treinta y cinco

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Jeon JungKook.

Mis padres siempre se encargaron de enseñarme lo que era el bien y lo que era el mal, pero ahora es cuando yo me pregunto ¿Qué es el mal en realidad? Para algunas personas podían ser consumir drogas, hacerte tatuajes, o algo tan simple como pintarse el cabello de algún color, para otros lo malo era ser bondadoso, cuidar más de los demás que de ti mismo, o hacerle la tarea escolar a un compañero porque se le dificultó y a ti no. Pero a mí me gustaría recalcar qué era el mal, desde mi perspectiva, y era traicionar a una persona que dió todo por ti. Ese alguien que no podía darle la luna porque es físicamente imposible, pero en caso de que se pueda hacer, lo haría. Una traición de esa persona, del tipo que sea; infidelidad, confesión, delatar, cualquier cosa que se sienta como una traición, eso era el mal. Mis padres nunca me dijeron que los celos enfermizos estaban mal, al contrario, veía a mi padre aferrarse cada vez más a mi madre cuando le hacía una escena de celos, y en el momento que no las hacía, sabía que algo iba mal, que la relación podía estar en un hilo, pero él la salvaba. Ambos se salvaban, mutuamente.

Y, si podía hablar de mis padres y su relación, tranquilamente podría destacar el hecho de que ambos provienen de familias musulmanas; los obligaron a casarse cuando tenían 17 años, mi madre fue una de las pocas mujeres afortunadas que se casó con alguien que no le doblaba la edad, y seguro por eso terminaron realmente por enamorarse. Mi familia materna era...complicada, desde pequeño con ellos viví lo que era el amor real, ver como mi abuelo asesinaba a cualquiera que lastime a su mujer, mi tía por sus hijos, mi otro tío por sus hermanas mujeres, y así, por lo que si veo un poco en mis antecedentes familiares, no era tan extraño que yo sea como ellos. Recuerdo que desde pequeño me dijeron que tenía que hacer lo que sea por las personas que más ame en el mundo, y que si yo no lo hacía, ellos estarían para defenderlos, todo eso me lo dijo mi abuelo una noche antes de fallecer, con una escopeta sobre la mesa en la que teníamos nuestras tazas de café y chocolate caliente, revelándome que había acabado con la vida de un tipo que tenía su edad pero intentó abusar de mi primo que era menor que yo por dos años, teniendo yo en ese tiempo tan solo 8 años. Ninguno en mi familia se salvaba de ser así, ellos me lo enseñaron, y aunque yo no seguía su religión me adoraban de igual manera, hacían todo por mí y era la luz de sus ojos.

Ahora que sería padre de dos niños necesitaba prepararme para explicar ciertas cosas, no me gustaría que vean actos tan grotescos como podía ser un ajuste de cuentas o defensa propia, pero sí me gustaría que sepan que si estaban en un momento en el que era su vida o la del otro que se defiendan hasta no poder más, no importaban las consecuencias, yo los ayudaría a esconder el cuerpo, porque de eso se trata ser padre ¿no? Nunca darle la espalda a un hijo, mostrarle apoyo siempre, y hacer hasta lo imposible por ellos. Tenía experiencia por Leah, no porque precisamente ella haya asesinado a muchas personas, pero me encargué de deshacerme de HyunA, sabía que no tenía familia por ende nadie la buscaría, y unas cenizas eran imposibles de localizar en el mar. No me hubiera querido despedir así de la única amiga que tuve, pero era ella o la madre de mis hijos, y no necesitaba pensarlo ni un solo segundo para saber a quién prefería salvarle la vida.

Era una sensación rara el saber que sería padre, más cuando conseguí la sangre de una forma no muy legal, así como también tuve la primera ecografía gracias a un somnífero en el agua de Leah, por suerte no se enteró, ya que prometí nunca más volver a hacerlo pero...joder, necesitaba ver a mis pequeños. Dentro de siete meses tendría que ocultar mi verdadero yo frente a mis hijos, explicarle las cosas que estaban mal aunque su padre las hacía, y reemplazar las armas por juguetes. No me molestaba eso, podía vivir sin asesinar personas, pero era mi trabajo, con el cual les daría de comer y pagaría todos sus costos, así que lo quiera o no, seguiré metido en esto hasta el día de mi muerte. Cuando se lo conté a mi madre explotó de la emoción, con lágrimas incluidas, y no podía creer la noticia que le estaba diciendo, al igual que mi padre. Ambos sabían que Leah y yo seríamos pareja en el futuro, desde que la ví por primera vez supe que nuestros caminos estarían conectados hasta el final de nuestros días, y fue mi madre la que me dijo que haga todo para tenerla.

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