022. redemption

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chapter twenty-two
022. redemption

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UNA VIUDA NEGRA y una víbora viciosa no podían ser más opuestas entre sí, pero cuando todo se reducía a la simple línea de salida, a los cimientos de sus vidas, en el fondo, sus venenos eran más o menos los mismos.

Por eso, cada vez que fracasaba lo demás, e inclusive antes de eso, Pamela Daniels y Natasha Romanoff siempre encontraban el camino la una hacia la otra. Aunque una arremetía, y la otra era meticulosa en su trampa, poco importaba, porque ambas habían sido creadas con el propósito de matar. Y lo sabían, aunque fuera un entendimiento subconsciente nunca hablado realmente entre ellas. Tanto Pamela como Natasha conocían lo que era ser moldeadas de la nada hasta convertirse en el arma y la máquina perfectas para otro con las intenciones más crueles, y habían seguido su programación durante tanto tiempo sin pensárselo dos veces.

Había muchas cosas sobre Natasha Romanoff que Pamela Daniels no sabía. Y tal vez nunca sepa todos los detalles sobre el pasado de la Viuda Negra y la historia completa de cómo llegó a donde está ahora. Y Natasha tampoco sabía todo sobre ella, y tal vez nunca lo sepa. Pero no era necesario.

Porque cuando una resultaba herida, la otra se arrastraba hacia las sombras más profundas de su guarida o red y ofrecía una forma de consuelo que nadie más podía ofrecer.

Pamela levantó la vista cuando se abrió la puerta de la habitación de invitados en la que estaba. Su ceño severo por su conversación con Steve se suavizó al ver a Natasha. Lucía un poco mejor que hace unas horas, pero había algo roto en ella que nunca podría arreglarse adecuadamente.

Pam frunció los labios.

—Aún no estás muerta, ¿eh?

Natasha logró esbozar una sonrisa tensa. Ella sacudió su cabeza.

—¿Y tú?

Pamela suspiró y se sentó en el borde de la cama.

—Ya te informaré.

Romanoff suspiró por igual y se acercó para sentarse a su lado. Ambas ex-agentes permanecieron en silencio durante un buen rato, exhaustos y sintiéndose como cristales rotos.

Entonces, Pamela encontró la mirada de su amiga.

—Si pudieras ser cualquier otra cosa, si tuvieras la oportunidad de tener una vida normal, ¿qué harías?

Natasha quedó sorprendida por la pregunta. La consideró, con los labios juntos. Al final, se encogió de hombros y una pequeña y triste sonrisa apareció en la comisura de sus labios.

—No lo sé, puede que viajar. Conseguir una casa en Ohio.

—¿Ohio? —Pamela soltó una suave risita, sin esperar esa respuesta—. ¿Qué hay en Ohio?

Romanoff se encogió de hombros, volviendo a tener ese aire misterioso que le decía a Pamela que no iba a recibir respuesta a su pregunta.

—¿Qué no? ¿Adónde crees que debería ir? Ya has probado una vida normal. Ilumíname.

Daniels vaciló, jugueteando con sus dedos.

—No lo sé —respondió con sinceridad—. Lo sigo averiguando. Tal vez nunca lo descubra.

Escuchó una risa infantil. La pequeña niña de Barton corría por el pasillo después de regresar de jugar afuera. Pamela sintió una punzada de anhelo en el pecho ante el sonido.

—¿Y qué quieres? —preguntó Romanoff después de un momento, habiendo notado que la atención de Pamela se desviaba.

El dolor en el pecho de Pamela le hizo contener la respiración. Esto, se dijo a sí misma. Quiero esto. Un hogar, una vida, una familia... crear la felicidad que nunca tuvo de niña; un felpudo de bienvenida en el porche de una casa que adquirió para sí misma, con una puerta siempre abierta para la niña perdida atrapada en su corazón. Quería un hogar.

white flag, steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora