Capítulo 18

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Jamás se había sentido tan nervioso en su vida. Ni siquiera cuando fue su conversión a vampiro por parte de su guapísimo novio. Más bien en aquel entonces se había sentido muy emocionado, pero ahora, las cosas eran absolutamente diferentes, tenía que luchar para controlar el impulso de querer beber sangre humana y sinceramente no era algo fácil de hacer.

Después de haber bebido la sangre de Kim, algo había cambiado en él además del evidente color de sus ojos, sin temor a equivocarse, podía decir que se sentía incluso mucho más fuerte, más rápido, con los sentidos mucho más desarrollados, vamos, se sentía invencible y teniendo a Kim como su compañero a su lado sentía que de verdad nadie, pero absolutamente nadie podía hacerle daño.

Pero de igual manera se sentía nervioso, es decir, temía no poder controlarse y dañar a alguien, le aterraba la idea de caer nuevamente en un trance como en el que lo llevó a morder a Kim. Sin embargo, tenía que vencer esos miedos y demostrarle a su novio que podía manejar las cosas, que era digno para ocupar el lugar como su compañero para el resto de la eternidad, así que sin importar nada debía dar su máximo esfuerzo y hacer bien las cosas.

- ¿Puedes escucharlos? – preguntó Kim refiriéndose a los linces que estaban cerca de ellos.

- Sí – respondió Chay – percibo el sonido de sus corazones y como la sangre pasea por sus venas –

- Antes de saltar a atacarlos debes analizar todos los posibles escenarios – explicó Kim – que tus sentidos sean los que te guíen, pero que sea tu cerebro el que te ayude a actuar –

- ¿Qué pasa si solo me lanzo a ellos? –

- Los animales también tienen sus sentidos muy desarrollados, no como nosotros pero si mucho mejor que los de los mortales, si no eres sutil notaran tu presencia y escaparán –

- ¿Quién te enseñó a cazar a ti? – cuestionó Chay.

- Korn – respondió Kim. - ¿Y pudiste hacerlo bien a la primera? –

- Sí, aunque solo pude cazar una liebre – dijo el mayor frunciendo el ceño al recordar a su primer presa – ahora, no te distraigas y vigila a tu víctima –

- Sí señor –

Kim suspiró ante el apelativo que uso el menor y giró su vista de nuevo a los linces que pastaban cerca de ellos. Después de unos minutos de silencio, el menor le comunicó que estaba listo y entonces, la acción empezó.

Con una rapidez que no había visto nunca en Chay, el chico salió corriendo con dirección a su cena, si tenía suerte claro. Y por supuesto que la tuvo, Chay saltó por sobre los linces y capturó a uno dirigiendo sus colmillos directamente al cuello del animal. Fue un espectáculo increíble, Chay parecía una leona cazando, fue sigiloso, cauteloso, observador y efectivo.

El joven succionó toda la sangre hasta que el animal quedó tieso. Chay se levantó del suelo y sacudió su ropa. Sin importar lo que había hecho lucía impecable. Su porte era demasiado llamativo, sublimemente elegante y sencillamente perfecto.

- ¿Cómo lo hice? – cuestionó Chay cuando llegó a su lado.

- Muy bien –

- ¿De verdad? –

- Lo hiciste bien Chay – volvió a decir Kim con una semblante mucho más amable para que el chico creyera en sus palabras.

Sopló el viento y un inconfundible olor a sangre humana llegó a ellos. El cuerpo de Chay se tensó y sus ojos volvieron a cambiar a ese peculiar rojo carmesí. Su garganta, recientemente humedecida con la sangre del lince, empezó a arder nuevamente, aquel olor le llamaba con insistencia, deseaba con todas sus fuerzas poder beber de aquel exquisito líquido rojo.

Carmesí | KimChayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora