Unai había entrado en tromba en el comedor. Empezó a caminar de un lado a otro nervioso, mientras se quejaba de una tal "Jirafa" . Por fin se sentó, a la cabecera de la mesa, aún visiblemente agitado. Puede que intentase ocultarlo, pero se notaba en su tensa mandíbula y sus puños apretados. Los tendones de su cuello se estiraban ante los rígidos movimientos de cabeza. Empezó a explicar la razón de su enfado, aún con la cuchara a medio camino entre el plato y su boca, casi indecisa.
- Estaba revisando los últimos detalles del transporte de una importante figurilla egipcia de gran valor que iban a llevar a Portugal, cuando cambiaron la ruta del barco de repente. Al parecer van a llegar antes de lo previsto. En principio iban a dar un pequeño rodeo para no encontrarse con muchas embarcaciones o islas, lo cual tenía previsto, así que estaba preparado para que llegase en una semana, pero en el último momento han cambiado la ruta a una más abierta, la ruta que suelen tomar los cruceros y barcos de mercancías comunes, lo cual lo ha adelantado un par de días. Si nos lo propusieramos, podríamos cogerla de todas formas, pero algo me dice que nos están esperando. De alguna forma han anticipado nuestros movimientos.
Todos quedaron en silencio por unos segundos. Justo entonces Mari empezó a despotricar en una retahíla indescifrable con un fuerte acento que me pareció gallego. Esto dio rienda a que todos empezaron a maldecir y a hablar indignados a gritos entre ellos.
Entonces me acordé de los retazos de conversación que había escuchado camino aquí. Supuse que Lucía y la jefa le habían prestado más atención que yo. Casi se me había olvidado el micrófono que llevaba en el móvil, y un nudo de angustia y vergüenza me atenazó al recordarlo. Esta gente me había abierto las puertas, habían sido nada más que amables y cariñosos conmigo y yo los estaba traicionando.
Estaba empezando a encontrarme mal ante estos pensamientos cuando Unai se levantó de golpe, enmudeciendo a todos.
- Voy a pensar. Que nadie me moleste.
El grupo continuó en silencio toda la cena, y un aire de tristeza y enfado embargaba el ambiente. Después de cenar, Nía y Gina me llevaron a una habitación cerca de las que me enseñaron, que resulta que eran las suyas, a dos puertas de la de Unai. Al llegar frente a la suya, el nudo de vergüenza se estrechó. Me dieron un pijama de una chica llamada Laura que me quedaba perfecto,así que me heché a la cama sin más preámbulos.
Poco a poco, el sueño se fue apoderando de mi. La oscura negrura me recibió con las manos abiertas.
Cuando me desperté me sentí desorientada durante unos breves instantes. Me levanté y me paseé por la habitación, sin saber que se supone que tenía que hacer. Al final me cambié a la misma ropa que ayer (tampoco tenía otra cosa).Mirándome al espejo, noté que mi pelo estaba un poco grasiento y sucio. Hoy iba a tener que ducharme, pero mientras tanto, me lo recogí en una trenza en un intento de disimularlo.
Salí de la habitación y miré la hora en mi teléfono. Eran las 10:44. Que toc. En el pasillo me crucé con un chico alto y robusto, con el oscuro pelo rizo rapado. Su oscura piel contrastaba enormemente contra su blanca camiseta de tirantes. Al verme, ensanchó su sonrisa y se aproximó a mí.
- ¡Hombre! Tú debes ser Carlota, ¿no? No te pega. El nombre.
No estaba segura de cómo responder a eso. Me lo habían dicho varias veces a lo largo de mi vida, pero nunca sabía que decir. Muchas veces, cuando me presentaba, a mí tampoco me sonaba del todo bien mi nombre. Pero bueno, teóricamente me lo puedo cambiar cuando quiera.
Me encogí de hombros. Este se aproximó a mí y empezamos a caminar juntos camino al ascensor.
- Al principio puede ser un poco difícil. No sabes exactamente para qué estás o qué hacer. Parece que todos aquí tenemos un rol asignado, pero somos mucho más que eso. Me dijeron que tú eras muy observadora. Eso mola, seguro que gracias a ello Unai te lleva a las misiones. Casi siempre va solo con Mateo.
- ¿Por qué? - no esperé a que contestara, use un poco mi cabeza y me respondí a mi misma- A ver, supongo que será más fácil pasar desapercibidos que si son un grupo grande, y la mayoría de los trabajos que hacéis son más de aquí. Por ejemplo Nía no tiene por qué ir a la misiones, ¿no?
- Es básicamente por eso. Y también por que podría ponernos en peligro. Aún siendo de los más jóvenes, actúa como un padre preocupado.
Soltó una carcajada ante su último comentario, justo cuando se abrían las puertas del ascensor. Al otro lado, Unai estaba de pie, como esperándonos.
- Espero que no os estéis riendo de mí.
- Que va, que va.
El hombre hizo un gesto con la mano mientras negaba con la cabeza. Pero se le arqueó la ceja izquierda un poco más que la derecha.
- Más vale que no me estés mintiendo, Darío.
El se alejó, despidiéndose con un gesto de la cabeza, dejándonos solos. Salí del ascensor, y él salió conmigo, andando a mi lado.
- ¿Tienes hambre? Porque Mari a preparado unas filloas buenísimas.
- ¿Qué son?
- Son como tortitas pero gallegas. Aunque eso no lo digas delante suya que se ofende mucho.
- Normal, ¿cómo te atreves a categorizar las filloas como tortitas? Deberías ir a la cárcel por eso.
-Debería ir a la cárcel por muchas razones, pero aquí me tienes. Libre y enterito solo para ti.
Me quedé un poco sorprendida ante sus palabras. Le di un pequeño golpe en el brazo mientras comenzaba a caminar hacia la cocina.
- Deja de malgastar mi tiempo. Ahora mismo podría estar comiendo filloas si tú no estuvieras molestando.
- Yo nunca soy una molestia.
- No que va.
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Infiltrada [escribiendo]
FantasyUna espía Un ladrón Dos caminos Un solo destino Carlota era una guardia de seguridad en un pequeño museo. Énfasis en era. Un día, traen un diamante a su museo y durante su turno de guardia tiene el placer de conocer al ladrón que le cambiará la vi...