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nueve

Jeon JungKook.

Observé cómo las facciones de Leah se endurecían, no sabía si era por la molestia de tener que firmar algo para tener todo lo que le mostré o porqué era, pero sabía que con aquella firma sería la etapa final para tenerla conmigo todo el tiempo del mundo hasta que nos convirtamos en cenizas. Mediante aquel papel yo podría justificar las acciones que cometería, así como también tendría una forma de amenazarla en un futuro si es que ella hace o dice algo que no debe, como delatarme a mí o mi grupo, espero no llegar a esos extremos pero como soy una persona que normalmente va un paso más allá que los demás siempre tengo que tener más soluciones para posibles problemas.

Frunció las cejas y me miró confundida, yo era consciente de que ella aún pensaba que trabajaría, y la verdad es que no sería así, solo nos serviría de ayuda en ciertos casos porque lamentablemente siendo hombres no teníamos los mismos recursos que las mujeres en algunas situaciones, y la chica que cumpliría con aquel trabajo HoSeok la dejó bajo tierra.

Bueno, no literalmente bajo tierra pero era un tema que me daba asco explicar así que prefería dejarlo en duda.

⎯ ¿Por qué es especial ese contrato?

⎯ Para saber eso tienes que leerlo, así que si gustas me acompañas a mi oficina.

Después de eso ambos salimos de su cuarto, y pude ver que ella seguía con la mirada el mismo a pesar de estar caminando sin mirar al frente. Mi oficina en sí era una de las habitaciones del segundo piso, pero ahora estaba equipada con una cama y accesorios correspondientes para que alguno de los adolescentes la usen, aunque estoy seguro que algunos compartirían cuarto al ser tan grandes, y eso me dejaba mi oficina libre. Momentáneamente, mi habitación era donde tenía papeles importantes que nadie podía leer, entre ellos, el contrato para Leah.

Se lo extendí y ella comenzó a leer detenidamente, le di en tiempo necesario hasta que después de unos minutos me miró fijamente, y sabía que muchas de las reglas le habían resultado extrañas, porque, bueno, yo soy extraño de por sí.

⎯ ¿Puedo hacerte una pregunta?

⎯ Las que quieras.

⎯ ¿Por qué aquí dice que estoy estrictamente en obligación de entrenar?⎯ preguntó aburrida.⎯ Odio el deporte, lo sabes.

⎯ Para el trabajo necesitas estar en forma y saber moverte, por eso también mantendrás una dieta balanceada.⎯ contesté.

Entrecerró los ojos y volvió la vista al papel. Yo comenzaba a desesperarme por su tardanza en terminar de leer todo, y es que habían unas 45 reglas, más otras no escritas ahí, pero quería que lo firme de una buena vez para dar por terminado mi trabajo y empezar con lo bueno. Sabía que se llevaría demasiadas sorpresas en mi mundo, en todo lo nuevo que comenzaría a rodearla de por sí, y esa era una de mis preocupaciones porque no sabía cómo introducirla en el mismo y hacerle perder el miedo por los futuros escenarios que se presentarán ante sus ojos.

No sería fácil, ya lo sé, al momento de ver como cobro mis cuentas me tomaría miedo, pero esperaba que sepa que jamás le haría daño a ella y que todo lo que hago es por una razón. No le permitiría estar presente cuando los otros locos pierdan la cabeza, y por consecuente, yo también, eso la haría asustarse aún más e intentaría escapar con métodos absurdos porque yo ya me imaginaba todos y cada uno de ellos, es por eso que las rejas tenían electricidad, y si quisiera saltarlas le sería imposible seguir viva después de aquello.

⎯ ¡¿Cómo es eso de que estaremos casados?!⎯ consultó exaltada, y yo esperaba con ansias que llegue a esa pregunta.

⎯ Es sencillo pero lo explicaré de una manera para que lo entiendas; nosotros estamos en una jerarquía, en la cual nuestro trabajo está segundo, por ende, hay un primero, y ese primero está ahí porque es más poderoso que nosotros.⎯ expliqué, reteniendo el odio al decir que los chinos eran unos imbéciles impulsivos que no pensaban nada.⎯ Así que, si no queremos que nos saquen de la jerarquía hay que ser todos aliados.