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Nunca digo adiós, porque un adiós significa irse e irse significa olvidar. 

J. M. Barrie

25 de mayo 2021

ANA SOFIA

Y como se lo había comentado a mi amiga, al fin estoy en tierras madrileñas, camino al estacionamiento del aeropuerto y logro visualizar a mi papá, corro lo más que puedo y lo abrazo fuerte, tenía casi ocho años de no ver a mis padres y hermanos en persona, aquella relación me alejo de todos o bueno yo me aleje del mundo, por el rencor hacia mi progenitora, por bien de mí misma y por el trabajo; desgraciadamente herede ese gran defecto de mi madre, soy workaholic para evitar sobre pensar las cosas que suceden en mi vida, aunque como todo en la vida, también me ha traído bastantes problemas.

Estar nuevamente en aquella casa en la que pase tantas cosas junto a mi familia fue muy duro para mí, la respiración comenzaba a faltarme, recuerdos inundaron mi mente y mi corazón, la primera vez que aprendí a dominar la bicicleta o cuando estampe mi rodilla a los 12 años contra el muro de concreto al lado del portón de enfrente, después de subirme a la patineta de mi mejor amigo Sam, la cual no sabía cómo se utilizaba, dure tres semanas con una férula y sin poder moverme de mi cama, situación que en parte disfrute bastante, así no debía ver a los idiotas de mi clase de música, las presumidas del equipo de porrismo o a los del instituto. Me acuerdo también cuando estábamos en la pequeña fiesta por nuestro cumpleaños número 7, Santiago me perseguía por el borde de la piscina y al estar resbaladizo golpee mi cara contra la orilla de la pared y mi hermano choco conmigo, terminamos ambos con una ceja y dos dientes rotos, acompañado de toda una tarde de regaños por parte de mi mamá.

Pero no todos los momentos fueron así, también pase días verdaderamente horrorosos, la llegada de aquella mujer y su hija para cuidar de nosotros, los golpes, gritos y días sin comer para que se apiadaran de mi situación, había perdido a mi mellizo con quien compartí todo y es ellos no lo comprendían, nunca entendieron el lazo tan fuerte que teníamos Santiago y yo, en lugar de apoyarme, me encarcelaron en mi propia casa, alejándome del mundo, convirtiéndome en la persona insegura, llena de perjuicios y trastornos que soy ahora; mi cuadro de desnutrición no funcionó del todo, los únicos que comprendieron que no estaba bien eran mis hermanos menores de 10 y 7 años, nunca les hicieron caso cuando les comentaba que su Nani estaba enferma, le importo muy poco el hecho de que estuve a nada de morir después de mi intento de suicidio; a mis hermanos mi madre los amaba con el alma y cuidaba como el tesoro más preciado, el problema o estorbo en esa casa era su hija mayor, yo era la que para ellos era rebelde, altanera y malagradecida, nunca se puso en mi lugar, ella también tiene hermanos, pero nunca con la complicidad de sus hijos.

Subí a mi habitación a cambiarme de ropa y darme una ducha caliente para relajar mis músculos tensos por el viaje, el lugar estaba tal y como lo recuerdo, mis libros en la repisa al lado del escritorio que papá había comprado especialmente para mí después de semanas de insistencia, la cama tendida con la manta que utilizaba Santi de niño, el espejo al lado de la puerta del baño adornado por dos fotografías de mi familia siendo sostenidas de los bordes por unas calcomanías del Real Madrid y del equipo de porrismo al que pertenecí antes de mi encierro en la fea torre de mi "castillo", de la misma manera que en la película de Rapunzel; era mucha nostalgia la que me transmitía todo aquello, pero también me permitía recordar mi vida antes de irme y me hacía preguntarme ¿Cómo sería mi vida si nunca me hubiera ido?, nunca hubiese alcanzado lo que tengo o al menos no como es ahora, quizá estuviera de lleno en la empresa familiar rompiendo mis neuronas con cada una de las aburridas reuniones de papá; no hubiese conocido a David, Jorge, Nathalia y a Morat, reencontrarme con los Cárdenas, mi segunda familia, no sentiría mi corazón destrozado por enamorarme de la persona equivocada, no hubiese tenido a mi perro y mucho menos lo perdería, pero lo que más preguntas me daba era que nunca me hubiese enamorado de los ojos esmeralda más lindos del mundo; definitivamente me lastimaron, pero también fui feliz, no cambiaría nada de lo que viví hasta ahora, después de haberme ido.

BUSCANDO EL AMOR VERDADERO (Juan Pablo Villamil- Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora