OTRO PASO MÁS

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El día se había hecho muy tenso para Draco. Luego de llegar del trabajo, el joven debía esperar a que lo hiciera su padre. Pidió a su elfo doméstico que le avisara cuando llegara Lucius. Esta vez, Draco no tomó ni una gota de licor. Sabía la reacción que tendría su padre —si es que le permitía hablarle—. Desde que se enteró de la relación que había entre Draco y Hermione, Lucius no le dirigía la palabra a su hijo, salvo algunas ocasiones, y solo para humillarlo y despreciarlo. Por eso quería estar completamente sobrio, para poder enfrentarlo en caso de ser necesario. A pesar de que Narcissa se había ofrecido a acompañarlo, Draco no aceptó. No quería que su padre lo viera como un cobarde. Si tenía que ganar su respeto, debía enfrentarlo solo. Aunque de solo pensarlo, sentía hielo en las venas. Se sentía aterrorizado, pero aun así, no dio un paso atrás.

Al poco rato, se presentó el elfo informándole que Lucius acababa de llegar. Draco le agradeció al elfo y se acercó hacia la ventana de su habitación. Su corazón estaba acelerado. Esperó varios minutos y bajó a hablar con su padre, —quien era muy rutinario—. Lo primero que hacía al llegar del trabajo era saludar a su esposa, —que siempre esperaba su regreso sentada en el recibidor— y luego se dirigía a su despacho a esperar la hora de cenar.


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Con una aparente calma, se acercó a la puerta, la cual estaba entreabierta. Antes de llamar, suspiró profundamente en varias ocasiones. Finalmente se atrevió a tocar y sin dar tiempo a Lucius de contestar, preguntó:

—¿Me permites pasar?

—¡¿Qué haces aquí?! ¡No tengo trato con traidores! ¡Largo!

—Necesito decirte algo. No te quitaré mucho tiempo —Draco dio unos pasos hacia adelante antes de que Lucius le gritara:

—¡¿Acaso estás sordo?! ¡Te dije que te largaras!

A pesar del odio que se reflejaba en la mirada de su padre, Draco no retrocedió. Sintió un sudor frío que le recorría todo el cuerpo al ver a Lucius acercarse a él. Aunque el miedo lo consumía, se mantuvo firme sin dejar de mirar a los ojos a su padre. Su determinación de no desistir surtió efecto, ya que Lucius no dio un paso más y fue el primero en desviar la mirada. Cuando vio que su padre retrocedió y le dio la espalda, notó que tenía fuertemente asida su varita, la tenía oculta en un bolsillo interno de su pantalón. Observó que faltó poco para quebrarla en dos. Aprovechó ese instante para tomar de nuevo la palabra.

—Voy a marcharme de esta casa. Así no tendrás que soportar mi presencia.

—¡Es lo que has debido hacer hace días!

—Solo necesito que me des mi herencia... y... —no lo dejo terminar de hablar. Giró sobre sus talones violentamente y se acercó dos pasos mientras gritaba:

—¿¡Tu herencia? ¡Dijiste! ¡¿Tu herencia?! —Repitió furioso— ¡¿Acaso crees que te daré algo de lo que he logrado con todos estos años de trabajo?¡ ¡¿En verdad pensaste que te pondría las cosas en bandeja de plata después de lo que hiciste?

—¡No puedes negármela...! —lo interrumpió nuevamente:

—¡Claro que puedo! ¡No estoy obligado a darte nada! ¡Hay clausulas en ese documento! ¡¿Me creíste tan tonto como para no protegerme en caso de que algo como lo que has hecho sucediera?! ¡No-estoy-obligado- a-dártela! ¡¿Entendiste! ¡Traidor! ¡Solo si estoy muerto puedes tomarla! ¡¿Acaso vas a matarme para disfrutar de ella?! —Al ver la cara de desconcierto de su hijo, Lucius rio malévolamente— ¡Ja-Ja-Ja-Ja-Ja! ¡Si quieres disfrutar de lujos y comodidades con esa... tendrás que arreglártelas como puedas!

Jugada del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora