15 / Physical damage

7 1 0
                                    




-¿Qué me vas a traer de allá?

-Unos guandules.

Katerine pronunció «guandules» tal y como lo haría un puertorriqueño: gandules. Reí y le dije que para qué quería guandules si tenía el mío a mi lado.

-Pero ven conmigo entonces -dijo ella, y como es ella no sabes si sus ideas de saltar de un puente son en joda o en serio.

-Cuando tenga cualto. Eso eres tú que estás forrada.

-Ay no, yo no tengo nada.

Quizá. Katerine era trainer y trabajó como agente durante un año, no obstante..., es Katerine. Va por la vida como si puede saltar de un puente sin morir. O no le importa morir. Me acababa de proponer -pudo ser en joda, pudo ser en serio- salir con ella a Puerto Rico, ignorando el hecho de que su mamá también iba.

-Ya está llegando -anuncié al incitarla a abrir la aplicación de Uber-, tenemos que salir.

Katerine se despidió de sus «niños» antes de unirse conmigo en el camino directo a la salida. Fue una de esas noches en las que fui paciente y la esperé a que terminara su jornada. ¿Cómo no si ahora era prácticamente mi novia?

Bueno, podemos enfatizar un poquito más ese «prácticamente».

El wachi que le tocaba estar ahí a esa hora nos abrió la puerta de hierro en el punto de control. Era casi siempre el mismo wachi. Él sí nos veía como si éramos novios, pero no creo que eso importe mucho.

El Uber era un K5 gris del 2013. Se vio forzado a parar un poquito más alejado a la puerta, por lo que tuvimos que caminar veinte metros. Par de metros lejos de la luz y par cerca de Donde el Diablo se Ponchó a Eva. Ella abrió la puerta trasera del carro y, como si olvidaba que yo no iba con ella, se volvió a mí.

-Entonces te quedas.

-Esperándote, maldita.

Echó una risita que rápidamente se convirtió en una mirada profunda y picarona.

-You text me, okay?

-Claro -dije-. Tú me mandas fotos.

-Sí. Voy a seguir con tu libro también.

-Dale, pero no dejes de disfrutar.

Me empezaba a sentir incómodo, y la razón era tal vez obvia: el K5 no era una inteligencia autónoma sino que un humano lo conducía y un humano esperaba a que nuestra despedida de novios novatos terminara. Katerine no sentía lo mismo, aun así, hizo ademán de meterse dentro del carro.

Ademán porque yo la detuve.

-Hey. ¿Te vas a ir sin darme un abrazo?

Se sonrió. Me dio un abrazo. Rápido, no me gustó. Luego miró en dirección a la entrada de Alorica y se volvió a mí con un beso rápido en los labios. Estaba consciente, cuerda; yo, por el otro lado, quedé perplejo. Ante eso la Bespoke mostró sus dientes y dijo: «Text me when you're home». Y entró al carro. Un minuto después, ese K5 se había incorporado al tráfico de la 27. Catorce horas después, Katerine estaría en casa de su tía, en San Juan, al lado de un charco llamado Laguna los Corozos.

Seguiríamos escribiéndonos en WhatsApp, y yo pensaba que tendría unos cinco días sin Katerine normal. Pero no. Mis co-trainees tenían otros planes para mí. Mis co-trainees habían estado plantando semillas de revolución en toda Alorica. Las vigorizaban con fertilizante y las protegían con pesticidas. Ya asomaba el verde. Pronto habrían troncos destructivos en todo el lugar. Sus planes me involucraban a mí como una de esas ramas.

neverita ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora