Capítulo 7

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Un inocente y dulce aroma a coco llegó a sus fosas nasales en cuanto estuvo a centímetros de aquel mortal que entregaba su vida a los vampiros por voluntad propia. ¿Qué mortal olía a coco? En sus más de trescientos años no recordaba a alguno con ese peculiar olor.

Kim percibió como el menudo y delicado cuerpo de Chay tembló a su contacto. Todos los mortales lo hacían cuando sentían la baja temperatura de sus manos tocar su piel, sin embargo, sentirlo estremecerse entre brazos lo hizo sentir... ridículamente poderoso.

El cuerpo de ese muchacho era cálido. Jodidamente cálido en realidad. Suave como la maldita seda y perfumado con esa terriblemente dulce esencia de coco. De pronto el hastío e incomodidad que sentía por estar cerca de él, se esfumó. Se preguntaba cómo era eso posible si en su mente repetía como un mantra salvador que aquello era una locura, que aquello no debía ser, que aquello... ¡Mmmm! definitivamente era muy... placentero.

Con un cuidado que no esperaba tener, penetró con sus colmillos la dedicada y sensible zona del cuello de Chay. Era consciente que ese muchacho tenía muy poca sangre corriendo por sus venas a raíz de su fatídica enfermedad, pero con la primera gota de aquel vital líquido color rojo que sus labios pudieron saborear, quedó hechizado. Y también muy jodido.

Anhelaba casi al borde de la desesperación beber más. Sujetó con brutal fuerza la cabeza de Chay enterrando más profundamente sus colmillos. ¡Joder, joder, joder! La sangre del menor de los Kittisawasd era, un pocas palabras exquisita y altamente adictivas. No tenía ni la más remota idea de por qué poseía un sabor tan gloriosamente perfecto. Así que, reaccionando con su puro instinto se hundió aún más en la garganta de Chay.

Y aun así no podía ser suficiente para Kim, con cada gota sus ansias de conseguir la siguiente le nublaba el juicio y la razón. No estaba pensando con claridad y la situación se le estaba yendo de las manos.

- Kimhan, es momento de que te detengas – habló Korn al ver lo aferrado que estaba su hijo al cuello de Chay.

Pero Kim no escuchó la voz de su padre, al contrario, seguía succionando la sangre de Chay como si no existiera un mañana. No obstante, Chay empezaba a sentirse cada vez peor. Aún tenía consciencia y recordaba que Korn le había dicho que debía permanecer tranquilo, pero empezaba a preocuparse pues algo que decía que las cosas no estaban yendo bien.

Con la poca fuerza que tenía, levantó su mano y enterró sus dedos en la cabellera oscura del ser que estaba bebiendo su sangre. Un gemido erótico se escuchó en la habitación y Korn no supo distinguir si había salido de Kim o Chay había sido el responsable. Solo pudo notar que su hijo seguía succionando "la vida" de aquel bello mortal.

Lo que Chay quería hacer era detener de alguna manera a Kim, pedirle que parara con aquella agonía que estaba experimentando, pero aquella caricia lo único que provocó fue que el vampiro se excitara, por lo que fuera de sí, Kimhan apretó el frágil y delicado cuerpo de Chay contra el suyo haciendo de aquello algo más que una transformación vampírica.

Korn observó como lentamente la mano de Chay perdía su agarre de la nuca de Kim y caía pausadamente. Eso no era una buena señal, debía detener a su hijo que parecía un poseso adicto a la sangre del joven mortal. Si no lo detenía a tiempo iba a acabar definitivamente con la vida de Chay.

Rápidamente llegó hasta el lecho donde prácticamente su hijo estaba encima de Chay y sin previo aviso tomó a Kim por la ropa y lo aventó fuertemente contra la pared provocando que éste se estrellara fuertemente contra ella. Cogió al pequeño Chay entre sus brazos para tratar de estabilizarlo pero jamás esperó que su primogénito le regresaría la agresión arrojándolo contra el mueble que fungía como tocador, no sin antes claro, arrebatarle a Chay de las manos. Korn lo observó atónito y Kim rugió cabreado como un animal mostrando sus colmillos.

Carmesí | KimChayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora