7. Mis nervios y la melodía de tu risa.

1.7K 183 132
                                    

Despertó justo como había quedado dormido, sólo que ya no estaba su amigo a su lado.
Tardó en abrir sus ojos del todo, pero cuando lo logró, se sentó en la cama y notó que Kyle le había dejado el cambio de ropa que alguna vez él mismo olvidó en su casa.
Se dio un baño rápido y medio dormido, no necesitaba la guía de Kyle para eso, había ido tantas veces a su casa que era prácticamente como si fuera suya también. Cuando terminó, regresó a la recámara, tomó su mochila con sus cosas y bajó las escaleras.
Encontró al pelirrojo ayudando a su madre con el desayuno, servía batido en los vasos y cortaba fruta. Kyle era muy hacendoso, era realmente educado y respetaba mucho a sus padres.

— ¡Buenos días, Stanley!

— ¡Hola, Stan!

— Buenos días Sra. Broflovski, buenos días, Ike. — Saludó con su típica sonrisa alegre.

Kyle le sonreía y le señalaba dónde sentarse con la mirada. Sentía muchas náuseas, pero aun así desayunó e intentó conversar con los demás en la mesa. Terminaron y se dirigieron a la escuela. En momentos recordaba lo cerca que habían estado la noche anterior y lo bien que se sentía. Durante el recorrido su amigo no paraba de hablar, pero él tenía ya minutos en los que había dejado de escuchar. Estaba muy atento a sus ojos, el verde vivo y determinado contrastaba sus mejillas rosas por el frío que las tocaba o su cabello rojo cobre asomándose por debajo de su ushanka... Entonces en medio camino vomitó sobre las botas de su amigo.

Kyle de inmediato se sorprendió y paró de caminar para atenderlo. — ¡Viejo! ¿Estás bien? — Dijo espantado. Tenía una mano en su espalda dándole golpecitos pequeños.

Stan se enderezó y con la mirada baja comenzó a sacudir su vomito. — Agh...

— Ten — Ofreció un pañuelo que había sacado rápidamente de su abrigo.

Stan lo tomó. Se agachó y comenzó a limpiarle las botas que habían sido salpicadas. Había sido un reflejo inconsciente, pero se veía muy ridículo completamente sucio de su abrigo y barbilla.

— ¡No, idiota! — Se quejó Kyle, disgustado. — ¿Qué te ocurre? Levántate ¡es para ti no para mí! — Lo tomó de los brazos y ayudó a estabilizarse.

Ahora estaba más avergonzado y no sabía dónde esconder la mirada. Si pudiera verse a sí mismo se habría dado cuenta que su cara estaba completamente roja como un tomate y sus labios temblaban mucho.

— Sube la cara — Lo sujetó de un hombro y comenzó a limpiar su boca, barbilla y chamarra. Con mucho cuidado y delicadeza, a pesar de lo asquerosa de la situación.

Pero eso no ayudaba nada a mejorar la situación. Stan sintió u estomago revolverse de nuevo. — Amigo, n-no... — Se quitó de su agarre y giró vomitando ahora en la nieve.

— Mierda... ¿Te sentó mal el desayuno? — Preguntó muy preocupado. — ¿Estás enfermo? Regresemos a casa por medicamento.

Stan negó con la cabeza, se enderezó y evito su mirada. Comenzó a caminar con más prisa de lo normal, dejándolo pasos atrás. — Estaré bien.

— ¡Chicooos! — Kenny corría hacia ellos con una sonrisa de oreja a oreja, dejando a Cartman detrás de él, quien se quejaba por eso.

— ¡Hola Ken! — Lo saludó Kyle mientras el pelinegro se limitaba a saludarlo sólo con su mano.

Pero una vez llegó hasta ellos, la sonrisa del rubio se reemplazó por una cara de desconcierto. — Amigo qué mierda. — Dijo mientras observaba el desastre en el piso detrás de ellos.

Stan continuó caminando, ignorando la situación, Kyle decidió hacer lo mismo, pero Kenny y Eric, que ya había llegado con ellos también, no lo iban a olvidar tan fácil. — ¿Eso lo ocasionó la señorita estricta o el judío? — Cartman se burlaba con una sonrisa en sus labios.

Siempre has sido tú. (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora