La sangre salpicaba el suelo, formando un reguero carmesí. Mi ropa había sido retirada, y ahora llevaba un camisón que solía ser blanco, pero se encontraba lleno de manchas rojas. Me dolían los brazos, y al mirar hacia abajo, vi unos cortes largos, que hacían circunferencias alrededor de mi brazo.. Estaban todos planeados y se notaba que habían sido hechos con precisión.
A unos metros de mí, el que se hacía llamar médico, limpiaba sus instrumentos con unas toallitas desinfectantes.
Se giró hacia donde me encontraba y me mostró una sonrisa amistosa, como si acabase de salvarme la vida, no de desangrarme como a un cerdo en un matadero.
- Bueno, ahora que ya he tomado unas muestras de sangre...
- ¿Unas muestras? Querrás decir unos barriles ¿Que vas a hacer con ella, alimentar a un ejército de vampiros?
Me acordé de Kiram, un recuerdo doloroso que se clavó en mi corazón como una espina. Intentaba no pensar mucho en que bueno... Que era un vampiro. Toda mi vida pensando que eran historias tontas que se le contaban a los niños en Halloween, y resulta que sí existen. Y yo he estado conviviendo con uno. Junto a él, vinieron todas las personas a las que había dejado en la base. Pero sobre todo Gina ¿Que horrores estaría pasando ella?
- No digas tonterías, chiquilla. Después de todo, eres tú la causante de esto. Si te hubieras portado bien...
-¿Si me hubiera portado bien? ¡¿Si me hubiera portado bien?! ¡Llevo meses pasándoos información, casi me matan mientras conducía¡ ¿QUE MÁS QUERÉIS DE MÍ?
Sonrió otra vez, calmado, como quien tiene que soportar el berrinche de una niña pequeña.
- Solo tenías que decirnos lo que eras desde el principio y unirte a nuestra causa. Pero lo tuviste que enrevesarlo todo, haciéndote amiga de esos.
¿Decirles lo que era? ¿A qué se refería? Le pregunté al respecto y él puso los ojos en blanco.
- No te hagas la inocente por qué no va a funcionar, no soy tan fácil de engañar.
Si no iba a aclararme eso, por lo menos podría resolverme otra duda.
-¿Y Gina?
- ¿Quién, la muchacha esa con la que intentaste escapar? Está en otra sala similar. Pero ella confesará antes, si sabe lo que le conviene.
Lo miré horrorizada ¿Como pude trabajar con esta gente? Quise pensar que Lucía, mi amiga, no era consciente de todo esto. Pero sabía que esas esperanzas eran tontos deseos infantiles sin sentido.
Empecé a gritar y a removerme, desesperada. No paraba de berrear improperios contra él, contra la Jirafa y contra todo en general.
El médico hizo una mueca de desprecio. Cuando terminé de gritar, con la garganta dañada, se dio la vuelta, sacando una tarjeta del bolsillo.
- No quería llegar a esto, pero no me das otra opción.
No sabía a qué se refería, pero me daba igual. Extrañamente, no quería que se fuera.
Por qué si no, iba a estar sola. Sola con mis pensamientos.
El señor abrió la puerta usando la tarjeta y poniendo su huella dactilar. Menuda seguridad, se nota que no querían que escapase.
Calculé que habían pasado unos diez minutos cuando la puerta se volvió a abrir. Entró la chica que había visto antes. Esta vez pude apreciar más de su aspecto. Tenía el pelo negro como el petróleo, corto, un poco por debajo de la mandíbula y unos ojos azules penetrantes, con una mirada desquiciada. Llevaba una camiseta térmica de manga larga negra, aunque estábamos a principios de julio. También tenía unos pantalones largos rotos y unas botas militares.
Se acercó a mí, sonriendo alegremente. Casi parecía emocionada.
¿Qué clase de psicópata me habían traído?
- Hola, yo soy Ana, ¿Y tú?
No entendía qué estaba pasando, pero me pareció que debería hacerle caso a menos que quisiera que me sacaran las muelas con un cortauñas. No sé si se puede hacer eso, pero ella parecía dispuesta a intentarlo
- Carlota.
- Mmm... No. Que tal si lo intentamos otra vez y las dos decimos nuestro verdadero nombre.
Me la quedé mirando, no extrañada, más bien molesta ya con toda esta gente.
-Estoy harta de que me digáis que no me llamo Carlota. Es el nombre que me puso mi madre y el que está en mi registro. Al que llevo respondiendo desde que tengo memoria, ¿Y me vais a decir que no es ese? ¡Qué vais a saber vosotros!
Para mi sorpresa, se rió histéricamente. Me esperaba unos gritos o algo así. Un par de mesas tiradas, un par de puñetazos ... No sé, cosas de los locos de las pelis. Pero esto daba muchísimo más miedo.
- ¿No lo sabes? ¿Nadie te lo ha dicho? Qué mona.
-¿Decirme el qué?
Estaba confusa. ¿Qué decía esta rarita ahora?
- Busca en lo más recóndito de tu mente. No pienses, responde con instinto. Otra vez. ¿Cómo te llamás?
-Carlota.
Chasqueó la lengua y me miró decepcionada.
- Podría ser tan fácil... Pero ya me han dicho que te gusta complicar las cosas.
Cogió un cuchillo fino, pero extremadamente afilado. Intenté resistirme, pero realizó un corte limpio en mi antebrazo, cerca de los otros que me habían realizado antes, pero mucho más profundo. La sangre empezó a brotar, cayendo en pequeños riachuelos por los lados de mi brazo.
- ¿Cómo te llamas?
Dolía. Picaba. Escocía. ¿Qué le había puesto a la hoja?
-¡Carlota!
Me puso puntos en el brazo, lentamente y tirando muy fuerte.
- ¡¿Cómo te llamas?!
-¡Carlota!
Me cortó en el otro brazo.
El proceso se repitió muchas veces. Me cortaba los brazos, con una hoja que debía contener algún tipo de veneno, los cosía y los volvía a cortar. Después las piernas. Luego, la barriga.
No sé cuánto tiempo estuvimos haciendo eso, pero empecé a encontrarme mal por la pérdida de sangre y por lo que quiera que llevase el cuchillo. Apenas podía ver nada más que rojo, y mi vista empezó a llenarse de puntos negros.
El dolor era atroz, llegaba a cada parte de mi cuerpo y ocupaba cada pensamiento. Apenas encontraba fuerzas para continuar hablando, hacía rato que había parado de resistirme.
Me cortó la mejilla derecha, muy superficialmente.
- Es una pena que no puedas ver a tu amiguita. Está más o menos como tú. Sería maravilloso ver tu cara mientras la torturaba, obligándote a escuchar. A mirar. Sin que puedas hacer nada.
Se rió escandalosamente. Grité.
Me desgañité la garganta, no podía soportar el mísero pensamiento de que Gina tuviera que soportar esto por mi culpa.
-¡¿Cómo te llamás?!
- ¡ELEA! ¡AÊLWYN ELEA!
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Infiltrada [escribiendo]
FantasyUna espía Un ladrón Dos caminos Un solo destino Carlota era una guardia de seguridad en un pequeño museo. Énfasis en era. Un día, traen un diamante a su museo y durante su turno de guardia tiene el placer de conocer al ladrón que le cambiará la vi...