Soledad

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* 2 de Noviembre * (Un año después)                           BANDY

No puedo dormir. Son las 4:15 de la madrugada y hace ya casi una hora que me he despertado; desde entonces no he podido pegar ojo. He tenido un sueño extraño. Me encontraba vagando por unas calles desconocidas cuando ante mí aparecía mi novia como salida de la nada. Me miraba fijamente y extendía los brazos hacia mí, parecía pedirme ayuda. Trataba de acercarme a ella pero su imagen se volvía más y más borrosa, hasta que desaparecía por completo. Y volvía a quedarme solo, perdido en la nada. Me he despertado sobresaltado y ya no he podido quitarme esa cara de mi mente. Pero es extraño. En mi sueño Omaira estaba muy cambiada. Sus rasgos eran los mismos pero sus ojos eran diferentes. Eran duros, como si tratara de vengarse de algo o de alguien, que yo desconozco. Todo lo contrario de la mirada tierna que caracteriza a Omaira. No sé qué querrá decir todo esto, supongo que se tratará solo de un sueño, tal vez debido a que llevo días pensando en ella y en qué hacer con la relación que tenemos.

Me meto de nuevo en la cama y trato de dormirme, pero no puedo. Vuelvo a verla en mi mente. No a Omaira, sino a la extraña chica que me visitó en sueños. Y, por alguna extraña razón, pensar en ella me hace sentirme solo.

Me gustaría que estés aquí, a mi lado, sentada en el borde de mi cama. Y me acariciaras dulcemente o me dieras la mano como solías hacerlo cuando era pequeño. En especial me acuerdo de esa operación por la que, con tan solo 8 años, me vi obligado a pasar. Lamentablemente había nacido con una hernia en la cintura con la que aprendí a vivir y que, inevitablemente, cada vez se hacía más grande. Una tarde, jugando al fútbol, un compañero me propinó un mal golpe y el gran bulto se explotó. Me llevaron de urgencia al hospital y, a pesar de que te habían repetido varias veces que era demasiado pequeño para ello, se vieron en la obligación de operar. Estuve más de un mes ingresado en el hospital, ¿recuerdas? Sin apenas poder moverme. Y tú no te despegaste de mi lado ni un solo momento. Solo lo necesario para ir a nuestra casa y echar un vistazo a Marius y a Alex, vigilando que no hicieran otra de sus trastadas. Creo que la mayoría de la gente odia los hospitales. En cambio para mí los días que permanecí allí fueron de los mejores de mi vida, ya que me sentí querido y cuidado por ti, mi madre, que me demostraste que te preocupabas por mí y me querías, a pesar de que a veces pareciera lo contrario... Pero ya no quiero hablar de eso. La verdadera realidad es que esos días ya no volverán, que ya no soy ese niño al que dabas de comer en la boca ni volveré a serlo nunca. Y que estoy aquí, encerrado en mi cuarto, tumbado en una cama demasiado grande para mí; y que, a pesar de tener a mi hermano durmiendo con su novia al otro lado de la pared, me siento solo. Terriblemente solo.

* Martes 3 de Noviembre *                                                               PATTY

Un día más. Raúl me ha dejado tirada. Hemos quedado en que pasaría a buscarme con su coche a las ocho por mi casa y ya son las 21:00 y no se digna a aparecer. Marco su número en mi móvil blanco. Pi, piii... Al cuarto tono cuelgo. Solo faltaba que ahora me salga el buzón. Meneo la cabeza con rabia. Me está empezando a cansar esta historia. Me dirijo al cuarto de Yoana en busca de alguien con quien hablar. Doy un golpe suave a la puerta. Como no recibo respuesta la abro un poco y asomo la cabeza por el hueco que queda libre. Nada. Esta vacía. No hay nadie. Habrá salido con Roberto. Claro, es viernes y encima estamos a primeros. Debo de ser la única pringada que se queda en casa y para colmo sola. Sola... maldita palabra. Vuelvo a mi dormitorio y me siento en la cama. Me levanto y me vuelvo a sentar. Cojo de nuevo el móvil y busco un número en la agenda. Aprieto la tecla de llamar. Pi, pii... Esta vez una voz me responde antes del cuarto tono. Uff... Menos mal.

—¿Diga?

—Hola Berta. ¿Qué tal? ¿Qué andas haciendo?

Parece sorprendida de escucharme. Tal vez esperaba recibir otra llamada...

—Hola, Patty. ¿Qué tal? Yo nada, aquí terminando de cenar para bajar un rato al banco que hay abajo de mi casa. Al lado del portal quiero decir...

Se ríe, pero su risa es forzada y nerviosa. Noto que algo pasa.

—¿Y no sales hoy? ¿No has hecho planes con Ahmed?

—Mmm... No. Ahmed salió de casa el miércoles. Dijo que iba a comprar tabaco y aún no ha regresado. Y yo... la verdad es que no tengo ánimos para irme de fiesta.

Lo sabía. Llámalo intuición femenina o conexión entre amigas, pero lo cierto es que sabía que algo iba mal solo por escuchar el tono de su voz.

—Bueno, entonces ya somos dos. Quedé con Raúl para ir al cine y me ha dejado plantada. Si quieres me paso por tu casa. Así hablamos y nos contamos las penas. La verdad es que extraño eso.

La oigo reír al otro lado de la línea y esta vez su risa es sincera.

—Me parece una idea estupenda. Yo también echo de menos nuestros chismes. Pásate por mi casa. Pero, eso sí, no será solo un rato. Con todo lo que tenemos que contarnos, no nos será suficiente ni la noche entera...

Reímos ambas y me dispongo a despedirme cuando:

—Patty, espera. Te esperaré abajo en el banco, ¿vale? Estas están allí. Ya sabes, mi hermana y sus amigas... Y les prometí que bajaría un poco. Estamos un rato con ellas y nos subimos, ¿te parece?

Asiento, aunque no puede verme.

—Muy bien. No me caen demasiado bien pero no me vendrá mal estar un poco al aire fresco, para aclarar las ideas. Ahora nos vemos entonces, Berta. Un beso.

En cuanto cuelgo voy al cuarto de baño y me miro en el espejo. Tengo el pelo un poco alborotado y las ojeras se ven bastante, pero nada que no se pueda arreglar con un cepillo y una crema anti ojeras. Hoy no tengo ganas de arreglarme mucho. Mejor dicho, no pienso arreglarme nada. Ya en mi cuarto, cojo los vaqueros pitillo que llevan en la silla desde ayer esperando para ser lavados y me los pongo. Los combino con una sudadera blanca y unas manoletinas del mismo color. Ni siquiera cojo el bolso. Me guardo el móvil en un bolsillo del pantalón y el tabaco y las llaves en el otro y salgo. Antes de salir me observo en el espejo largo que hay en la entrada. Perfecto. Guapa y cómoda. Quito la mirada de mi reflejo y abro inmediatamente la puerta pues, conociéndome, si sigo mirándome acabaré por cambiarme de ropa y maquillarme. No me gusta ir así, vestida con prisas, pero hoy no tengo ganas de nada. Y, total, no me va a ver nadie que me interese...

Enséñame a QuererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora