* Martes 3 de Noviembre *
Saco el móvil del bolsillo trasero de mi pantalón. Mierda, no hay batería. Se ve que hoy no es mi día. Esta misma mañana Marius me ha llamado para avisarme que en la noche llega a Logroño. Le han dado libres unos días y quiere aprovecharlos para estar con nosotros, sus hermanos. Es la única cosa buena que me ha pasado hoy. Si quiero llamarlo, no me queda otra que ir a casa y cargar el teléfono. Menos mal que vivo cerca. A tan solo dos calles del banco donde se quedó Omaira, mi novia. Omaira...uff, no quiero pensar en ella. Hace que me duela la cabeza.
Llego a mi portal. Abro y subo corriendo las escaleras. Es un cuarto piso, la única pega del piso que hemos alquilado. Pongo la música (cómo no, Puya) en volumen bajo. Supongo que Alex ya estará durmiendo y paso de tener que aguantar también una reprimenda suya. Joder, tiene 19 años y parece un abuelo. Solo le falta el bastón... Prendo el móvil. Me enciendo un pitillo a la vez que me miro en el espejo largo que hay en mi cuarto, enfrente de la cama. Llevo unas pintas horribles. Me fui a ver a Omaira en cuanto salí del trabajo y mi ropa vieja está llena de pegotes de pintura. Decido cambiarme. En cuestión de minutos vuelvo a mirarme al espejo y sonrío a mi reflejo. Los pantalones blancos y la camiseta a juego que me he puesto me sientan de maravilla. La verdad es que me gusto. Hay que reconocer que soy guapo. Ojos claros; a veces azules, a veces verdes. Pelo castaño corto, casi al rape. Labios bonitos. Por no decir del cuerpo. Nunca he sido de practicar mucho ejercicio, pero mi complexión es fuerte. Me arreglo un poco la perilla y ya está, como nuevo. Con todo esto se me había olvidado lo que venía a hacer en casa. Me siento en la cama y cojo el móvil que he dejado en la mesita. En la pantalla puedo leer: «un nuevo mensaje». No lo había oído... Es de Marius y debió mandármelo cuando estaba apagado.
«Bandy, ya he cogido el bus. Llego a las once. Te he llamado pero no respondes. Te veo en casa».
Falta solo media hora y me aburro aquí encerrado, así que le mando otro mensaje.
«Te espero en el bar de abajo, el de la esquina».
Dejo el móvil en casa y me voy. En el bar no hay mucha gente. Apenas unos viejitos disfrutando de los últimos vinos de la noche, tal vez su única compañía. Al igual que yo... Desecho rápido ese pensamiento. Hoy llega mi hermano... Hoy no estaré solo. Sonrío alegre y le hago señas a la camarera para que se acerque.
—Una caña, por favor.
—Claro. Ahora mismo.
Ella también sonríe y se dispone a servirme lo pedido. Está buena, no puedo negarlo. Tal vez un poco entrada en carnes, pero sus abundantes pechos que sobresalen del vestido demasiado escotado, le ayudan. Un polvo no le negaría. Pero no, hoy no tengo ganas de mujeres. Me sirve la caña aún con la sonrisa en la cara. Viéndola así de cerca, hay que decir que es bastante fea. Me río dando un largo trago a mi cerveza. Está fresca y tengo sed. Me la acabo rápidamente y pido otra. Y así unas cuantas más. Cuando llega Marius ya estoy un poco mareado, pero con ganas de seguir. Nos abrazamos contentos de vernos. Siempre hemos estado más unidos, aunque a Alex le tenemos un gran respeto ya que, a pesar de ser el menor, es tan responsable que parece lo contrario.
—Guapa, otra caña para mi hermano.
Ella sonríe, esta vez quizás porque nota que ya me han hecho efecto todas las que me he tomado, pero se limita a obedecer. Es su trabajo. Y nos ponemos al día. Y reímos y bebemos. Hasta el punto que ya no sé ni de qué estoy hablando. Pero me siento feliz, eufórico. Tanto que decido perdonar a Omaira. ¡Hasta tengo ganas de verla y que me dé unos cuantos mimos! Miro el reloj del bar como puedo, ya que lo veo todo un poco borroso. Ya son las 23:15. Qué rápido se me ha pasado el tiempo... No sé si Omaira estará todavía en el banco. Ya sabes, es de las típicas niñas a las que todavía ponen hora de llegada a casa... Me dirijo allí con Marius. Esta vez sí que agradezco de verdad que estemos cerca del «famoso banco».
Desde lejos la veo. Se encuentra de pie, de espaldas a mí, hablando con no sé quién. Supongo que sus dichosas amigas. Borracho como estoy, en ese momento no me percato de que su ropa no es la misma. Llego a su lado. La abrazo por detrás. Un mechón de pelo castaño oscuro descubre a trozos su cuello suave. Aspiro su olor que, es extraño, también me parece distinto. Mis reflejos son lentos pero ella en cambio actúa con rapidez. Se gira veloz, quedando así cara a cara conmigo.
—¿Se puede saber qué estás haciendo?
Y me mira a los ojos, perdiéndome yo en los suyos, grandes y oscuros. Parpadea suavemente con sus largas pestañas. No puedo creerlo. Me he confundido de chica. Ésta no es mi novia, pero una de dos. O bien la cerveza me ha subido demasiado o se parece mucho a Omaira. Casi diría que son iguales. Me paso las manos por la cabeza, aturdido, y dirijo la vista hacia Marius, tratando de saber si ha visto lo mismo que yo. Se limita a sonreír, divertido con la situación. Vuelvo a mirar a esta chica desconocida y ella me devuelve la mirada. Su mirada es franca y directa, delicada pero decidida. Desafiante también. Nada que ver con la de Omaira. Y entonces lo comprendo todo. ¡Es ella! Es la chica de mis sueños. La que se me apareció la noche anterior y logró desvelarme. No tengo ninguna duda. Es parecida a Omaira, tanto que la confundí por ella. Me mira de la misma manera que lo hacía en el sueño y sobre todo... es de carne y hueso. Y está parada frente a mí mirándome como si yo fuese un bicho raro.
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Enséñame a Querer
RomanceCuando el destino decide unir dos almas no hay nada ni nadie que pueda impedirlo. No existe fuerza lo suficientemente poderosa como para separar dos corazones que se pertenecen, aun cuando sus cuerpos estén ausentes.Ella es Patty, sensible y románti...