Ella es de esas chicas...

3 0 0
                                    


* Domingo 15 de Noviembre *                                                                          BANDY

En cuanto las chicas han cruzado la puerta y nos hemos visto libres de sus miradas, Marius y yo nos hemos mirado mutuamente y hemos chocado las manos, alegres, en señal de victoria.

—¿Nos tomamos un café? —le propongo mientras me dirijo a la cocina.

Él me sigue. En cuanto entro me dan ganas de salir. Está todo hecho un desastre. Por culpa de la noche anterior, hay vasos, ceniceros y botellas esparcidos por todos los rincones de la casa. Ya lo limpiaré mañana. Hoy no tengo ganas.

—Sí —me responde Marius desde la puerta—. Nos vendrá bien para recuperar fuerzas. Nos hemos desmadrado bastante esta noche. Como venga Alex a casa y vea esto así... nos corta el cuello.

Pongo el agua a hervir en la cazuela, la retiro y le añado tres cucharadas de café y dos de azúcar.

—Ya, pero ha merecido la pena. Y en cuanto a Alex, no importa. Se va a ir dentro de unos días de todos modos.

Me da la razón.

—Eso es verdad. Por cierto, Bandy, con todo este lío se me ha olvidado lo que quería decirte. Ahora que Alex ya no va a vivir aquí, ¿podré seguir viniendo los findes que tenga libres o tendré que ir a su casa?

Le apunto con un vaso vacío de plástico y se lo lanzo. Él lo coge al vuelo.

—¿Eres tonto? Eso no se pregunta. Sabes que las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para ti... Yo sí sé qué es un hermano.

—Ya, pero ahora que te quedas solo, ¿cómo te las vas a apañar para pagar solo el alquiler? Son muchos gastos para uno solo, Bandy...

—Lo sé, lo sé. Pero no voy a pagar solo... Tengo pensado alquilar las dos habitaciones que quedan y... creo que ya sé quién serán mis nuevos compañeros de piso. —Sonrío—. O, mejor dicho, compañeras.

Marius menea la cabeza, no muy convencido con mi idea.

—No lo puedo creer. ¿Sigues empeñado con lo que me contaste en la discoteca? Es absurdo. Esas tías no aceptarán tu propuesta.

—Te aseguro que lo harán —afirmo—. Y antes de lo que tú piensas. Después de esta noche, Patty no podrá decir que no... Además, ¿qué mejor idea que compartir piso con una chica con la que puedo acostarme todos los días?

Marius me mira, incrédulo.

—Así que es eso... Tú quieres tenerla cerca para aprovecharte de ella.

—¡Eh, eh! Un momento —le interrumpo para corregirle—. Yo no me aprovecho de nadie. Patty se lo ha pasado tan bien como yo. Y ya sabes, dos no lo hacen si uno no quiere...

Me observa dudoso. Insisto.

—No la he forzado, tío. No soy una bestia.

—No te digo eso, Bandy. Para ti ha sido solo un polvo, pero seguro que para ella no. Las mujeres son así. No se entregan así porque sí. Siempre lo hacen con segundas intenciones. Solo hay una clase de chicas que se dejan hacer de todo y de todos. Y esas no valen la pena.

Medito un instante sus palabras. No sé si Patty es una de «esas chicas», de las que no merecen la pena. Y la verdad es que no me interesa. La única certeza que tengo es que, al menos por mí, se ha dejado y ha participado gustosa en el asunto. Y por mí que así siga siendo.

—Tú y tus reflexiones, Marius. Siempre estás buscando problemas a las cosas, sacando motivos ocultos o segundas intenciones. Y en este caso no hay nada de eso. Es solo sexo; y lo tengo muy claro. Los dos lo tenemos muy claro —recalco.

Marius se lleva las manos a su cabello rubio y suspira.

—Está claro, hermano. Nunca cambiarás. No lo has hecho nunca y no lo harás ahora. A menos que suceda un milagro.

Me río, quitando importancia al asunto. Apago el fuego y saco una taza para servirme el café. No, nunca cambiaré. Y menos por una mujer. Y los milagros... lo siento, pero no creo en los milagros. 

Enséñame a QuererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora