Felicidades, Bandy

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* Viernes 13 de Noviembre *                                                                BANDY

Llego a casa cansado, agotado de tanto trabajo que he tenido hoy. Llevo un mes reformando una casa y como mucho en dos semanas tiene que estar terminada. Y aún me queda cambiar las baldosas del baño y pintar todo el piso. Tengo que ponerme las pilas. Últimamente he llegado al curro casi todos los días reventado de tanta fiesta nocturna. Coca, alcohol y más coca. Y no rindo lo suficiente. Llevo casi dos años trabajando para esta empresa, para Julio. Desde que me contrató me ha tratado de maravilla, casi diría que es como el padre que nunca tuve. Y no quiero fallarle ahora. El único problema de este trabajo es que no cotizo, que lo hago sin papeles vamos. Pero, bueno, no se puede pedir todo en esta vida. Lo importante es que gano pasta y que nunca me falta el dinero en el bolsillo. No pido más para ser feliz. Ahora mismo tengo 180 pavos (descuento lo que le debía a mi jefe) y ya estoy pensando en qué gastarlos. Hoy no tengo ganas de salir así que me pegaré una ducha caliente y me meteré en la cama a relajar el cuerpo...y la mente. Un golpe suave en la puerta.

—¿Quién? —grito, aún echado en mi cama.

—Soy yo —oigo a Alex al otro lado de la pared.

—Pasa.

Me siento. Cojo el paquete de «LM Light» que hay en la mesita y saco un cigarrillo.

—¿Quieres? —Le ofrezco a mi hermano mientras me lo enciendo.

—No, gracias. Ya tengo. —Se señala el bolsillo de los vaqueros—. Venía para decirte... ¡Feliz cumpleaños, hermano! Esta mañana saliste antes de que me levante y no pude felicitarte.

Me da una palmada amistosa en el hombro. Ostia... es verdad. Hoy es mi cumpleaños. Tantas semanas pensando en la fiesta que me iba a montar cuando llegue y ahora que llegó el día ni siquiera me he acordado. Suelto una carcajada.

—Gracias frate. Ya son 22 años... —al menos de eso me acuerdo.

—Sí. Y ya deberías sentar la cabeza.

Lo comenta con una sonrisa en la cara pero sé que lo dice en serio, que lo piensa de verdad. Le devuelvo la palmada.

—Venga Alex no me des la murga otra vez... No hoy.

—No lo haré.

De repente se pone serio. Se dispone a salir de mi cuarto pero se detiene, dándose cuenta de que olvidó decirme algo. O más bien fingiéndolo.

—¡Ah, Bandy! Se me olvidaba. Ya hemos encontrado piso. Le he pedido dinero adelantado a mi jefe y en cuanto me lo dé pagaremos la fianza y nos mudaremos. Será como mucho en una semana.

Parece querer tranquilizarme. Como si yo quisiera quitármelos de encima. Me quedo helado. Sabía que tenían pensado marcharse, pero no creí que pasara tan pronto. Tal vez ni me lo tomé en serio...

—No hay prisa, Alex. Podéis esperar al mes siguiente, cuando cobres.

Niega con la cabeza.

—No, Bandy. Gracias pero ya está decidido. Hasta luego.

Y se marcha. Me levanto y cierro la puerta, que ha dejado entreabierta por las prisas de evitar esta conversación. «De nada», le digo mentalmente. Soy yo el que te da las gracias. Gracias por dejarme aquí tirado con todos los gastos, como si no fuera tu hermano, gracias por abandonarme a mi suerte como lo han hecho siempre todos... En especial los que más me importan. Pero da igual no pienso hacer un drama de esto. Me las arreglaré como pueda. A fin de cuentas, estoy acostumbrado a todo... Cojo el móvil. Consulto el saldo antes de llamar. 1.40 céntimos. Por lo menos llegará para hablar un minuto. De repente se me han quitado las ganas de estar en casa. Es más, me agobia quedarme encerrado. Busco su nombre en la agenda y le doy a la tecla de llamar.

—¿Sí?

—Hola, guapa. ¿Qué haces?

Un segundo de silencio. Tal vez no esperaba mi llamada. No la llamo muy a menudo y últimamente cada vez con menos frecuencia.

—Hola Bandy. Yo aquí, con estas...

Cómo no. No sé para qué pregunto.

—Me preguntaba si te apetece que quedemos para dar una vuelta. Tengo ganas de verte.

Otra vez silencio. Un silencio incómodo de esos que esconden lo que de verdad hay detrás, lo que no se atreve a decir...

—Bandy, tenemos que hablar. Llevamos días sin vernos y bueno... han pasado cosas.

Un leve presentimiento. Guardo silencio en espera de sus palabras.

—Quiero dejarlo. No podemos seguir juntos.

Trago saliva. No me esperaba esto.

—Pero no entiendo. ¿Qué ha pasado? Creo que no me he portado mal contigo. Te he respetado en todo momento.

—Ya. Y te lo agradezco. Pero ya no es lo mismo —explica—. Ya no siento nada por ti. Y además he conocido a otra persona. Y me gusta mucho. Si quieres podemos ser amigos.

No respondo. No me despido. Cuelgo el teléfono riéndome a carcajadas. Tiene gracia. He aguantado cinco meses de abstinencia total, esperando el momento de llevármela a la cama, de ser el primero... Y ahora así, sin ningún motivo, me deja y... eso no es lo peor. Me deja por otro. Y me lo suelta así, como si nada, como si fuera lo más lógico del mundo... Me da igual lo que haga ella. ¡Omaira me importa un pimiento! Lo que me molesta es que se ha burlado de mí. «Podemos ser amigos». Sí, claro. Voy a mandarte ahora mismo una prueba de amistad. Cojo mi móvil y escribo veloz lo primero que se me pasa por la cabeza.

«Eres una niñata. Solo quería acostarme contigo».

Ya está, enviado. Y a continuación lo borro como la borro a ella de mi vida. Me he pasado, lo sé. Pero no me importa. Que se joda... Para que vea quién es Bandy. Y que conmigo nadie juega. Me enciendo otro cigarro. Ni siquiera me ha felicitado... Sonrío amargamente. Casi nunca me han regalado nada por mi cumpleaños pero este año no me puedo quejar. He tenido dos regalos. Oferta. Dos por uno. Mi hermano se va de casa y mi novia me deja por otro... Cualquiera me envidiaría. Me pongo la cazadora azul que está tirada en la cama y antes de salir me miro en el espejo.

—Felicidades Bandy —le digo a mi reflejo pero no me responde.

Ahora llamaré a Romín para invitarle a tomar algo. Y de paso, espero que le quede algo de coca. Al fin y al cabo, no se cumplen 22 años todos los días...

Enséñame a QuererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora