Me como unos guisantes

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Me quedé en silencio.

¿De dónde había salido ese nombre?

Pero sonaba perfecto, hecho para mí. No sonaba fuera de lugar, como Carlota, se amoldaba a mí forma de ser perfectamente¿Cómo podía haber pasado tantos años sin saber de él?

Delante mía, la chica sonrió ampliamente, girando el cuchillo entre sus dedos. Dio un par de vueltas sobre sí misma y después alrededor mía.

Acercó su cara a la mía y me dijo:

- Estás adorable ahora mismo. Si quitamos la sangre y el hecho de que aún no eres nuestra aliada, serías mi mejor amiga ¡O puede que más! Eso estaría bien, ¿no crees?

- Nunca. Prefiero mil veces pasar por esto todos los días de mi vida a unirme a vosotros.

- Ay, pero que tontita eres. Si te hiciéramos esto todos los días no durarías ni un mes. Pero no pasa nada, por que voy a disfrutar este mes juntas.

Me tocó la punta de la nariz, divertida, y se fue dando pequeños saltitos. Esta mujer estaba loca. Pero loca de remate.

* * *

Unas horas más tarde (creo) la chica volvió. Vino con una bandeja que contenía un vaso de agua, un plato de guisantes y los cubiertos.

Colocó una silla delante mía y se sentó, poniendo la bandeja en su regazo. Con una mano, agarró una cuchara, la llenó de guisantes y me la acercó a la boca.

Aparté la cabeza hacia un lado, apretando los labios fuertemente. Me negaba a aceptar el sustento de esta gente. Si me iba a morir de hambre, o deshidratada, que así fuera. Pero no iba a aceptar su comida. Sería como acceder a unirme a ellos, como asumir la derrota. Y no iba a hacerlo.

- No seas complicada, Aêlwyn. Si no te alimentas, no vamos a poder colaborar. Además, te lo has ganado. No vas a comer así todos los días.

Me negué a contestar. Seguí mirando a un lado, con la boca cerrada, pese a los intentos de la muchacha de que comiera.

- Vamos a hacer un trato. Pero no se lo puedes decir a nadie, ¿Entendido?

Me giré, curiosa, ¿Que querría esta chica de mí? No tenía ni el más básico de los derechos, estaba encerrada en contra de mi voluntad.

- Si comes un par de cucharadas y te bebés toda el agua, responderé a dos preguntas.

- ¿Y cómo sé que cumplirás tu palabra? ¿O que dirás la verdad? - gruñí, con la voz rasposa por la sequedad de mi garganta.

La joven sonrió.

- No puedes. Sólo te queda confiar en mí.

Si claro, como si fuera a confiar yo en esta.

Bueno, ¿Y qué tienes que perder? No te queda nada, salvo tu estúpido orgullo y tu falsa sensación de honor. Si vas a comer, por lo menos saca algo de provecho.

- Trato hecho.

- ¡Genial! Ya estamos un paso más cerca de ser mejores amigas.

Decidí ignorarla. Acepté un par de cucharadas, y me costó no comer la tercera, pero pude controlar mi hambre. No le iba a dar más de lo que había prometido. Los guisantes estaban secos, pero por lo menos acallaron los quejidos de mi estómago. Momentáneamente.

Bebí todo el vaso del tirón, agradeciendo el líquido que bajaba por mi garganta, refrescándola. Tantas ansias tenía, que se me escapaban algunas gotas por la comisura de la boca, pero la chica las limpiaba rápidamente.

Cuando terminé, la miré desafiante, cosa complicada teniendo en cuenta que la maniatada aquí era yo. Pero no me amilané por ello.

- Me toca preguntar.

- Adelante. Pero no las malgastes y úsalas sabiamente.

¿Qué le vais a hacer a Gina? ¿Qué era esta organización? Por qué definitivamente no eran del gobierno. ¿Qué me iba a pasar? ¿Que le iban a hacer a Unai y a estos? ¿Cómo se llamaba?

Esta última pregunta era la más irrelevante, pero algo me decía que era importante.

Los nombres tienen poder, Aêlwyn... Por eso te preguntaron el tuyo.

Una voz me susurraba estás palabras desde el fondo de mi mente. Era... Peculiar. Pero a la vez conocida. Sin embargo, no conseguí ubicarla.

- ¿Cómo te llamás? Tu nombre verdadero.

Podría haber dicho "tu nombre de verdad", pero no sonaba ... Correcto.

La muchacha sonrió, pero toda diversión se borró de su rostro.

- Sabes más de lo que crees y eres más lista de lo que aparentas. Te diría que no dejases que te subestimen, pero hazlo. Así los pillarás a todos desprevenidos.

No sabía a qué se refería, pero me pareció un buen consejo. Viniendo de ella.

- Nowen. Me llamo Nowen Lufock.

- Encantada, Nowen. Yo soy Aêlwyn. Aunque creo que eso ya lo sabías.

El comentario le hizo gracia. Perfecto. A lo mejor si conseguía que se pusiese de mi lado me ayudarñia a liberar a Gina. Y si me liberaba a mí también, pues mejor.

Nowen parecía más relajada, ahora que había usado su nombre. Pero eso no duró mucho. Su expresión volvió a cambiar, sus ojos se agrandaron y volvió a aparecer aquella sonrisa de maniática.

- Tic tac, Elea, tu tiempo se acaba. Pregunta, pregunta, a ver si la respuesta es de tu agrado.

- ¿Qué va a pasar con Gina?

- ¿Vas a malgastar tu pregunta en ella? Estás obsesionada. Que si Gina esto, que si Gina lo otro... Sé un poco más egoísta, no te vendría mal.

Intenté poner mi cara de mala leche, a ver si se dejaba de chorradas e iba directa al grano.

Nowen puso los ojos en blanco. Agarró la bandeja con el plato medio lleno y empezó a levantarse.

Como se le ocurriera irse sin responder...

¿Qué, qué le vas a hacer? ¿Atacarla? ¿Atada cómo estás? Te encuentras en una situación de clara inferioridad, acéptalo ya e intenta sacar provecho.

- A tu amiga la retendrán aquí. Pero ella no es como nosotras. Es normal. Lo que pasa es que tiene un poco de sangre de Visionaria, así que a lo mejor la utilizan para eso. Aunque no creo. No parece capaz de controlar sus visiones. Probablemente la encerrarán y la dejarán un poco en paz. Si se porta bien puede que le borren la memoria y le implanten una nueva, junto a una identidad en otro país. Pero tú... No, tú eres como yo. O te unes... O tu final no será muy bonito.

¿Como nosotras? Yo no era como ella, ¿verdad? ¿Y qué era eso de visionaria? ¿Borrarle la memoria?

Sus palabras me daban vueltas en la cabeza. Eran como cables enredados entre sí. Todo junto, nada tenía sentido, pero si lo colocabas bien, tenía una lógica.

Visiones.

El cuadro en la base.

No es como nosotras.

Aêlwyn Elea

Nowen Lufock.

Todo empezó a cobrar forma en mi cabeza. Era difuso y no estaba segura de que era, pero lo iba a descubrir. Sólo tenía que portarme bien y seguir preguntando.

Nowen se marchó. Y me dejó sola.

Esos eran los peores momentos. No cuando me cortaban. No cuando me contaban cosas horribles sobre el destino de la que solía considerar mi amiga.

Si no cuando me dejaban sola. Con mis pensamientos. Mis horribles pensamientos.

Volví otra vez a aquel fatídico día. Las alarmas. La sangre. Los gritos. Las explosiones. La cara de Unai cuando la Jirafa confesó mi colaboración.

Me sumí en un torbellino de dolor, gritos y llantos.

Ya no sabía que era real y que no.

Ya no sabía si la loca era Nowen o era yo.

Infiltrada [escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora