VII

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—Pensé que los androides no tenían consciencia de sí mismos —dijo Lavinia.

—No la tienen —respondió Evander Smith—, lo que sí tienen es una idea de sí mismos como entidad colectiva. La construcción de la identidad, aunque sea como una categoría, en este caso, «androide», implica una serie de elementos entre los cuales se incluye el pronombre que usamos al referirnos a elles.

—Entiendo —susurró la mujer.

O no le importaba, o no lo había entendido. De cualquier manera, a Evander le daba igual. No la había llamado para hablar sobre metafísica androide, o lo que fuera.

—Detective, la ciudad está enfrentado una crisis —comenzó a explicar sentándose tras el escritorio e indicándoles a las mujeres, con la mano, que hicieran lo mismo.

—Qué novedad —interrumpió la susodicha—. Con lo que desperdician el agua... ¿A quién se le ocurre tener una fuente de adorno?

—Abuela —susurró Camila—, dejalo hablar.

Lavinia obedecio a regañadientes, a juzgar por la expresión malhumorada y la forma brusca con que se apoyó, en el respaldo de la silla, con los brazos cruzados. Evander esperó un momento que el silencio se instalara y continuó en el mismo tono pausado que usaba cuando hacía una presentación:

—ANDI ya les explicó, a grandes rasgos, las características y el propósito de la nueva línea que lleva su nombre. Como les dije, la ciudad está por enfrentar una crisis. Mejor dicho, una serie de crisis que, combinadas, se cree que ni la población ni las instituciones serán capaces de sobrevivir. Qué va, ni siquiera la infraestructura —Hizo una pausa para observar la reacción de sus interlocutoras, lo que en su fuero interno solía llamar «pausa dramática» —. El aislamiento respecto de otras ciudades estado dificulta mucho más las cosas. Si no fuera por la ConUrbe...

—Nosotras vivimos en la ConUrbe —volvió a interrumpir la detective enderezando la espalda—. No me venga con sus discursitos de cooperación y heroísmo.

—¡Abuela! —repitió la nieta—. Estás más amarga de lo normal —agregó en voz baja.

—¿Y cómo querés que no me amargue si este tipo nos está diciendo cosas que ya sabemos y encima nos quiere caer bien con esas boludeces de las propagandas? —se reclinó de nuevo en el asiento en la misma postura que antes, murmurando algo que Evander entendió como—: A veces, de verdad tengo la esperanza de que la muralla se venga abajo y nos invadan los carpinchos.

—Vaya al grano, por favor —solicitó Camila volviéndose hacia él con una mirada suplicante—, se está irritando y no sé muy bien por qué.

El CEO de Androides y Robots S. A. se tomó el puente de la nariz con el índice y el pulgar. La necesidad de otro cigarrillo regresó para dominar su pensamiento; sin embargo, como no le gustaba fumar en público, se obligó a retomar el hilo de lo que estaba diciendo hasta encontrar el punto exacto por donde debía continuar.

—El convenio de producción ya fue firmado; solo falta el paso por el Congreso: que lo apruebe la Comisión de Asuntos Cibernéticos y lo eleve a la Legislatura para que se debata allí y se apruebe también. Es un trámite, por supuesto, pero insistimos en seguir todos los pasos, como corresponde. El problema es que los grupos antirrobots aprovechan cualquier descuido nuestro para instalar su agenda contra los autómatas. Ya está sucediendo. Los casos que ocurrieron esta semana fueron levantados por los medios, y algunos líderes activistas están comenzando a exaltar a la opinión pública —Otra pausa—. Deben entender que hay muchos intereses en juego; no solo los nuestros y los del gobierno, sino también muchos otros que no menciono. Detective —Miró a Lavinia—, todo depende de usted. Es necesario que llegue al fondo del asunto y lo resuelva lo más pronto posible.


La ciudad de la furiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora