Aún estoy vivo

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* Sábado 14 de Noviembre *                                                              BANDY           

Es el cuarto vaso de whisky que me tomo y ya empieza a hacerme efecto. La cabeza me da vueltas y las bromas que hace Romín cada vez me hacen más gracia. Me río, bebo y muevo la cabeza al ritmo de la música, que resuena por toda la casa y hace vibrar los cristales de la ventana. Pierdo la noción del tiempo. De pronto, algo vibra en mi bolsillo. Meto la mano para ver de qué se trata y saco mi móvil. La pantalla se ilumina y en ella puedo leer: «Patty». Hago señas a Romín para que baje el volumen de la música.

—¿Aló?

—Bandy, soy Patty. ¿Dónde estás? Estamos llamando al timbre y no responde nadie.

Me llevo las manos a la cabeza, sorprendido y ligeramente mareado. ¡Se me había olvidado por completo que quedé con ellas!

—Ya os abro.

Bajo veloz las escaleras y les abro la puerta. Doy dos besos a cada una y las invito a subir. Ellas me siguen en silencio hasta el cuarto piso. Se paran ante la puerta, indecisas por un momento sobre entrar a la casa.

—Pasar, chicas.

Obedecen. Las guío hasta el salón. Y me siento de nuevo en la silla, al lado de la mesa, donde me espera otra botella. Patty y Berta se sientan en uno de los sofás, el que está vacío. Se apretujan una junto a la otra, como si temiesen que les fuéramos a hacer daño.

—Os presento a mis amigos. Él es Paul —señalo al otro sofá y él no levanta la vista, demasiado concentrado en el porro que se está haciendo—. Y este es Romín, mi gran amigo.

Está sentado en otra silla a mi lado y se levanta para saludar educadamente a las muchachas.

—Ya nos conocemos.

Les da dos besos a ambas y se detiene un poco más con Patty.

—Aunque creo que contigo no he tenido tanto trato. No se puede tener tanta suerte.

Patty se sonroja levemente y sonríe, halagada. Me dan ganas de advertir a Romín, de avisarle que esta noche es solo mía... Pero no lo hago. Me limito a sonreír. Agarro la botella y dos vasos vacíos, ya usados, y me dirijo a ellas.

—Serviros. Aquí con confianza...

Se miran un tanto cohibidas, decidiendo quién da el primer paso. Patty se levanta y se encamina hasta la mesa con paso firme, emitiendo con sus tacones un sonido insistente con cada paso que da. Con ellos ha conseguido verse unos centímetros más alta pero sigue siendo de igual forma muy pequeñita. Lleva puesto un abrigo negro que se ajusta perfectamente a su delgado cuerpo y le llega hasta las rodillas, dejando ver tan solo una parte de sus finas piernas y dando paso a la imaginación de descubrir qué habrá más arriba. Coge un vaso y señala la botella.

—¿Me la abres, por favor? —me pregunta con educación.

Sus finos labios brillan mientras habla y le abro la botella sin dejar de mirarlos. Se sirve con delicadeza, cuidando de no pasarse con el whisky y añade un poco de Coca-Cola para suavizarlo. Llena otro vaso para su amiga. Cojo la botella que ya estaba empezada y me bebo lo que queda de un trago.

—Oye, ¿no tenéis otra música? —pregunta Berta—. Ésta no nos gusta...

—Es música rumana —les explico—. ¿Qué música escucháis vosotras?

Romín interviene, sonriendo.

—Yo sé lo que les va a estas. La bachata, el reggaeton... Y toda esa porquería. ¿Verdad, Berta? —se dirige a ella y le guiña un ojo, cómplice.

Enséñame a QuererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora