treinta y uno

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Leah Denbrough.

Había pasado una semana de la tan trágica fiesta de casamiento que había tenido, oficialmente era una Jeon ante cualquier cosa legal y para nuestras familias. Estaba de más decir que la había pasado para la mierda ese día, lo único que rescatable había sido YoonGi que por primera vez no me había dado repulsión y me dió un cigarro de marihuana para poder pasar todo con más tranquilidad, y si bien en un principio funcionó el efecto, al final ya había desaparecido y lo único que quedaba eran mis hermanos preguntándome qué me pasaba y por qué me había mostrado tan feliz bailando el vals con JungKook cuando segundos antes quería morir frente a todos. Podía decir con seguridad que nadie se había dado cuenta que había consumido porro, además de JungKook y mi familia, pero me importaban una mierda, ya estaba pasándola bastante para la mierda como para tener que aguantar los regaños de mi madre como si volviera a ser una niña de doce años. Bah, ¿qué digo? Ni siquiera cuando tenía 12 años mi madre me prestaba tiempo para regañarme.

Y ahora, como buenos recién casados, estábamos en nuestra luna de miel, donde se suponía que debía ser perfecta y el primer encuentro sexual de la pareja, el que era más que obvio que no le daría a JungKook, esperaba que ya sea consciente de eso y ni siquiera tenga la intención de ponerme una mano en la cintura porque era capaz de cortársela. Nos hospedábamos en una cabaña preciosa de la ciudad turística de Grecia, Atenas, y todo era precioso, era el primer día que estábamos aquí pero ya había visto unas cuantas cosas y cada una de ellas me impresionaba más y más. Según sabía, antes era mucho más aburrido el lugar, obviamente con los avances tecnológicos ahora se encontraban luces por todos lados, artistas callejeros, estatuas renovadas y cosas mucho más bellas que estructuras antiguas, soy de las que prefieren los avances en las ciudades que los monumentos antiguos e históricos, como podía serlo la muralla China, prefería visitar Nueva York con muchísimas más luces y lugares recientes que un lugar viejo.

Ahora iríamos a comer, en honor a nuestro matrimonio, según sabía íbamos a estar dos semanas aquí pero JungKook al parecer quería volverse antes porque no podía tener el control de todo lo que hacían sus amigos, como habitualmente hacía, al parecer no era controlador solo conmigo. No me interesaba tanto eso, en realidad mientras más tiempo estuviera lejos de él mejor, pero no me gustaba el hecho de que me podría perder estar visitando este país hermoso solo por su obsesión de controlar absolutamente todo y a todos. Tomé un vestido de mi maleta, uno color dorado que era largo y dejaba a la vista mi espalda, de una tela de satén brillante y preciosa, cuando levanté la prenda pude ver la pistola que había guardado a escondidas y de manera disimulada miré a JungKook, quien estaba afuera de la cabaña hablando por teléfono con alguien, al parecer molesto por sus expresiones y el levantamiento de voz, solo que nadie le entendía y yo tampoco ya que los vidrios de las ventanas eran gruesos, al igual que el material de la cabaña de madera.

Estaba muy segura en querer acabar con la vida de Jeon en estos días que estaríamos aquí, y si bien tenía que planearlo con mayor detenimiento, mi cabeza parecía no querer pensar en otra cosa que no sea esconder el cuerpo en algún lugar imposible de que lo encuentren. Como si fuera broma, ninguna opción era buena en estos momentos; sabía que enterrarlo en tierra fértil haría que los animales lo desentierren y lo coman. Si tiraba su cuerpo al mar podía flotar y la marea lo traería a la orilla. Quemarlo generaría mucho olor extraño, además de que no tenía lugar para hacerlo sin morir yo en el intento también. Las opciones se me acababan, y buscaba de todas las maneras asesinarlo esta noche, porque así tendría el dinero y las tarjetas que él traía, alcanzaría a pasarlas a mi nombre hasta que encuentren su cuerpo, y yo desaparecer junto a mis hermanos para que nadie nos encuentre nunca. Todo podía salir muy bien hasta que encuentren su cuerpo y le hagan la respectiva autopsia, si no era una muerte normal yo sería culpable automáticamente y tendría que gastar el dinero en hacerme cirugías plásticas hasta que mi rostro sea irreconocible y pueda hacer una vida doble, con otro nombre, otra nacionalidad, y una vida distinta. Quizá me iría bien de dentista.

Work| jjk. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora