14 / Payday

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Kevin
bueno pues voy contando mientras espero el uber
teníamos la cita planeada del cine, creo que recuerdas eso

Alaska
Siiiiii

Kevin
o sea que te lo dije

Alaska
Si si, me hablaste cuando tuviste dudas porque se canceló

Kevin
si, bien, perfecto
entonces llegó el viernes pasado
y ese día si fuimos
tomé prestado el vehículo de mi mamá, teníamos previsto que yo la buscaría aquí al trabajo, pero primero hice dos cosas
una es irrelevante (comprar unos audífonos) y la otra es... adivina

Alaska
Flores? Haha



¿Ústedes qué creen? ¿Le había comprado flores a la Bespoke? ¿Creen que soy esa clase de chico?

Bueno, algo era seguro, y es que necesitaba (o me convencí a mí mismo de que necesitaba) unos audífonos con la función de cancelación de ruido; eso porque el bloqueo de escritor ya se había alargado hasta el punto en el que me estaba deprimiendo. Me convencí de que jamás recuperaría mi inspiración al teclado sin unos AirPods Pro que me ayudaran a escribir en el trabajo, antes de que mi jornada comenzara. El asunto es que los audífonos inalámbricos de la compañía trillonaria costaban casi lo que ganaba yo en una quincena. De no haber sido ese viernes un viernes de cobro, mi cuenta de banco ni siqueira habría podido completar la transacción.

Para llegar a la tienda donde compré los AirPods necesité incluso llamar al número de la misma. Anduve perdido tan solo un poquito. Llegué a aparcar el vehículo frente a una lavandería pública y, sabiendo que los proveedores de mis anhelados audífonos se encontraban a no mucha distancia, caminé hacia ellos. Salí de allí con una bolsa con el nombre de la tienda tecnológica y once mil quinientas veces más liviano. No me importaba tanto el dinero, sin embargo; a la hora de gastar en cosas que según yo acrecientan mi productividad, deja de ser gastar y se convierte en invertir. Cargaba con la misma ideología en cuanto a lo siguiente que compraría, lo que no era irrelevante según el Kevin que le contaba el chisme a Alaska.

¿Adivinó ella en cuanto a las flores? Bueno, descúbranlo ustedes mismos.

-Disculpe, ¿usted sabe dónde venden flores?

La señora, que caminaba rumbo a su casa luego de un día largo -si me lo preguntan a mí-, contestó que no.

-Hola, disculpa -intervine yo ante otra mujer, esta vez mucho más joven pero desde luego que originaria de un día ajetreado-, ¿sabe dónde venden flores cerca de aquí?

La joven adulta solo gesticuló con la cabeza la desdichada respuesta. Si me lo preguntan a mí, creía que yo era otro de esos hombres que me acercaba solo para tirarle la liga.

Ya que ella se dirigía hacia donde había dejado el vehículo, yo tomé dirección contraria (no queríamos hacer que la pobre dama sintiera que la estaba acosando..., y eso habría sido incómodo, yo camino más rápido que ella).

No solo buscaba con la mirada transeúntes de potencial sabiduría, también fachadas que exhibieran flores, corazones, peluches, chocolates o lo que sea que los románticos le regalasen a sus enamoradas. No estaba de malhumor, pero ya me llegaba la preocupación de que el sol también caminaba rumbo a casa luego de un largo día, y yo cargaba con una funda llamativa valorada en cinco dígitos de la divisa dominicana, o sea, una quincena de trabajo duro. De una esquina apareció un muchacho como de mi edad que inspiraba atletismo callejero (patinetas, skateboards, parkour, lo que sea) con una mochila sobre su espalda. En papel era la clase de chico que no regalaba flores a su dama sino condones, pero de todas formas me acerqué y le pregunté.

neverita ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora