Perrito faldero

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* Viernes 6 de Noviembre *                                                BANDY

—¡Despierta, Bandy!

La voz de Marius llega a mis oídos lejana. Agarra la manta con la que estoy cubierto y tira de ella.

—Levanta, hermano. Alex quiere hablar contigo.

Abro los ojos. La luz entra por la ventana iluminando mi habitación por completo. Vuelvo a cerrar los ojos. Me da vueltas la cabeza.

—¿No puede esperar un poco más? —balbuceo, metiendo la cabeza bajo la almohada.

—No, no puedo. Tiene que ser ahora.

Su voz llega desde la entrada de mi cuarto. Aparto la almohada y miro hacia esa dirección. En efecto, Alex se encuentra allí parado. Con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y cara de sueño, me mira fijamente.

—Joder, Alex. ¡Tiene que ser muy urgente para despertarme a estas horas! —me quejo.

—Lo es. Ana y yo tenemos que hablar contigo ahora porque en menos de media hora tengo que estar en el trabajo.

Asiento resignado y me levanto.

—Ya voy. Dame cinco minutos.

Un momento... Ha dicho «Ana y yo». ¿Qué tiene que ver esa conmigo? Interrogo a Marius con la mirada y agacha la cabeza. Mierda... Esto no me huele nada bien. Cojo una pantaloneta que hay tirada en el suelo al lado de mi cama y me la pongo. Me dirijo a la cocina, con Marius pisándome los talones. Allí están ya Alex y su novia, sentados el uno junto al otro y con gesto demasiado serio.

—Ey, ¿qué son esas caras? Parece que estáis en un entierro —bromeo, pero a ninguno parece hacerle gracia.

Cojo una taza y me sirvo café en ella. Nada de leche. Necesito combatir la resaca que llevo encima. Me siento enfrente de ellos, apoyando la taza en la mesa. Marius se queda de pie, pasando la mirada de uno a otro.

Alex suspira y toma la palabra.

—Bandy, Ana y yo hemos estado hablando y hemos llegado a una conclusión. —Mira a su novia y ella asiente, animándole a seguir—. No nos parece bien tu manera de actuar. Llevas días llegando a las tantas a casa y, para colmo, siempre lo haces borracho, metido o fumado. Así no puedes seguir.

Estallo en carcajadas.

—No me jodas, Alex. Así que era eso...

Miro sus rostros. Están serios, así que yo hago lo mismo.

—¿Cómo vienes a estas alturas de mi vida a decirme lo que tengo que hacer? ¿No crees que ya estoy lo bastante mayorcito para echarme la bronca? Te recuerdo que soy mayor que tú.

—No se trata de eso, Bandy. Da igual que seas mayor o menor. Cogimos este piso entre los tres para compartirlo y vivir tranquilamente. Pero contigo eso no se puede. Te pegas fiestas aquí bebiendo y haciendo cosas peores, pones la música a tope sin importarte que nosotros descansemos, ¡hasta se la lías a Ana si se ducha cuando tú llegas del trabajo! Haces lo que te da la gana. Y no vives solo...

Respiro hondo llevándome las manos a la cabeza, en un intento fallido de controlar mi enfado.

—¡No puedo creer que tú me hables así! Recuerda que no hace mucho, antes de conocer a esa... —Señalo a Ana despectivamente—, tú no eras muy diferente a mí. Te drogabas igual que yo, o más, y vivías la vida al día. Me alegro que hayas sentado la cabeza, pero no por ello puedes exigirme que yo haga lo mismo. Además, no hago daño a nadie. ¡No me meto con nadie!

Alex se levanta, seguido de Ana, la cual permanece en silencio. Pero a mí no me engaña... ella tiene gran parte de culpa en esta pelea.

—Mira, ya está bien. No es necesario que te alteres. Vale, puedes vivir tu vida como tú prefieras, pero nosotros tenemos derecho a elegir la nuestra. No podemos seguir con esta situación. Ahora me tengo que ir a currar, no quiero llegar tarde. Solo quiero que sepas una cosa, Ana y yo hemos decidido irnos. Nos marcharemos en cuanto encontremos otro piso. Te lo digo ahora para que pienses qué vas a hacer tú. Luego no digas que te estamos echando.

Es más de lo que puedo aguantar. Me estoy saliendo de mis casillas y no quiero pagar mi rabia con Alex que, a fin de cuentas, es mi hermano y lo respeto. Aunque no apruebe su comportamiento. Me incorporo de un salto, volcando el taburete con un fuerte empujón. Dejo la taza en la mesa y me largo, maldiciendo por lo bajo. Ya ni el café me apetece. Me encierro en el cuarto, aún asumiendo toda la conversación. Siento ganas de pellizcarme para ver si se trata de un sueño, un mal sueño. Pero no... Es la cruda realidad. Alex no entiende mi vida. Como no lo hace nadie. Me decepciona que sea mi hermano. Cuántas veces hemos reído juntos, fumando nuestros canutos y pasando de todo... y de todos. Pero todo lo jodió ella. Ana llegó a su vida y cagó nuestra relación de hermanos. Ella tiene la culpa de todo. Ella le ha lavado el cerebro... Pongo la música. A tope, desde luego. Y me juro algo a mí mismo. Ninguna tía, NINGUNA, conseguirá nunca convertirme en su maldito perrito faldero...

Enséñame a QuererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora