capítulo 8

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había caminado por meses en los bosques salvajes y las montañas heladas. Uchiha Madara era un paria. Un renegado sin bandera ni marca que lo apersone. Solo tenía sus habilidades como Shinobi y sus impresionantes ojos. Estaba solo, pero no era una sensación antinatural en él. Siempre se había sentido solo, salvo por Izuna su hermano menor, el resto de su clan nunca fue de su agrado o devoción. Su vida se reducía a probarse a sí mismo batalla tras batalla para demostrar ser el más poderoso. Pero el tiempo pasaba, su único hermano ahora estaba ciego por darle la luz y no tenía razones para luchar. ¿Unirse a una villa Shinobi en otro país?

Imposible…

Madara sabía que las conformaciones de villas Shinobi siguiendo el sistema adoptado en país del fuego solo reportarían guerras. Feudales avariciosos tratando de aumentar sus territorios y riquezas. Madara sabía que podía, tal vez en alguna ocasión, terminar enfrentado a Konoha. Eso no lo podía permitir. Lo había prometido y siempre tuvo su palabra como algo sagrado. Algo que valía tanto como su vida misma, o sus ojos.

Pasaron las semanas, la vida nómada no fue buena para él. Uchiha Madara comenzó a presentar diversos problemas pulmonares por vivir siempre a la intemperie. Comenzó a adelgazar demasiado, merced de no ser un hábil cazador. Su mala racha se iba extendiendo y comenzó a pensar con seriedad la posibilidad de asentar su vida en alguna aldea pacífica.

¡Pero no!

Era un guerrero, un Shinobi nacido para morir al calor del campo de batalla. Madara Uchiha tenía que pelear y tal vez morir pero siempre cumpliendo su propia ley. Siempre siendo un guerrero, eternamente un guerrero. Sus días lo sorprendieron caminando por los territorios en el país del remolino. Era una zona de bosques mechados con largos ríos que los dividían dejando a la naturaleza crecer y llenar de verde todo el lugar. Madara se sintió muy interesado casi enseguida, un grupo de niños paso por el camino junto a él y le saludaron como si fueran viejos conocidos.

— ¡Adiós señor! –le sonrieron casi en coro angelical— ¡Que tenga buen viaje!

Metros más allá, una joven de cabellos rojos como flamas los corría media angustiada que se perdieran por el bosque. Saludo con mucha amabilidad a Madara que estaba anonadado de lo tranquilos que eran los lugareños por esa zona. ¿Acaso no sabían lo peligroso que era estar saludando extraños? Podían ser secuestrados, podían ser capturados y luego intercambiados por oro o comida según el bandido que cruzaran. ¿Por qué tanta familiaridad? Madara camino un poco más y llegó a un lago pacifico. El lugar estaba muy solitario y se veía como buena manera de conseguir algunos peces deliciosos.

El lago y sus alrededores eran un paraíso. Madara jamás había presenciado tanta belleza junta. Flores de colores, arboles verdes y pastos tiernos. Decidió establecerse unos días allí. Descansó bastante, estuvo de pesca y también cazando por los alrededores. Fue cuando en pocos días descubrió un camino que lo llevaba a una aldea. Nada menos que la aldea del remolino. Madara decidió no ir, entrar a aldeas Shinobi era casi suicidio si no eras un lugareño. No quería problemas con los Uzumaki. No los había tratado demasiado en los meses que ayudaron a construir Konoha pero suponía en ellos extraordinarios Shinobi. Era obvio esta cuestión, puesto que el Uzumaki promedio tenía un nivel de chakra superior 50 veces al hombre común. Debían ser terribles en combate. Madara no quería problemas.

Algunos días después, tres mujeres pelirrojas fueron al lago para bañarse. Encontraron a Madara durmiendo bajo un colchón de hojas y algunos árboles que le oficiaban de techo. La reacción natural sería escapar para informar a los Shinobi sobre este… "extraño" rondando la aldea. Pero los Uzumaki no solo eran conocidos por sus sellos y grandes cantidades de chakra, sino también por su amabilidad y hospitalidad.

—señor…señor…—dijo una de las jóvenes a varios metros de Madara dormido— despierte señor.

El Uchiha se puso de pie en un salto y sus reflejos le hicieron subir la guardia. Había sido todo demasiado pacífico y las trampas que Madara colocó para ponerse sobre aviso de intrusos en el lago, habían sido superadas en silencio.

Contracara  (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora