Ese chico no me gusta, pero tiene los ojos más bonitos que he visto nunca.

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* Miércoles 4 de Noviembre* (madrugada)                                               PATTY

Saco las llaves del bolsillo. Hemos encontrado aparcamiento fácilmente a unos pocos metros de mi casa. Raúl se ha bajado del coche y me ha acompañado hasta mi portal, como si temiese que me pudiera perder. Le doy un beso rápido en los labios en señal de despedida para quitármelo pronto de encima, pero me rodea la cintura con los brazos y me aprieta levemente contra él.

—Amor, ¿no vas a invitarme a subir?

Otro mohín de fastidio. No me apetece.

—Tengo mucha sed... Seguro que puedes darme algo —insiste, meloso.

Niego con la cabeza.

—No tengo nada. No he hecho la compra. Lo único que tengo es agua. Y del grifo.

Sus labios se tuercen en una sonrisa pícara. Aparentemente seductora.

—Nena, no necesito agua. Te necesito a ti. Tengo sed de ti.

Acerca su boca a la mía y me besa con pasión, en una muestra clara del deseo que siente por mí. Y, a pesar de no compartir su deseo, no me resisto. Muevo mi lengua al compás de la suya y, cuando el beso termina, me aparto e introduzco la llave en la cerradura. Raúl esboza una sonrisa y me abraza por detrás, siguiéndome. Sin aguantar la espera, me coge al vuelo cuando la puerta del ascensor se abre. Me agarro a su cuello con mis delgados brazos y doblo las piernas entre su cuerpo para no caerme. Y así subimos hasta el tercer piso. Besándonos salvajemente, uno más emocionado que el otro.

Abro la puerta de casa como puedo, ya que Raúl no me suelta ni un momento y no cesa de besarme, esta vez por el cuello, mezclándose sus labios con mi largo cabello. Entramos y miro alrededor. No hay nadie. Yoana no ha llegado aún y no creo que lo haga, pues los fines de semana suele pasarlos en casa de su novio. Este pensamiento me alivia un poco y me permito relajarme y abandonar los nervios que, sin saber por qué, me están acosando hace rato.

Cierro los ojos y trato de disfrutar de los besos de Raúl que, a estas alturas, ya se dirige a mi cuarto, el cual conoce bien. Me tumba suavemente sobre la cama, echando su cuerpo sobre el mío y dificultando así mi respiración. Suspiro hondo mientras él me baja los pantalones. A continuación las bragas. Me dejo hacer. No lo entiendo. Me siento casi como obligada, casi diría forzada a hacer lo que no quiero. Pero no debe ser así. Intento convencerme. No es la primera vez que lo hago con él y nunca me ha pasado nada parecido. Al fin y al cabo, sigue siendo mi novio. ¿Qué tiene de malo? Abro los ojos mientras sigo besándolo. Lo veo y lo siento encima de mí, dentro de mí, jadeando y sudando por el esfuerzo o, tal vez, por el placer que le causa este acto y que yo no logro sentir, por más que lo intento. Observo todo como si se tratara de una película, como si yo solo fuese una simple espectadora. ¡Oh, no! La puerta está abierta. Por las prisas nos hemos olvidado de cerrarla y Yoana podría pillarnos en cualquier momento. ¡Qué corte! Cierro los ojos de nuevo, borrando esa idea de la mente.

«¿Qué te pasa, Patty?» Me pregunto a mí misma mentalmente. «Estás poniendo demasiadas pegas. Relájate y disfruta». Y eso hago. Aprieto los ojos con más fuerza y me concentro en el momento. Olvidándome de todo. Y es entonces, cuando dejo la mente en blanco, cuando su cara aparece en mis pensamientos. Imagino sus ojos claros mirándome fijamente con la misma pasión que ya estoy notando yo. Y me gusta, me gusta mucho. Raúl suspira profundamente y se deja caer sobre mí, al mismo tiempo que yo emito un fuerte gemido. Hemos llegado a la vez, como no sucedía hace tiempo.

Me besa en la mejilla y me susurra al oído:

—¿Te ha gustado?

Y de nuevo veo su cara. Lo veo a Bandy. Y sonrío, finalmente complacida. «No, ese chico no me gusta», pienso. «Pero eso sí, tiene los ojos más bonitos que he visto nunca»...

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