No quedaba nada. Cuando la ingeniera Peretz ingresó la primera orden a la interfaz, el cuadrado negro de la pared brilló con un destello blanco que desapareció para dar lugar a un cartel de error. Ella retiró el enchufe del respaldo y, tomando este último, lo arrojó contra la pared. La masa gomosa rebotó y salió disparado hacia la puerta; la detective y su nieta se salvaron de milagro de recibir un golpe porque pasó justo en medio de ellas.
Quien no tuvo suerte fue ANDI 1.0 versión Beta, código de identificación EV02A, que traía una taza de mate cocido para su empleadora. El respaldo le dio de lleno en la frente, de tal modo que cayó al piso como si se hubiera desmayado, en medio del desparramo de vidrio roto y líquido caliente.
Las tres mujeres se abalanzaron a la puerta al oír el estruendo. La última en asomarse fue la ingeniera, que lanzó un grito de horror en cuanto se dio cuenta de quién se trataba.
—¡Ay, no! ¡Perdoname, ANDI! ¡Te juro que fue sin querer!
El androide permanecía acostado con los ojos abiertos, fijos en el techo. Luego de unos segundos, se incorporó, giró la cabeza hacia la mujer que se retorcía las manos a su lado y habló con la misma voz serena y expresión inalterable que ya conocían:
—No es necesario que se disculpe, ingeniera. No he sufrido ninguna clase de daño; el autodiagnóstico indica que todo funciona correctamente.
—Ay, qué suerte —suspiró aquella con evidente alivio—. Me quedo tranquila.
Camila observaba al autómata con atención.
—Este ANDI es diferente —dijo.
—Sí, claro —fue la respuesta—. Este es le ANDI que está a prueba. Le que las acompaña a ustedes es la versión 2.0. Es el único ejemplar en funcionamiento.
—Es una joda —dijo Lavinia, escondida detrás de la nieta.
—No, claro que no. Les ANDI que están fallando son como este.
La detective se pasó la mano por la frente y respiró con fuerza.
—O sea que nadie me iba a decir que estaba basando mis hipótesis en un prototipo que no es.
La ingeniera parecía desorientada.
—Pero usted se entrevistó con el señor Smith. ¿Él no le explicó?
—¡No, no me explicó! ¡Será posible que nadie en esta empresa tenga interés en...?
—¿¡Cuál es la diferencia entre les ANDI como este y el 2.0!? —interrumpió Camila.
—Eh... Bueno, no es mi departamento, así que desconozco los detalles —explicó la ingeniera cambiando el tono—, pero, por lo que pude observar en mis intercambios con la versión nueva es que su aspecto y sus movimientos son más cercanos a los de los humanos, y algunas de sus reacciones, también —Giró la cabeza a un lado y a otro, como para asegurarse de que el androide no estaba—. ANDI —agregó dirigiéndose al androide—, apagá tu sistema de receptores auditivos.
—Sí, señora.
—Aquí entre nos —continuó la mujer—, este modelo tiende a ser un poco arrogante. No se nota si una tiene un trato superficial con elles porque no es algo muy evidente. Esto aplica a todes les ANDI. En mi experiencia, es algo que surge en los individuos que tienen contacto permanente con seres humanos trabajando con elles. Una elección de palabras, un gesto, si no se es una persona observadora, ni se nota. Creo que nos desprecian. La diferencia con la versión 2.0 es que esta a veces lo disimula más, otras, menos. En ese sentido es más humano. Acosta-Smith no nos dio ningún dato sobre los cambios en la programación; de hecho, los departamentos de diseño de cada modelo se encuentran en edificios diferentes.
A Lavinia se le prendió la lamparita.
—¿Podrá ser esa una de las fallas mínimas que mencionó 2.0 en el ascensor?
—Podría considerarse una falla, si quieren, sí. Nunca lo hablé con nadie porque a veces pienso que son ideas mías; tampoco me dediqué a investigar el asunto porque no tengo tiempo. De hecho —La ingeniera miró el reloj de pared que estaba frente a ella—, se me está terminando la hora de descanso. Tengo que volver al laboratorio.
Se levantó; le ANDI la imitó.
—¿Me acompañan o le digo a ANDI que las escolte a la salida?
La detective y la nieta se miraron.
—Nos gustaría hablar con un programador —dijo esta última.
—Yo las guiaré hasta allí —dijo una voz detrás de ellas.
Lavinia dio un salto al oírla. ANDI 2.0 la observaba, impasible.
¿Dónde había estado todo ese tiempo?
ESTÁS LEYENDO
La ciudad de la furia
Science FictionLos androides son la última esperanza de una ciudad en decadencia. La primera tanda de unidades está lista para salir al mercado gracias a los esfuerzos de Androides y Robots S. A., en convenio con la Oficina de Asuntos Cibernéticos de la Ciudad Est...