Capítulo 9.

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Pues

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Pues. —Sonrió—. Hay un estanque en la parte trasera. La gente y los peces nadan durante el día, pero debería estar tranquilo esta noche. Hay un sendero y unos bancos. ¿Quieres ir a sentarte conmigo un rato?

—Sí quiero.

—Bien. Aquí. —Metió la mano debajo del asiento, sacó su chaqueta de cuero, se acercó a mí y la envolvió sobre mis hombros—. Está haciendo un poco de frío.

—Gracias.

Tendió su mano hacia mí y me sonrió torcidamente. Deslicé mi mano en la suya y sentí una calma familiar sobre mí. Empezó a tirar de mi hacía él, pero no me moví y levanté mi mirada.

—Jungkook.

—¿Sí?

—Pensé que eras muy especial también. Antes de todo esto. Estaba decepcionado cuando creí que nunca te vería de nuevo. Sólo quería que supieras que no es sólo la imprimación en mí.

Él se acercó y tomó mi cara en sus manos. Por un momento pensé que me besaría. Pero sólo me miró por un largo tiempo, sonriendo, así que simplemente lo miré. Finalmente habló—: Gracias, Tae.

Besó mi frente y sentí una gran quemadura donde sus labios me tocaron y mis párpados revolotearon. Luego tomó mi mano y lideró el camino hacia los bancos. Había un montón de ellos alineados en el malecón debajo de los árboles de cerezo silvestre y la luna arrojaba un resplandor brumoso en el agua.

—Guau —dije mientras me sentaba y miraba hacia arriba—. Puedes ver cada estrella aquí. —La oscuridad es mayor sin las luces de la ciudad, así puedes ver más estrellas.

—Guau —repetí cuando me incliné hacia atrás para tener una mejor vista—. Gracias por la cena. Me gusta mucho este lugar.

—Es mi favorito. La señora Amy es una vieja amiga de la familia. Hemos estado viniendo aquí desde que puedo recordar.

—¿Y ella sabe acerca de tu familia?

—No. No se lo decimos a nadie.

Su bolsillo zumbó y sacó su teléfono.

—Entonces, ¿no se lo puedo contar a Sana? —Yo sabía la respuesta, pero sentía la necesidad de preguntar de todos modos.

—Me temo que no. Lo lamento —dijo mientras escribía algo en su teléfono y luego lo deslizó en su bolsillo—. Lo siento. Mi amigo, Yugyeom, me escribe como una novia celosa.

Me reí.

—No. Está bien. Y me imaginé que no se lo podría decir a nadie, pero no hace daño preguntar.

Estiró las piernas a mi lado, sin tocarme, y cruzó sus tobillos, descansando su cabeza en el asiento. Como si estuviera preparándose para una larga conversación. Sonreí para mis adentros.

—Así que, ¿cuánto tiempo se han conocido? Tú y Sana —preguntó.

—Desde que nacimos.

—¿En serio?

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