Quédate un poco más

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* Domingo 15 de Noviembre *                                                                        BANDY

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* Domingo 15 de Noviembre *                                                                        BANDY

Sonrío mirando el techo. Estoy cansado, sudado, agotado... Pero ha sido maravilloso. Llevaba mucho tiempo sin practicar relaciones sexuales y el cuerpo me lo estaba pidiendo a gritos. Además, esta chica sí sabe cómo hacerme sentir bien. Consigue que el pulso se me acelere solo con rozar mi piel. Un soplido en la oreja hace que el vello se me erice. Abro los ojos sobresaltado.

—¿Qué pasa?

—Te estabas durmiendo...

Patty tiene los codos apoyados en mi pecho y la cabeza apoyada sobre las manos. Me mira divertida.

—Feliz cumpleaños. Más vale tarde que nunca, ¿no?

—Tengo sueño —me quejo, cerrando de nuevo los ojos.

—Eso no vale. Yo tengo que irme enseguida y no puedo dormir.

Apoya sus labios en los míos, rozándolos apenas. Abro los ojos, acaricio su pelo alborotado, apartándole algunos mechones que le caen sobre la cara juguetones. La observo detenidamente, fijándome bien en cada rasgo de su rostro. Se la ve feliz. Tiene una sonrisa radiante.

—Está bien, está bien. Tú ganas. No me duermo. —Me incorporo y apoyo la espalda en el sofá—. Pásame un cigarro, porfa.

—¡Serás vago! —recrimina, pero obedece.

Se levanta del sofá colocándose bien el vestido. Va a la mesa, busca en los bolsillos de mi cazadora y saca el paquete de tabaco. Se sienta otra vez, con las piernas cruzadas, junto a mí. Saca un cigarro también para ella.

—¿Y el mechero? —le pregunto.

Se deja caer hacia atrás, dándose cuenta de que se le ha olvidado.

—¡No! No puedo levantarme más... —exagera.

Me echo sobre ella de un salto, poniendo las manos en el sofá y apoyando mi peso en los brazos para no hacerle daño. Sonrío con gesto pícaro y le propongo:

—¿Te parece mejor si echamos otro baile?

Le doy un beso en los labios y ella los aparta, riendo.

—¿Cómo crees? No puedo más. ¡Vicioso!

Me pega cariñosamente en el pecho.

—Sí. Soy un vicioso. El sexo es como el tabaco, crea adicción.

Reímos divertidos y nos abrazamos. Y un beso, y otro, y otro más. En ese momento tocan a la puerta.

—Patty —se oye al otro lado a Berta—. Nos tenemos que ir ya.

—¡Ya voy! —le responde gritando a su amiga—. Un momento.

Se dispone a levantarse para descorrer el cerrojo que cierra la puerta pero se lo impido. La agarro del brazo.

—No te vayas.

—Ya lo has oído. Tenemos que irnos —repite las palabras de su amiga.

—Quédate un poquito más —le pido.

Pongo mi mejor cara de «niño bueno» tratando de parecer tierno e inocente. A Patty se le escapa una carcajada. Se levanta igualmente y abre la puerta. Vuelve corriendo al sofá y se tumba a mi lado. Marius y Berta entran. Se sientan en el otro sofá. Tienen cara de sueño y gesto cansado, pero en la mirada de mi hermano puedo ver claramente una muestra de satisfacción y por el cabello despeinado de Berta y su camisa arrugada deduzco que ellos también lo han pasado muy bien. Marius coge el cigarro que lleva colgado en la oreja.

—Bandy, dame mechero.

Miro a Patty. Me mira. Nos reímos. Berta y Marius no entienden nuestros motivos pero ríen también, contagiados por la misma alegría. 

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