Una mano huesuda me agarró el tobillo, provocando que me tropezara. La estancia estaba oscura, pero bajo la plama de mis manos pude notar una superficie lisa y fría. Intenté incorporarme, pero otra garra me agarró la muñeca. Así, una a una, cientos de manos me fueron inmovilizado en el suelo. Aparecían de la nada, como materializandose de la oscuridad. Intenté resistirme con todas mis fuerzas. Llamé a Unai a gritos, pero otra garra me tapó la boca, impidiéndome hablar. Estaba ahogandome, no podía respirar. Unas gotitas empezaron a caer de lo que supongo que debía ser el techo. Al principio pensé que era agua, hasta que reparé en su tono carmesí. Asustada, empecé a mirar hacia arriba y...
Me desperté gritando, sobresaltada. El corazón me iba a mil. Casi podía escucharlo contra mi pecho.
Solo ha sido una pesadilla, nada más.
Pero parecía tan real... Casi podía notar el frío del suelo calándose en mis huesos y aquellos largos dedos enroscándose al rededor de mis brazos.
Empecé a respirar trabajosamente, luchando por aspirar bocanadas de aire como si aún me taparan la boca.
El sudor frío bajaba por mi nuca, produciéndome escalofríos. Comencé a temblar descontroladamente, notando como cada fibra de mi cuerpo se agitaba. Sendas lágrimas bajaban por mis mejillas y aún notaba la garganta irritada del grito que di al despertar.
Intenté contener el llanto con todas mis fuerzas, pero no me veía capaz.
Estaba a punto de rendirme y dejarlo todo ir cuando una figura entró a toda velocidad por mi puerta.
Unai se sentó a mi lado en la cama y me rodeó con sus brazos, como si intentara protegerme de mi pesadilla, mientras me mecía al ritmo de una pequeña melodía que tatareaba.
Cuando sientas que todo está mal,
Recuerda, oh, recuerda
Aquí bajo el zarzal,
Oh, bajo el zarzal,a la izquierda
Mi amor, con un ojo de cristal,
Oh, un ojo de cristal, que todo a ver acierta
Te aguarda tu destino, tu final
Oh, tu final, solo cruza la puerta.Allí, acogida entre sus fuertes brazos, me sentí protegida, a salvo, por primera vez en mucho tiempo. Entre su estrecho abrazo yo no era una espía, él no era un criminal. Sólo éramos nosotros, nosotros y nadie más.
- Carlota, ¿por que te pasa esto? ¿Es por mí? Lo puedo cambiar. Si no te gusta esta vida puedes volver a la tuya no... - se le cortó la voz antes de continuar, entre susurros- no te lo impediré.
- No eres tú. - murmuré, y antes de poder contenerme, proseguí.- Tu eres perfecto así tal cual, no necesito que cambies. No quiero que cambies. Y tampoco es esta vida.
- Entonces, ¿qué es lo que te hace llorar por las noches, lo que demacra esta cara tan bonita, lo que te hace perderte en ti misma? - me agarró suavemente de la barbilla, aún abrazándome, obligando a nuestras miradas a coincidir.
Aparté la vista.
- No puedo... no debo...
Su semblante se tornó frío. Nunca le había visto así, ni siquiera cuando le decían que la Jirafa se nos había vuelto a adelantar. Ni siquiera cuando nos disparaban en el coche. Su mandíbula se tensó y me miró con tanta intensidad que esta vez no pude apartar mi vista de aquellos ojos verdes.
- Cuando me entere de quién te ha hecho esto... De quién te produce pesadillas y te hace sufrir... - dejó la frase incompleta unos segundos, flotando en el aire mientras buscaba una forma de decir lo que quería de forma más suave. - Me encargaré personalmente de que lo pase mucho peor que tú. Y de que ni se le pase por la cabeza tocarte un solo pelo más.
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Infiltrada [escribiendo]
FantasyUna espía Un ladrón Dos caminos Un solo destino Carlota era una guardia de seguridad en un pequeño museo. Énfasis en era. Un día, traen un diamante a su museo y durante su turno de guardia tiene el placer de conocer al ladrón que le cambiará la vi...