Mind (Evan Peters)

4-Resfrio

—Evan, solo es un resfriado...

Evan se apartó y, con un gesto práctico, arrastró unas bolsas hacia el interior y cerró la puerta tras de sí.
—Lo sé, te traje medicinas. Vamos, al sofá.

Sky, con pasos arrastrados y la mirada nublada por la enfermedad, se dejó guiar por Evan hasta el sofá. Con delicadeza, él la acomodó entre almohadas y la cubrió con una manta cercana.

—No tienes fiebre, eso es bueno... ¿has comido algo? —preguntó Evan, palpando su frente con preocupación.

Negando con la cabeza, Sky apenas logró articular una respuesta. Evan, con una sonrisa reconfortante, se levantó.
—No te preocupes, prepararé algo. Descansa.

Los ojos de Sky se cerraron al son de los pasos de Evan alejándose. Desde la cocina, la melodía de una canción tarareada le llegaba, un bálsamo tierno para su malestar.

Minutos después, Evan regresó, sentándose en el suelo junto al sofá.
—Solo unos minutos más —dijo, sacando el libreto de la serie de su mochila y comenzando a leer en voz alta.

La risa de Sky interrumpió su lectura.
—¿Qué sucede?

Evan parecía confundido.
—Es extraño escuchar a alguien leer lo que has escrito. Me siento... ¿famosa? No sé cómo explicarlo.

La tos de Sky cortó la ligereza del momento, y Evan se apresuró a la cocina. Regresó con un vaso de agua, ayudándola a incorporarse para beber.
—Despacio, no hay prisa.

—Gracias, Evan, pero no tienes que hacer esto, puedo cuidarme sola...

—NO. Yo te cuidaré —la firmeza en su voz no dejaba lugar a réplica.

Evan volvió a la cocina, y Sky se quedó pensando si sus palabras lo habían molestado.

Al poco tiempo, Evan reapareció con una bandeja en las manos, depositándola en la mesita. Con cuidado, sirvió un plato de sopa caliente.
—Cuidado, está caliente —advirtió, soplando la sopa antes de ofrecérsela a Sky.
—Evan...

—Bebe —insistió él, con una mezcla de preocupación y cariño en su voz.

Sky no tuvo más remedio que aceptar la sopa que Evan le ofrecía, aunque se sentía algo incómoda con la situación.
—¿Cómo supiste que estaba enferma?

Evan, enfriando la sopa entre cucharadas, le dedicó una sonrisa.
—Ryan me lo dijo.

Mientras Sky seguía comiendo, Evan parecía ligeramente sonrojado.
—Evan, ¿te sientes bien? Podrías contagiarte si te quedas mucho tiempo aquí.

Evan bajó la mirada y se mordió los labios.
—Para contagiarme tendríamos que estar más cerca...

Sky captó la insinuación, abrió los ojos sorprendida y rápidamente desvió la mirada, fingiendo no entender.
—Gracias por preocuparte.

Evan se levantó y llevó la bandeja a la cocina.

Sky se acomodó en el sofá y revisó su celular. Un mensaje de su madre apareció en la pantalla.

"Hija, ¿estás mejor? Voy de camino a verte, llegaré en unas horas."

Sky sonrió y respondió al mensaje.

"Estoy algo mejor, pero me alegraría verte. Además, no encuentro mis llaves, ¿puedes traer tu copia?"

Evan regresó del a cocina y se sentó a su lado.
—¿Mejor?

Sky asintió con una sonrisa.
—Sí, mi mamá debe estar por llegar. Gracias por la sopa, estaba deliciosa.

Evan sonrió y se revolvió el cabello.
—De nada. Esperaré a que llegue tu madre. No quiero dejarte sola.

Tomando la mano derecha de Sky, Evan acarició su rostro suavemente.
—Eres hermosa...

Sky se quedó sin palabras y se sonrojó profundamente. Antes de que pudiera reaccionar, el timbre sonó.
—Debe ser tu madre.

Evan se levantó y caminó hacia la puerta. Al abrirla, se encontró con la madre de Sky y la saludó con una sonrisa.
—Buenas tardes, soy Evan Peters, compañero de trabajo de su hija.

La madre se quedó paralizada.
—Tú... eres famoso...

Evan sonrió modestamente.
—No me considero famoso... Por favor, pase. Sky está en el sofá.

La señora entró y Evan cerró la puerta tras ella.

Al ver a Sky en el sofá, la madre se apresuró a abrazarla.
—Hija, ¿qué te pasó? ¿Estás mejor?

—Sí, mamá. Evan me ha estado cuidando, incluso me preparó sopa.

La madre miró a Evan y sonrió agradecida.
—Gracias, no tenías por qué hacerlo.

Evan frunció el ceño con determinación.
—Claro que sí. Sky es importante para mí.

Un silencio incómodo se instaló entre ellas, interrumpido solo por la mirada cómplice de la madre hacia Sky, quien se sonrojó aún más.
—Bueno, ahora que estás en buenas manos, me iré. Cuídate, Sky. Cualquier cosa, llámame.

Evan recogió sus cosas y se despidió de ambas antes de marcharse.

—Parece un buen chico... —comentó la madre una vez que Evan se fue.

Sky rodó los ojos.
—Mamá, solo es un amigo.

—Sí, un amigo que te cuida y te cocina... Oh, mira esto.

La madre se inclinó y recogió las llaves de la mesa.
—Pensé que se te habían perdido. ¿Dónde las encontraste?

Sky se quedó perpleja.
—No... no las encontré. No estaban ahí hace un rato...

—Hija, tal vez la fiebre te confundió. Voy a preparar té, ¿quieres?

Sky negó con la cabeza, aún desconcertada por la aparición repentina de las llaves sobre la mesa, un misterio que la dejó pensativa.