cargo, hizo del grupo un tren chuchú para hacer un tour a través del piso de producción. Ya saben, donde esas horribles computadoras se encuentran en standby, rogando que no las usen porque si no se congelan hasta quemarse del frío. Donde celulares, televisores, lavadoras y secadoras, estufas y refrigeradoras se encuentran en display. Todos productos Samsung.
Todos productos de la compañía que terminé odiando.
Aunque claro. Este relato no se trata de mi eventual desencanto laboral. Se trata de mis alegrías, tristezas y el corazón que me fue roto. De mis co-trainees, de Aimee y Elian pero, principalmente, de Katerine y Alaska.
Preparamos los lazos. Y vamos atando.
Vamos atando.
ESTÁS LEYENDO
neverita ©
Short StoryDicen que es pecado de autor escribir sobre sí mismo, pero este relato no es sobre mí. Este relato es sobre una chica, y el amor que sentí por ella. Supongo que sería más acertado debatir en cuanto a si ese amor lo era en realidad.