Me invitan a un trago

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- Hola palomita. No esperaba encontrarte aquí.

Me quedé petrificada en el sitio. Una sola letra salió de mi boca.

- Oh.

¿Pero tú eres tonta o qué? Se supone que tienes que sacarle información a este tío y lo único que dices es "oh". Tonta.

Él sonrió al ver mi expresión, un brillo de diversión en sus ojos. Se acercó un paso hacia mí, pero yo lo único en lo que podía pensar era en que me tenía que ir , y me tenía que ir ya. Me aparté un poco de él, intentando no parecer muy asustada. Me negaba a dejar que se pensara que me daba miedo. Aunque estuviera cagada.

-¿Que quería?

-¿Eh?- lo miré por unos instantes, confusa. Había estado tan absorta en mis pensamientos que no lo había procesado bien. -¡Ah,él! Me quería sacar a bailar, pero le dije que no, y bueno... se puso pesado.

Entornó los ojos, lo que le dio la pinta de gato enfadado. Casi parecía adorable. Si ignoras que es un criminal. Se acercó un poco más a mí y yo me obligué a quedarme parada. Levanté la barbilla y le sostuve la mirada. Esto pareció divertido.

- Bueno, yo ya me iba, así que...

-¿Estás sola?- me interrumpió antes de que pudiera terminar de despedirme.

¿Y a tí que te importa? Si ayer literalmente me pusiste un MALDITO PUÑAL EN LA GARGANTA.

-No, estoy con mi hermana, que ha venido a la ciudad, así que hemos salido nosotras dos, sin mis amigas.

No iba a dejar que pensara que era una pringada sin amigas. Seré una pringada, pero tengo vida social. Volvió a acercarse otro pasó más. Podía olerlo, olía a...¿limón? Aspiré lo más disimuladamente que pude.

-¿Puedo invitarte a un trago?

Me quedé de piedra. ¿El famoso ladrón del euro me estaba invitando a un trago? El sabía que yo sabía que era un ladrón, pero eso no parecía importarle. Asentí con la cabeza mientras se dirigía a la barra. Probablemente no era lo más inteligente aceptar la bebida de un criminal, pero curiosamente, eso fue lo último que se me pasó por la cabeza.

-Hola Toni. Yo quiero lo de siempre y ella tomará...

Se giró hacia mí, en busca de una respuesta.

- Un calimocho. Gracias.

Esto último iba dirigido al camarero, el cuál parecía conocerlo.

- Bueno, palomita, ¿cómo te encuentras?

- Te refieres de humor, o físicamente, teniendo en cuenta que me dejaste inconsciente en el suelo del museo del cuál, para que lo sepas, me han despedido.

Serás mentirosa.

A ver, no le voy a decir que he conservado mi trabajo por que unos agentes del gobierno me han pedido que aprenda información sobre él. Era más creíble que me hubieran despedido.

Seguía llamándome por ese apodo. Se me ocurrió una cosa. Se supone que me tengo que acercar a él, ¿no? Pues entonces por lo menos tendré que aprenderme su nombre.

Justo en ese momento, Toni llegó con las bebidas. Depositó delante de él la misma bebida azul que había visto antes en su mano y un calimocho delante mía. Tomé un trago del vaso y me giré hacia él.

- Carlota. Me llamo Carlota. No tienes que llamarme "palomita"

Se le abrieron los ojos de sorpresa, supongo que no se esperaba que le dijese mi nombre así por la cara.

- Carlota... -dijo mi nombre en voz alta, alargandolo levemente. - He de decir que me gusta más palomita, pero supongo que también te puedo llamar Carlota.

-Sí, sí que puedes, y estaría bien que lo hicieras.

Paré un momento. ¿Sería muy pronto para preguntarle su nombre? ¿Y si al hacerlo dejaba de confiar mucho en mí y se alejaba? No podía echar la misión a perder antes de que empezara. Pero es que tenía mucha curiosidad. Algo me empujaba a preguntar, y de todas formas, quien no arriesga no gana.

-¿Tú? - Intenté sonar relajada, casual. Pero él parecía un poco confuso, así que lo aclaré- ¿cómo se supone que te tengo que llamar? Si voy a dirigirme a ti no te voy a decir "¡ey tú, el  roba pedrolos!".

Se rió estruendosamente. Al parecer le parecía muy gracioso lo de "el roba pedrolos", pero evitó la pregunta. Eso me decepcionó, pero no creo que se diera cuenta.

- Bueno, he de decir que, para ser un malote, tienes cara de buenazo.

- Eso es por que la belleza no se asocia a lo malo.

-¡Ala, ala!¿Pero tú no tienes abuela? ¡Cuántas flores te echas!

Los dos reímos.

- Yo solo digo la verdad, es lo que toca.

- Bueno, bueno...

-¿Estás insinuando que soy feo?

- Yo no lo he dicho, lo has dicho tú.

Estuvimos un buen rato hablando. Casi me olvidé de mi bebida mientras intercambiábamos pullas y chistes. Nuestra conversación era tan natural como la que tendría con cualquiera de mis amigas. Al final acabamos contándonos anécdotas de cosas vergonzosas que hicimos de niños.

- ¿Que dices? Pues yo de pequeña, cundo tenía unos siete años, me creía peluquera o algo y le dije a mi hermana que si quería un cambio de look. Al final acabó la pobre con el pelo irregular, unos mechones súper cortos y otros largos, y pelo por todo el lavabo del baño. Le tuvieron que cortar el pelo corto  y la confundían con un chico. Yo estuve castigada una semana y me quitaron las tijeras no se cuánto tiempo.

Los dos nos estábamos partiendo el culo. Quiero hecharle la culpa al alcohol, pero en verdad era un tío la mar de divertido.

-¿Y qué dijo tu hermana?

- Estuvo enfadada conmigo y no me habló en dos días.

No me podía creer que estuviera hablando con un ladrón famoso sobre las tonterías que hacía de pequeña. Al final, se nos pasó el tiempo volando, y para cuando me quise dar cuenta, me tenía que ir ya. Nos despedimos mientras yo buscaba a Nerea con la mirada, a la cual saludé indicándole que fuera saliendo que nos veíamos fuera. Estaba a punto de salir por la puerta cuando me cogió del brazo y me susurró una sola palabra al oído.

- Unai.

Me giré de golpe, mirándolo boquiabierta.

-Nos vemos, palomita.

Y me guiñó un ojo.

Infiltrada [escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora