Recontratada

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- Serás agente. Pero no como los que conociste cuando atacamos esa base. Sino como Nowen. 

Me quedé estupefacta. ¿quería que me hiciese agente, así por las buenas? ¿después de todo lo que me habían hecho? Pues lo llevaba claro.

¿Y no te preguntas cómo sabe que conoces el nombre de Nowen?

Es verdad. Yo no la había mencionado en toda la conversación y no había dado indicios de conocerla. Aunque quizás ella se lo hubiera contado. ¿Y si también le había informado sobre nuestro trato? Me quité esas ideas de la cabeza. Total, no me afectaba por qué medio se hubiera enterado. Si no el hecho de que lo supiera.

La miré con una ceja enarcada. Por muy maniatada que me tuvieran, por mucho que me torturaran o me dejaran sin comida, no iba a dejarme manipular para volver a trabajar con ellos.

- Si hombre, después de el maravilloso trato que me habéis dado y de todo lo que habéis hecho por mí, ¿cómo no iba a aceptar la propuesta? ¡Qué ganas de trabajar con mis carceleros!

Sonreí con el mismo sarcasmo que bañaba mis palabras. Ellos no eran mejores que yo, no me iban a derrumbar.

La Jirafa me miró muy seria. Parecía estar a punto de decir algo cuando se escuchó una voz fuera de la sala. No entendía lo que decía pero era aguda y por el tono, muy alegre.

Ella también lo escuchó y se quedó lívida. Me miró con un tono de súplica en los ojos. Me quitó las ataduras, mientras sacaba un cepillo del bolso y me peinaba.

La miré extrañada pero me dejé hacer. Tampoco era nada malo, y tenía curiosidad de por qué este comportamiento. Con unas toallitas higiénicas, limpió mi cara y mis manos, dejándome lo más presentable que había estado en días.

- Por favor, sé que no soy quien de pedirte nada, pero actúa normal. Por favor.

Extrañada por su actitud asentí levemente con la cabeza. Su rostro se relajó en el mismo instante en que la puerta se abría.

Un niño de unos seis años, con el pelo rizo corto y los ojos de marrón café se acercó corriendo a la Jirafa. Llevaba un peto azul con ballenas bordadas encima de una camiseta blanca. Unas zapatillas, de esas que se iluminan al andar, emitían un extraño ruidito mientras corría hacia la mujer.

Detrás de él, un hombre con la piel oscura como el ébano, el pelo recogido en unas trencitas y una expresión amable venía detrás del pequeño.

Puso una mueca de disculpa mientras se acercaba.

- Lo siento cariño, pero es que se negaba a irse sin enseñarle sus nuevas uñas a su mamá ...


No terminó la frase. Al verme, su tez empalideció. Me quedé estupefacta. A punto estuve de reírme de incredulidad. Aquel hombre era su marido y el niño debía ser su hijo. La Jirafa se giró hacia mi, al darse cuenta de que lo sabía y volvió a mirarme con aquella expresión suplicante. Le guiñé un ojo y no hice nada.

- ¡Mamá mira! ¡Papá me ha pintado las uñas de colores como le pedí! Se le da muy mal pero a mí me gustan.

- Su amiga Marcela tenía las uñas de colores y me ha dicho que él también las quería así. ¿A qué son bonitas, Lorena?

¿Lorena? ¿La Jirafa se llamaba Lorena? Seguro que esto me servirá de algo más tarde.

Lorena cogió al niño en su regazo y empezó a admirar sus uñas, cubriendo al pequeño de halagos. La sonrisa del niño se ensanchaba cada vez más con cada palabra bonita. Por fin, se giró hacia mí, mirándome incrédulo, como si no me hubiera visto antes.

- Hola, yo soy Martín. ¿Tú cómo te llamas?


La habitación se quedó en silencio. Pude sentir la expectación de Lorena y su marido, intentando adivinar cómo reaccionaría. Disfruté unos segundos más del momento, contenta de tener yo el control de la situación por una vez después de tanto tiempo. Lentamente, me giré hacia el infante y le contesté.

- Yo soy Carlota, encantada de conocerte. Me encantan tus uñas, ojalá yo las tuviera así de bonitas.

Miré a La Jirafa, que me contemplaba con una mezcla de alivio y agradecimiento. Con mi mirada le di a entender que esto no había terminado. El niño captó mi atención cuando me tocó la piel del brazo, donde los cortes empezaban a cicatrizar.

- ¿Quién te hizo pupa? - preguntó apenado.

- Tu madre... - Vi como los dos, Lorena y el hombre, contenían la respiración, asustados, y como él se acercaba un paso- se encargó de la gente mala que me lo hizo, no te preocupes.

El ambiente, frío y tenso unos instantes antes, se relajó. Antes de que pudiera recibir una respuesta del pequeño, su madre intervino.

- Bueno, cariño, mamá tiene que cuidar de Carlota, ¿vale? Por que queremos que se recupere, ¿verdad? Vuelve con papá a casita, te veo esta noche.

Le dio un beso en la mejilla a su hijo y otro a su marido y se despidió con un fuerte abrazo. En cuanto salieron por la puerta, noté que se giraba para agradecérmelo.

- Ni te molestes. No lo hice por ti. Ningún niño merece pensar que sus padres son unos monstruos. Le he ahorrado años de psicólogo a tu hijo.

- Sé que lo has hecho por él, pero te lo agradezco más de lo que te lo imaginas.

Me señalé a mi misma.

- Se nota tu gratitud. - de estar de pie tanto rato, alguna de las heridas más recientes, las de la espalda, se habían abierto un poco y la sangré manchaba la parte trasera de mi ropa.

La Jirafa me ayudó a cambiarme los vendajes, limpiarme, coserme y sentarme. Mientras lo hacía, permaneció en silencio.

- Puede que no quieras trabajar para nosotros, pero por lo menos déjame explicarte algunas cosas. Aquí te ayudaremos, te lo prometo. Podrás aprender más sobre los mestizos y los Primeros, así como algo de visthyno . Te daremos clases de lucha y si quieres te puedes convertir en una agente como Nowen. Te ayudaremos a desenvolver tus poderes y sacarle el máximo potencial, no tendrás que reprimirlos. Podemos ayudarte, Aêlwyn. Piénsatelo. Además, ¿no quieres ayudar a tu amiga, Gina? Si no tienes ningún cargo de poder, no podrás hacer nada por ella.

Siendo honestos, lo primero me causaba intriga. Si quería aprender más sobre lo que quiera que fuese eso de los Primeros y los mestizos. Y lo de desarrollar mis poderes parecía prometedor. Lo de luchar seguro que me venía bien. Pero fue la perspectiva de poder ayudar a Gina lo que me motivó. Me giré hacia ella.

- Lo haré. Pero no esperéis que os haga el trabajo sucio, Lorena.

Pareció molesta por que supiera su nombre, pero asintió.

- Te mandaré a alguien para que te dé una habitación y ropa limpia. Y algún ungüento para que esas heridas se curen lo antes posible. En cuanto estés lista, empezarás. Y no esperes que sea sencillo. Bienvenida a Arquel.

Infiltrada [escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora