* 13 de Noviembre*
Cuando el reloj marca las doce lo único en lo que pienso es que ya soy un año más viejo. Llevo 21 años dándole problemas al mundo y creo que, para mi corta edad, ya he vivido todo lo que se puede vivir. Puede que incluso más. Estoy orgulloso de ello y no me arrepiento de un solo día de mi vida. Me gusto así como soy: libre como el viento, duro como una piedra. Aunque por culpa de mi carácter he conseguido muchos enemigos. Tal vez sea ese el motivo por el que hoy me encuentro aquí, en mi casa, celebrando este día solo. En ese momento mi móvil comienza a vibrar, emitiendo una canción de Puya (el cantante rumano que más me gusta). Se trata de «Dama y vagabundo», y con su ritmo consigue sacarme de mis pensamientos. Saco el móvil del bolsillo de mis vaqueros. Miro la pantalla. Contesto animado.
—Dime, Marius.
—¡Felicidades, hermano!
Oigo una voz a su lado que repite esa palabra. «Felicidades». Es Alex, mi otro hermano. El pequeño para ser exactos. Yo estoy en el medio.
—Gracias, frate. Aunque no sé de qué me felicitas. Que yo sepa aún no me he vuelto millonario. Espera que atraque el banco que tengo pendiente y entonces no podrás ni felicitarme. Ni siquiera te cogeré el teléfono.
—Entonces aguanta que llegue yo a Logroño y veremos quién roba antes el banco —sigue con la broma Marius.
Se ríe y yo me río también. Hablar con mis hermanos siempre me divierte y me levanta el ánimo. No me da tiempo a seguir vacilando porque Marius se apresura a despedirse.
—Bueno, ahora tengo que colgar. Tenemos trabajo. Ya sabes, la vida en la feria es dura... —lo dice intentando que suene a broma pero los dos sabemos que habla en serio—. Sentimos no poder ir a verte, hermano. Pero estaremos allí lo más pronto que podamos.
Asiento con la cabeza aunque no puede verme y me limito a decirle:
—Chao Marius. Cuidaros.
Cuando cuelgo siento una extraña sensación de envidia por no poder estar allí, en Bilbao, con ellos. Tirarnos del pelo, darnos fuertes manotazos en la espalda y reírnos como locos; como cuando éramos niños, como los niños que aún somos.
Tú también me felicitaste esta mañana. Me has pedido que me cuide y, después de mandarme muchos besos, hemos colgado. Me gustaría que esos besos me los dieras de verdad. Pero sé que no es posible ya que nos separan muchos kilómetros de distancia. Por eso decido celebrarlo con la compañía de mi amiga, la botella de vino. Viene acompañada de unas cuantas más... Ellas nunca me abandonan.
Enciendo la mini cadena. Subo el volumen. Puya empieza a sonar ahora por toda la casa. A la mierda los vecinos... Canto y bebo, bebo y canto... para un público que no existe. Estoy solo y no tengo velas que soplar ni deseo que pedir, pero la verdad es que no me preocupa. Hace muchos años, demasiados tal vez, que se me olvidó lo que significa pasar un cumpleaños junto a mis seres queridos. Que son pocos. Tres para ser más claros. Alex, Marius y tú. No te culpo por tu ausencia. Sé que no lo has pasado bien en la vida y estoy seguro de que tienes que tener una razón de peso para que hayas decidido alejarme de ella, a mí y también a mis hermanos. A cambio decidiste emprender un nuevo camino junto a Paco, el hombre con el que te casaste hace años. Desde que llegaste a España él te lo ha dado todo. Me alegro sinceramente de que seas feliz pero no puedo evitar un poco de rabia al saberte tan lejos, viviendo como una princesa mientras yo trabajo y busco la manera de salir adelante. Hoy han pasado casi tres años desde la última vez que te vi y siento como, con cada día que pasa, nuestra relación se enfría un poco más. Los años pesan y los recuerdos también. Estoy borracho. Tanto que he cogido un papel y un boli y me he puesto a escribirte esta carta. Son cosas que no me atrevo a decirte. Por lo cual he decidido que te escribiré cada día contándote mis sentimientos, esos que a veces creo no tener. A pesar de todo, te echo de menos mamá. Tu hijo: Bandy.
* 13 de Noviembre *
Querido Diario:
¡Fabián me ha dejado! Cuatro años viviendo juntos y ahora lo ha roto todo con un simple «lo nuestro no funciona.» Bueno, en realidad he sido yo la que me he ido. Después de escuchar sus duras palabras y ver su fría mirada comprendo que ya no queda nada por hacer. Que nuestra relación no tiene sentido. Ha sido y será el único amor de mi vida. Lo conocí con 15 años y desde entonces solo he tenido ojos para él. Pero eso no significa que tenga que soportar sus desprecios, sus mentiras y sus infidelidades. Entiendo que él es joven, solo tiene un año más que yo; y que aún le quedan muchas cosas por vivir. Pero yo también tengo el derecho de ser feliz. Tengo 19 años y he de reconocer que no me arrepiento de nada. Si pudiera rebobinar en el tiempo volvería a vivir cada uno de los momentos que pasé con Fabián. Pero no por ello voy a seguir atrapada en una vida vacía, en una rutina que llegó hace meses y que estaba acabando conmigo. Esta mañana he telefoneado a mi amiga Yoana y me ha ofrecido quedarme en su casa por un tiempo. He cogido mi equipaje y, antes de que él regresara del trabajo, me he ido. No ha habido despedidas, ni siquiera una nota que justificara mi marcha. Cuando el amor se acaba no sirve de nada dar explicaciones o buscar culpables. No sé si siento tristeza o alivio. Tengo un poco de miedo por no saber lo que me depara el futuro pero juro que no voy a hundirme. Voy a luchar con todas las fuerzas de mi corazón, hasta que no quede un solo latido en él. Un saludo, Patty.
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Enséñame a Querer
RomanceCuando el destino decide unir dos almas no hay nada ni nadie que pueda impedirlo. No existe fuerza lo suficientemente poderosa como para separar dos corazones que se pertenecen, aun cuando sus cuerpos estén ausentes.Ella es Patty, sensible y románti...