11. Amenaza familiar

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11. Amenaza familiar

Al día siguiente, llamó al director de la escuela. Tener una bebé en camino hacía más creíble toda su historia repleta de huecos. Le dieron una semana de licencia. No era lo que Zayn esperaba, pero lo tomó, porque Maddy le sonreía con ilusión y él era incapaz de superar aquel miedo apavullante de que abriera la basura ya empacada y encontrara el boxer de Liam, sucio de su semilla.

—Adelanté la cita de la ecografía. Podemos ir juntos, ¿qué te parece?

Zayn sonrió con sinceridad. Podía estar acostumbrándose a la idea de que pronto sería padre, que ya no debía pensar en sí mismo primero, y le estaba empezando a gustar. O al menos eso se repetía en su cabeza.

—Excelente. —sonrió, las mejillas le dolieron.

Había algo falso e incómodo en la escena.

Sus padres los llevaron al hospital y Zayn se perdió la mayor parte de la conversación, pues miraba la ventana como si no conociera las calles de la ciudad que lo vio crecer. Era pequeña después de todo. La mayoría se conocían entre sí. Aun así, no había visto a Liam hasta que se cruzó con él en la escuela de policía. Se preguntó si hubiese sido diferente. ¿Todavía estaría en camino a una ecografía?

¿Qué mierda?, pensó, y sacudió la cabeza.

Se registraron y esperaron a que los llamaran, ambos en completo silencio, pero agarrados de las manos. Zayn observó el perfil delicado de su novia y suspiró, porque realmente la quería, a pesar de todo. También le dolía pensar en que, si miraba más abajo, el querer inevitablemente disminuiría. Había algo en la idea de tener un bebé con ella que lo hacía temblar de angustia. Asumió que era normal, pero la sensación no había desaparecido, y ya habían pasado seis meses.

—¿En qué piensas? —preguntó Maddy. Zayn se encogió de hombros.

—Nada importante.

—Oye, ¿pasa algo? Te noto...

“Raro”, seguro. Zayn no le permitió terminar la oración.

—Esta noche, podemos salir, ¿no?

Maddy sonrió y Zayn se sintió aliviado. ¿Cuándo iba a acabar aquella incomodidad de mierda? Y, mucho más importante, ¿cómo esconder la verdad de la persona que más lo conocía en el mundo?

—¿Señores Malik? —llamó una enfermera en modo de pregunta.

—¡Nosotros!

Entraron al consultorio.

Una mujer sonriente los esperaba. Ella se apresuró a examinar a la embarazada y a hacer las preguntas regulares. ¿Cuánto pesas? ¿Cuánto mides? ¿Te estás alimentando bien? Oye, y ya que estamos, ¿cuántos meses tienes?

Porque los médicos no llevaban un control, o porque, si no hacían conversación, los padres primerizos se desmayarían por la conmoción de la experiencia. En Zayn no estaba funcionando. En Maddy, claro que sí.

—Entonces, te cambias, vienes, te acuestas y te relajas. Te unto esto en la barriga y vemos cómo va la niña —la médico indicó con una sonrisa cordial. Maddy corrió hacia el baño, y Zayn quedó sentado en una silla, encontrando muy interesante la tabla de meses que había más allá del escritorio—. ¿Estás bien?

Zayn parpadeó.

—¿Qué?

—Supongo que eres su papá. El de la niña, quiero decir.

—Mmh, sí. —carraspeó.

Ella se echó a reír con ternura—. Tengo dos bebés de un año y medio. Son gemelas, así que fui primeriza y multiplicado por dos —contó como si nada. Zayn observó el cuadro en el escritorio. Dos niñas rubias identicas y sonrientes—. Da miedo. En especial a los padres, porque no viven el embarazo en primera persona, pero si las quieres... lo harás bien. Porque las quieres, ¿verdad?

Fatalidad | ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora