Mind (Evan Peters)

7-Dolor

Sky emergió del abrazo del sueño, su mente un torbellino de confusión y su cabeza palpitando con el eco de un dolor sordo. Sus ojos recorrieron la habitación, y la familiaridad del departamento de Evan le devolvió la memoria de la noche anterior.

Con movimientos lánguidos, se deslizó fuera de las sábanas y caminó hacia el baño. El agua fría sobre su rostro fue un bálsamo, y al salir, la ausencia de Evan llenó el espacio con un silencio palpable.

La mesa le ofreció una sonrisa inesperada: allí estaba, un desayuno preparado con esmero y una nota escrita con la letra despreocupada de Evan.

"Dijiste que comías solo una vez al día, así que decidí dejarte frutas y cereal, eso no te llenará tanto y te dará hambre, me preocupa que comas tan poco.

Por cierto, roncas un poco. Nos vemos en el set."

Con una sonrisa tímida, Sky se acomodó en la silla y degustó el desayuno, cada bocado un recordatorio dulce de la consideración de Evan. El reloj marcaba las 9 am, un regalo de tiempo antes de su llamado a las 11 am.

Mientras saboreaba el último trozo de manzana, su mirada se posó en la cámara polaroid sobre la mesita de noche, un detalle trivial en el lienzo de la mañana.

Finalmente, se puso de pie, lavó los platos con cuidado y restauró el orden. Al cruzar el umbral, una duda la asaltó: la ciudad era un laberinto desconocido fuera de esa puerta. Con un suspiro resignado, solicitó un auto que la guiara a través del entramado urbano hacia su destino.

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Al llegar, Sky encontró un paisaje desolado, las edificaciones se erguían como esqueletos de concreto, y en una esquina, un grupo de hombres la observaba con curiosidad imperturbable. A pesar del malestar que le provocaba su mirada inquisitiva, avanzó con determinación y llamó a la puerta.

—¿Sí? ¿Quién es? —la voz de una señora resonó desde el interior.

—Mi nombre es Sky, hablamos hace unos días…

Con un gesto decidido, la señora abrió la puerta y se plantó frente a ella, los brazos cruzados.

—Eres la guionista.

Sky obedeció y, una vez dentro, la puerta se cerró tras ella con un clic definitivo.

—Siéntate donde gustes.

La joven asintió y se acomodó en el sofá.

—Gracias, señora Hughes.

—Llámame Shirley, me hace sentir menos años —dijo la señora con una sonrisa, tomando asiento frente a Sky.

En la esquina derecha, una mesa albergaba un pequeño altar dedicado a su hijo, y Sky sintió un escalofrío al contemplarlo.

Shirley notó su mirada.

—Es mi manera de tenerlo cerca, aunque mis otros hijos insistan en olvidar.

Sky la observó, su rostro reflejando una disculpa silenciosa.

—Lo siento, no quise ser indiscreta.

Shirley ofreció una sonrisa comprensiva.

—Mencionaste que están filmando una serie sobre aquel hombre. ¿Van a hablar de las víctimas?

Sky tragó saliva, nerviosa.

—Sí, la premisa y condición para aceptar el proyecto fue enfocarnos en las víctimas, generar empatía hacia ellas, no hacia el victimario. La narrativa nunca adoptará su perspectiva.