Llegamos a su auto y él abrió la puerta de atrás con dificultad, se introdujo dentro del vehículo y me colocó delicadamente en el asiento, se quitó la chaqueta y la puso con cuidado debajo de mi cabeza, en todo ese tiempo no quite mis ojos de él ni un solo segundo.
— Estoy comenzando a pensar que traigo algo en la cara —Dijo de repente, haciéndome entrar en razón. Giré como pude mi rostro muy apenada, sentía mis mejillas arder de lo rojas que seguramente estaban—. ¿Es que soy tan feo? —Bromeó haciendo que vuelva a mirarlo.
— Al contrario — Dije sin pensar, John me miro en silencio, serio, mientras que yo me recriminaba por ser tan estúpida.
— Gracias —Susurró sonriendo apenas, cerró la puerta y rodeó el auto hasta el asiento del piloto, prendió el motor y puso el vehículo en marcha.
— ¿Te duele mucho? —Pregunto John quebrando el abrumador silencio que nos rodeaba entonces.
— No, ya no tanto —Respondí más aliviada.
— Que bueno, de todas formas te llevare al hospital —Dijo sin quitar su atención de la carretera.
— ¿Al hospital? —Negué con la cabeza —. Olvídalo, primero muerta.
— ¿Por qué no? —Pregunto repentinamente curioso.
— Si hay algo que detesto en esta vida son los hospitales así que no, no iré —Dije firme.
— ¿Y se podría saber el porqué de tu odio hacia los hospitales? —Quiso saber aún más curioso. De inmediato me vino a la memoria aquella horrible escena donde mi madre lloraba desesperadamente suplicando a los médicos que la dejen ver a su amor, mi padre. No pude evitar que mis ojos se cristalizaran de repente.
— No —Respondí con la voz quebrada. John detuvo su auto frente a la luz roja del semáforo y se giró para mirarme.
— Lo siento, no quise incomodarte —Dijo angustiado.
— No, está bien, han pasado 11 años ya. Debería superarlo —Trate de sonreírle. John me miro confundido sin entender de lo que hablaba. La luz del semáforo cambio a verde y él tuvo que voltearse a conducir. Ni él ni yo dijimos una sola palabra en la media hora que faltaba para llegar a mi casa. John estacionó el auto frente a la puerta, se bajó y se apresuró a abrir la puerta del asiento de atrás, que era donde yo estaba, creí que me ayudaría a bajar o algo, pero no, entro y se sentó junto a mí.
— ¿Tienes hambre? —Preguntó de repente entusiasmado.
— Algo —Musite tratando de sonreír, no pude.
— ¿Estas bien? —Pregunto ingenuo sin dejar de mirarme preocupado. Agache la cabeza, angustiada, tratando de esconder la humedad de mis ojos, recordar aquella escena no había sido nada reconfortante. De pronto sentí el cálido tacto de su mano sobre la mía, lo mire sorprendida y me encontré con la más tierna de las sonrisas, sentí una ola de paz atravesarme el alma.
— Puedes confiar en mí —Me dijo, desarmándome por completo. Una traviesa lágrima se escapó de mis ojos y rodo cálida sobre mi mejilla.
— Cuando tenía 5 años le detectaron cáncer a mi padre —Explique con la voz temblorosa —, los médicos dijeron que para que pueda recuperarse tenían que internarlo para que puedan tratar su enfermedad —Bufé, aun indignada —. Mi madre desesperada acepto y saco una gran cantidad de dinero prestado del banco para poder pagar dicho tratamiento. De nada sirvió ya que a los dos meses, él falleció — Me perdí por unos instantes en mis pensamientos mirando al vacío con los ojos llorosos —. Recuerdo que esa mañana yo y mi madre fuimos a visitarlo, corrí a abrazarlo y él me recibió con todo el amor del mundo — Sonreí al recordarlo—, me dijo que me quería, que yo y mi hermana éramos lo más importante en su vida y que siempre cuidaría de nosotras este donde este. Lo vi llorar y yo no entendía porque ni que era lo que estaba pasando. Al salir mi madre me explicó que ese día lo operarían para que se recupere y vuelva con nosotras de una vez. Estuvimos en la sala de espera varias horas hasta que por fin el médico salió, mi madre enseguida se acercó a él y comenzaron a hablar, al parecer la operación había sido todo un éxito, solo teníamos que esperar a que mi padre despierte de la anestesia — Reí, incrédula —. Nunca lo hizo —La voz se me quebró —. Al parecer a los médicos se les paso la mano al ponerle la anestesia, y aun así, tal vez seguiría vivo, pero curiosamente el oxígeno de su habitación se encontraba vacío, y hasta que la enfermera corra a buscar más... —Negué con la cabeza —Yo anhelaba tener a mi padre a mi lado, él era mi adoración, mi protector, mi ángel guardián —Trate de limpiar las lágrimas de mis ojos —, pero tal parece que las personas a las que más he amado nunca pueden quedarse a mi lado —Terminé de decir mirándolo a los ojos, esperando que entienda la indirecta. John me miro angustiado y, con mucho cuidado, acomodo un mechón de cabello que colgaba sobre mi rostro detrás de mí oreja. Delicadamente empujo mi cabeza hasta quedar recostada en su pecho envolviéndome en sus brazos
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Aquel día de otoño (The Beatles)
Romance“Tal parece que mi amor por ti crece y crece, pero tú, mi fruto prohibido, desvaneces y me ofreces tu amistad sin otra excepción”