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veinticuatro

Leah Denbrough.

Terminaba de acomodar los tirantes de mi vestido mientras sentía una pesadez en mi pecho desde el viernes pasado, cuando me enteré sobre la muerte de Marcos. Simplemente me había quedado sin palabras después de que su madre me dijera aquello, supongo que nadie jamás te prepara para escuchar noticias de ese tipo y menos cuando se trata de una persona que fue importante para uno mismo. No pensaba hacerme la ex novia con el corazón partido, lamentablemente no llegué a amarlo lo suficiente como para caerme a pedazos al saber la noticia, yo misma sé que no lo amé de la manera correcta y que podría haberlo hecho mejor, pero ya no tenía sentido pensar en eso cuando alguien le había quitado la vida, y estoy segurísima de mí teoría que alguien lo asesinó porque un suicidio era imposible que se dé por propias apuñaladas y terminar con el cuerpo escondido en un contenedor de basura.

Sabía que los policías en Derry no harían nada, eran personas que tenían un título barato y en el pueblo ni siquiera había cámaras forenses para hacerle la respectiva autopsia, así que querer hacerme la criminóloga no tenía sentido cuando no tenía ni siquiera una prueba, y hasta en un momento quise culpar a JungKook porque que casualidad que fue mi ex novio el que murió pero las fechas no coincidían, es decir, hace dos meses sí estaba él allá haciéndome la maldita propuesta que me trajo hasta aquí, pero quién sabe exactamente el día en que fue. Si tan solo los policías se tomaran su papel en serio podrían llevar presa a la persona que cometió el crimen.

Escuché la puerta y miré por el espejo a JungKook entrando, llevaba un traje elegante con una camisa blanca bien planchada por HyunA, que me quise reír en su rostro cuando veía sus lágrimas bajando mientras hacía su deber. Hoy sería la famosa fiesta de compromiso, para después llevar a cabo la boda en tres semanas, donde rogaba que alguna fuga de gas se dé y me muera, atragantarme con algo o tener el valor para cortarme las venas antes del "gran evento". Mis padres habían venido junto a Georgie, se quedarían en un hotel mientras las semanas pasen hasta el día de la boda, después volverían a Derry junto a mis dos hermanos y los amigos del mayor ya que sus vacaciones estaban a punto de terminar, claro que todos los pasajes fueron pagos por Jeon, y recibí la primer llamada de mi madre después de tanto tiempo solo porque mi prometido la llamó para anunciarle el evento.

Se colocó detrás mío y con lentitud tocó mi espalda desnuda. Aún seguía con el miedo por el abuso, era algo que no superaría de la noche a la mañana (si es que en algún momento podría superarlo) y por suerte Jeon lo entendía, aunque no tenía que estar agradecida con ello, es decir, por su culpa yo tenía miedo de que cualquier hombre esté cerca mío así que lo mínimo que tenía que hacer era respetar el espacio que le pedía. Llevaba un precioso vestido negro básico que llegaba hasta mis pies que tenían tacones en color dorado, al igual que mis aretes y el adorno del cabello. No pensaba arreglarme mucho, yo no quería casarme, y haría un último esfuerzo para advertirle a mi madre, aunque estaba más que segura que me diría que estoy loca o algo así.

Para qué enemigos si tengo a mis padres.

⎯ Pensé que usarías algo blanco.⎯ comentó mirándome por el reflejo.⎯ Es una fiesta de compromiso, amor.

⎯ Para mí es más un funeral que una fiesta de compromiso.

Él suspiró mientras se alejaba un poco, estaba guapo, eso no lo iba a negar, y el perfume que llevaba me encantaba porque tengo debilidad a cualquier olor masculino agradable, pero muy en el fondo de mi mente lo sigo viendo como alguien desagradable, despreciable y que merece todo lo malo del mundo. Sabía que estaba dando todo de él para no tocarme, no solo en sentido sexual, un abrazo o siquiera un beso en la mejilla, y podía notarlo cuando se acercaba y yo me alejaba, porque al parecer se había olvidado de mi miedo hacia él y después pedía unas vergonzosas disculpas. Había detenido ese patrón de dejarme regalos desde el día que se lo comenté, el mismo día que me enteré lo de Marcos y por primera vez agradecí uno de los tantos regalos de Jeon que era un peluche gigante, el cual abracé fuertemente sin imaginarme lo feo que habrá sido para él ese momento.