La Misión

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- No veo con tu cabezota.

- Pues muévete, ¿a mí que me cuentas?

- Eres una maleducada.

- Pues anda que tú, Lord Farquaad...

- Como te vuelvas a reir de mi pelo te...

- ¡Ya basta! - gritó Ivär- A este paso los perdemos de vista.

- No habría pasado nada si Aël- si Carlota hubiese quitado su cabeza de delante.

- Noa, que te calles.


Nowen cerró la boca (por fin), pero su ceño fruncido se acentuó. Había elegido su nombre de humana de pequeña y ahora no le gustaba, pero como estaba guardado así en el registro oficial, no podía hacer nada.

Al final me moví para permitirle un poco de visibilidad, pero la plaza estaba a rebosar de gente.

Por unas cámaras de seguridad de un cajero automático, habíamos visto una furgoneta, con la misma matrícula que una de las de la banda, dirigiéndose hacia aquí. Así que ahora nos estábamos peleando por conseguir unas mejores vistas a la hora de localizar a los objetivos.

- Yo digo que nos dispersemos. Aquí todos juntos vemos más de lo mismo, pero si nos separamos cubrimos más terreno. - mire hacia Ivär, buscando su aprobación, la cuál encontré pintada en su mirada.

- Buena idea, podríamos...

- ¡Eh! La que toma las decisiones del grupo soy yo, que para algo soy la encargada. así que yo decido si nos separamos o no.

Nos quedamos en silencio unos segundos. Sabía que mi idea era buena, así que si la iba a despachar por una mera razón de orgullo, no era la adecuada para hacer de encargada.

- Yo digo que nos dividamos para buscarlos mejor.

- Muy buena idea, Noa, ¿se te ha ocurrido a ti solita?- dije irónicamente.

Al final nos separamos. Nowen iba avanzando por el centro de la plaza, Ivär por la izquierda y yo por la periferia derecha. Pronto los perdí de vista y me encontré sumergida en un mar de empujones y gritos en valenciano.

Notaba como me estaba estresando poco a poco. Quizás lo de separarnos no había sido tan buena idea al fin y al cabo.

Estaba a punto de ir a buscar a Ivär cuando una cabeza, de pelo rubio como el oro, captó rápidamente mi atención.

Era él. No podía er otra persona. Reconocería esas ondas doradas en cualquier sitio. A su lado, otra cabellera negra, con las puntas teñidas de rojo, parecía moverse cada vez más hacia una de las callejuelas secundarias.

¿Nía? ¿A dónde va?

Seguramente debería haber avisado al resto. Seguramente. Pero no. Decidí que era una gran idea ir yo sola.

Seguí el camino por donde asumía que habían ido, haciéndome paso a base de empujones y disculpas. Conseguí llegar a la boca de una solitaria calle, que serpenteaba entre dos edificios demasiado juntos para mi gusto, dejando un estrecho y claustrofóbico camino en el que vertían sus sombras. Un sitio perfecto para pasar desapercibido en la poblada plaza.

Antes de dar otro paso más, saqué lentamente mi navaja de uno de los bolsillos de la chaqueta, y mantuve la otra mano cerca de donde tenía colocada la pistola.

Unai estaba de espaldas a mí. ¿Dónde estaba el resto?

Era mi día de suerte. quizás podía hablar con él y advertirle, para que tuvieran cuidado o que directamente se marcharan y dejaran sus asuntos de lado, por su seguridad. Me acerqué a él, y cuando estaba a punto de llamar su nombre, se giró y rápidamente me asió de las muñecas y me acorraló contra una de las paredes de el callejón.

- ¿Creías que podías pillarme despistado? ¿Creías que podías venir aquí y apuñalarme por la espalda una vez más?


Fingí resistencia. Había sido entrenada para esto y podía escapar de su agarre. Esto me convenía (relativamente), ya que podía hablar con él mientras pensara que estaba en la posición de poder. Cuando la gente se cree con ventaja, se relajan, y es más fácil que se descuiden.

- Te cortaste el pelo.

Era verdad, ahora sus ondas rubias no eran tan largas como antes y su peinado había cambiado un poco.

- ¿Enserio solo te fijas en eso? ¿Vas a ignorar el hecho de que te me has acercado por la espalda con una navaja?

- Escúchame. Cállate un momento y escúchame. Estoy aquí en una misión y teóricamente tenemos que vigilaros. Te estoy avisando porque se puede volver peligroso. Tenéis que iros antes de que mis compañeros os encuentren.

- Carlota, no soy tan imbécil como para...

- No soy Carlota. Ese no es mi nombre.

- Ah, que también nos mentiste con eso, ¿verdad? ¿Qué más? ¿Tampoco te gusta el chicle de menta? ¿todo era mentira? ¿Nosotros éramos mentira?

- ¡No! No es eso. Yo... yo creía que era Carlota, pero ahora me he descubierto a mí misma. Mi nombre verdadero es Aëlwyn.

Se quedó en silencio durante unos segundos y se separó más de mí. Su expresión pasó de ser una de agitación a ser una de una calma fría.

- Te lo han contado.

- Sí.

- Y supongo que ahora te habrán contado lo maravilloso que son, como luchan por una buena causa y todo eso.

- Mira, cállate y escúchame. Estoy aquí por algo, y no estoy sola, así que...

- ¡¿Has venido aquí con más gente?! ¿No te valía con destapar nuestra base, nos mudamos y también vienes a jodernos?

- ¡Pero que me escuches, Unai! Te estoy diciendo que huyáis, que os vayáis de una vez, dejar de meteros en los asuntos de la Agencia y no os pasará nada. Dejar la reserva en paz y así mis compañeros y yo no os molestaremos. Ni siquiera debería estar aquí, si me pillan interactuando con cualquiera de vosotros... No quiero ni saber que me pasaría.

Respiré acelerada tras esa retahíla. había perdido los papeles, pero a lo mejor ahora escuchaba de una vez.

- No voy a parar. No vamos a parar. Llevo toda la vida luchando contra este tipo de gente. Gente como tú. Y no voy a para ahora.

Gente como tú. Gente como tú. Gente como tú. Gente como tú. Gente como tú.

Sus palabras resonaron en mi cabeza. Tenía razón. me había vuelto igual que los monstruos a los que una vez juré que despreciaba.

No, no eres como ellos. Tú por lo menos intentas ayudar a Gina. todo esto es por Gina. Recuérdalo.

Además - continuó, ajeno a mi crisis existencial-, ¿qué es lo peor que te van a hacer? ya eres parte de ellos. Seguro que tenéis pulseritas de la amistad tus amigos y tú.

Antes de que pudiera evitarlo, agarró la manga de mi camiseta y la subió, dejando a la vista mis cicatrices. Escondí mi brazo detrás de la espalda e intenté ocultarlo, pero ya era demasiado tarde.

Vi como el color se escapaba de su rostro.

Lo había visto.

Lo había descubierto.

Y ya no había marcha atrás. 

Infiltrada [escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora