Capítulo 21

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Cuando vio la cara de Kim al llamarlo "sol", supo que éste no recordaba nada. No lo culpaba. Cuando lo conoció, su amado sol padecía una rara enfermedad que lo hacía olvidar las cosas. En su momento no tenía idea de lo que se trataba, pero ahora con la información que le había dado Korn estaba al tanto de todo, entendía de alguna manera el dolor que debió de haber pasado siendo aquella época tan primitiva en cuanto a los avances médicos.

Pero Korn... ese hijo de puta era el maldito responsable de todo. ¡Miserable cabrón de mierda! pensó el menor, por su maldita culpa sufrió tanto en el pasado que murió de tristeza y dolor al perder a la persona que más amaba en el mundo: Kimhan Ardelean. Korn lo había alejado de su lado y no sabía la razón de aquello.

Chay había conocido a Kim una hermosa tarde de verano cuando Korn lo llevaba con un famoso curandero que vivía a las afueras del pueblo. Obligatoriamente debían pasar por la casa de los Kittisawasd y fue entonces que lo vio. Kim era... el chico más hermoso que hubiese visto jamás. Cabello castaño claro que brillaba dulcemente con los rayos del sol, tez blanca y pura como la misma nieve, labios rosados y delgados que se antojaba probarlos y unos ojos negros tan profundos como el firmamento nocturno. Era perfecto.

Siendo tan extrovertido como solo él podía serlo, se acercó a los dos y saludó con entusiasmo al muchacho. Kim le regresó una mirada reservada un tanto extrañado de ver a un joven que parecía ser de su edad, pues nunca había visto a uno, se suponía que en el pueblo no había personas que compartieran la misma edad que él o que rondaran sus años. Así que ver a Chay había sido una sorpresa rara pero agradable.

Y así fue como comenzó todo. Después de eso Chay visitaba a Kim a diario, excepto si hacía mal tiempo, al menor no lo dejaban salir si llovía o hacía mucho viento.

- ¿Chay? – el chico respiraba agitado y sus ojos habían cambiado de color. Ahora volvían a ser carmesí. Kim se preocupó ya que eso pasaba generalmente cuando olía sangre humana - ¿Estás bien? –

- ¿Dónde... dónde está Korn? – preguntó Chay visiblemente enojado.

- Puede estar en la biblioteca o tal vez en el jardín, o en su habitación – respondió Kim – pero ¿Qué pasa Chay? ¿Te encuentras bien? –

- ¿Te parece que me encuentro bien? –

- No, no lo parece – el mayor le contestó en el mismo tono que había usado Chay – así que dime que está pasando –

Chay sabía que claramente Kim no tenía la culpa de nada, y que no debía hablarle así. Pero su ira estaba dominando su juicio, recordar todo, así tan de repente tan de golpe fue un shock muy grande para él. Estaba feliz de haberse reencontrado con Kimhan, su sol, la luz de sus ojos, el amor de su vida. Pero le enfurecía recordar que el maldito Korn Theerapanyakul lo había arrebatado de sus brazos llevándoselo lejos y dejándolo a él sumido en una profunda tristeza y desdicha. Fue una larga y dolorosa agonía hasta que se rindió y murió una noche de invierno cuando ya no podía soportar más tanto dolor.

- Necesito hablar con Korn – le dijo poniéndose de pie y limpiando sus lágrimas con el dorso de la mano.

- Vamos, te llevo – Kim lo ayudó a estar de pie.

Ambos salieron de la sala y caminaron por los solitarios pasillos hasta que llegar al recibidor, justo al pie de las suntuosas escaleras y del estrafalario candelabro. Korn se encontraba ahí de pie en el centro del lugar, su mirada era seria pero fraternal y parecía que estaba esperándolos.

- ¡Tú! – gritó Chay separándose un poco de Kim - ¡Eres un miserable malnacido! -

- ¡Chay! – Kim lo miraba atónito, ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué se dirigía de esa forma a Korn?

Carmesí | KimChayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora