8. Las llaves

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8. Las llaves

Pocos jóvenes tenían autos para devolverse a casa los fines de semana. Muchos de ellos le pidieron a Zayn una “rodada”, pero él inventó excusas, ya que su plan era devolverse con una sola compañía: Liam, quien era, tal vez, el único que no le pidió el favor de que lo llevara a casa.

Aquella noche estaba lloviendo. Desde el miércoles que habían salido a “correr”, Zayn no le había dirigido palabra. Por lo tanto, Liam limitaba totalmente su personalidad alrededor suyo.

—¿Qué harás el finde? —preguntó Zayn.

—Pensé en ir al gimnasio.

Liam estaba echando loción en su pecho. No debía mirarlo tan fijamente si no quería terminar con sus manos en su cuerpo, pero Zayn no encontraba la fuerza de voluntad para detenerse.

—Es decir, ¿te quedarás?

—¿Tú no?

—Ehm, no... Puedo llevarte. Digo, si quieres.

Cuando los ojos de Liam encontraron los suyos a través del espejo, Zayn se arrepintió de la proposición. Pero no se echó para atrás. Lo mantuvo como un hombre.

—Está bien.

—Arregla tus cosas.

Era una orden fuera de lugar, pero ya la había hecho.

Treinta minutos después, ambos estaban listos para marcharse. Se subieron al auto y escucharon R&B durante minutos, sumidos en un silencio extraño, pero apropiado. Zayn estaba nervioso, y Liam no quería arruinar el buen humor que el otro le profesaba. Aquello, a juzgar por la forma en la que mordía su labio inferior.

Cuando llegaron, Liam carraspeó la garganta con incomodidad latente.

—¿Quieres pasar? —Liam preguntó como en cámara lenta.

Zayn supuso que era cortesía. Asintió, poco convencido.

—¿Tienes algo de beber? Fuerte.

Liam trató de esconder la sonrisa—. Por supuesto.

El edificio era una propiedad horizontal bastante bonita. Todo era blanco, elegante, aunque también familiar. Había niños jugando y señoras detrás de ellos.

Llegaron al apartamento de Liam, y Zayn contrastó su interior con el ambiente afable de las zonas verdes que atravesaron con anterioridad. Allí no había una familia que recibía a un chico que llegaba de la escuela. No había abrazos de mamá, palmadas en la espalda de papá. Estaba oscuro y limpio; tan organizado, que daba la impresión de que nadie y alguien habitaban en aquel lugar. Por extraño que sonara.

—Es lindo. —Zayn halagó, sólo por decir lo que fuese.

—Ten —Liam apareció con una cerveza en la mano. Estaba fría—. Un amigo se está quedando aquí mientras yo estoy en clases.

—Ah...

—En realidad, él es el dueño de esto. ¿Recuerdas que te dije que mis padres no me han dado dinero desde que estoy en lo de ser policía? Él me está apoyando.

—Excelente. Buena cerveza, por cierto. —dijo, tomando asiento en un mueble doble de la sala.

Liam no respondió. Zayn estaba tan concentrado en actuar normal, como si no se muriera por saber quién mierda era aquel supuesto amigo, que le tomó desprevenido el peso de Liam en su regazo; sus labios, sus besos mojados, su lengua y el movimiento diabólico de su cintura. Lo agarró de los brazos e intentó apartarlo, pero Liam era más fuerte, y Zayn estaba muriéndose por una excusa para restregarse contra él.

Fatalidad | ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora